Desde tiempos inmemoriales los griegos habían establecido un templo en esta zona de Grecia dedicado a sus dioses, a los que llevaban presentes para obtener un oráculo favorable
Aprovechando esta circunstancia procedieron a celebrar unos juegos a imitación de los píticos celebrados en Delfos. Desde entonces, cada cuatro años, se celebraban unas competiciones en las que se intentaba llegar más alto, más lejos y más rápido, entre otras muchas disciplinas. Todo ello hace 28 siglos. Estos juegos olímpicos se recuperaron a finales del siglo XIX y han llegado con todo su esplendor a nuestros días. Hoy se clausuran los correspondientes a la XXXIII olimpiada de verano de los tiempos modernos. Como hemos podido observar, con un gran éxito de público, presente en los estadios, y la difusión total de todas las competiciones a través de la televisión, lo que le ha permitido tener unas audiencias jamás imaginadas. En mi opinión han perdido gran parte de su esencia deportiva, para convertirse en un negocio multimillonario, una compra de nacionalidades que me recuerda aquellos años en que futbolistas sudamericanos decían que sus abuelos eran de “Celta” o de “Racing” para obtener la doble nacionalidad. Los deportistas exhiben relojes, zapatillas y pegatinas, pagadas por las multinacionales, a cambio de contratos de muchos dólares. Al final son tan manipulados por los dirigentes que bastantes de ellos acaban en mano de los psicólogos y los psiquiatras. Mi buena noticia de hoy se basa en una realidad: Por fin se acaban hoy los juegos olímpicos. Nos tienen un poco cansados. En segundo lugar, y después de ver ayer una competición de tipos compitiendo en una especie de baile esquizofrénico, me atrevo a solicitar, humildemente, la inclusión del dominó como disciplina olímpica. Mandaría al “pinturas” y al “rabanico” como pareja estrella.
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