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Alejandro Roselló Nadal, Alicante

​Crítica a París 2024: unos juegos polémicos y simbólicos

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Acaban los últimos JJOO en París con más pena que gloria con polémica servida desde los primeros compases de un espectáculo olímpico cargado de símbolos, un show mediático que cada vez se aleja más de los valores originales del deporte y se acerca más de forma sibilina a propaganda ideológica de corte woke transhumanista.


Empezaron los juegos con el rapero fumeta Snoop Dogg portando la llama olímpica cual canuto encendido, una antorcha que parece una bala o misil de guerra más que un símbolo de concordia y paz. ¿Y qué hace este tipo rollo Chimo Bayo como representante olímpico y comentarista deportivo cobrando un pastizal (medio millón de dólares al día)? En fin, el vídeo oficial de Zidane previo a la inauguración no tiene desperdicio y también sorprende en los pequeños detalles: tras ir corriendo y sorteando obstáculos por las calles de París, Zidane queda atrapado por un corte eléctrico en el metro y entrega la llama olímpica a unos niños que pasan por un túnel lleno de calaveras, son acechados por una bestia reptiloide que sale de un río, y llegan a un barquero misterioso al que no se le ve el rostro. Cual Caronte, el barquero del Hades que guía el alma de los muertos al otro lado del río para su descanso eterno en el Averno, sale del vídeo el barquero misterioso llevando a los niños y aparece en el río Sena, encabezando a los barcos de todas las delegaciones de los diferentes países en su particular viaje al inframundo olímpico... Aparece un jinete blanco que cabalga como si no hubiera mañana, la Muerte, uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis y entrega la bandera olímpica, que colocan al revés… Casualidad? Todo es simbolismo brutal. Y nada de esto es por casualidad. Bueno, entonces, cabe preguntar ¿cuál es el mensaje que se quiere dar con este montaje tan extraño y particular? Decir la verdad a la cara pero de forma encubierta como si fuera ficción mediante una representación simbólica como parte de un show a la vista de todos es una forma subrepticia de obtener tu beneplácito y consentimiento si no te opones conscientemente a dicha exposición. Así la pura connivencia es ya consentimiento tácito y aceptación. Se libran ellos, la ca(r)gas tú. En realidad, nadie “te obligó” a “vacunarte”, no? Y es que el esperpéntico espectáculo de crepúsculo de los ídolos ofrecido en la grotesca ceremonia inaugural de los JJOO está repleto de mensajes simbólicos sobre la Muerte y el Fin de los Tiempos. Delante de todo el mundo se escenificó, entre otros, el culto al becerro pagano de oro con la bandera olímpica invertida de fondo, la Última Cena de Leonardo da Vinci como criptología transexual con drag queens y una mujer gordísima como falso Mesías, un pseudo Dionisio pitufo azul que sale de una fuente de comida, y muchos más detalles simbólicos... La indignación y rechazo a nivel mundial fue tan arrolladora que el video inaugural de la ceremonia fue borrado a las pocas horas, y tras las protestas de la comunidad cristiana y la avalancha de críticas recibidas, la organizadora del evento tuvo que pedir perdón, a su manera. Y me pregunto yo, cuerpos flácidos y obesos, drag queens hiperbolizadas, un Baco azulado, dios del vino, de las orgías, del placer y el desenfreno, un trío transgénero de ropa multicolor que acaba con insinuaciones sexuales, mujeres con barba, hombres deconstruidos, una pasarela LGTBI desfilando histriónicos como modelos de la revista Vogue… ¿qué tiene que ver todo esto con los valores del deporte y el espíritu olímpico? No sé yo, Macron cada vez más masón, una Maria Antonieta cantando decapitada,  Lady Gaga satánica y pasada por agua, la adrenocrómica Celine Dion cantando “el mundo puede desaparecer y el cielo azul cambiar de color” como colofón…


No es sólo un despliegue de arte e historia, son escenificaciones colectivas de rituales simbólicos, adoración semiencubierta a falsos ídolos, nuevos y antiguos, disfrazado todo de progre transhumanismo andrógino en una transmutación de los valores naturales del ser humano. No, no es sólo entretenimiento zafio, no es sólo espectáculo esperpéntico, es pura reprogramación mental predictiva, propaganda para marcar tendencia y una moda que se extienda y se imponga. Para algunos, decadencia cultural patética que provoca por momentos asco y vergüenza, no arte postmoderno ni avance moral, globalismo woke multicolor y no una Europa “diversa”.  Así que llámalo como quieras: anuncio del Anticristo para la siguiente generación, degeneración en un nuevo Babylon, rituales criptomasónicos a la luz de todos, sala de espejos televisada de viejas ceremonias macabras con tecnología renovadas, ideología transhumanista woke a la carta… Sea lo que fuere, lo que cada vez se me antoja más claro con estos espectáculos es que se ríen en nuestra cara: sin tapujos, sin filtros, con cada vez más simbología básica y menos sutiles las metáforas, a la vista de tokiski, como si nada. Arte pro? Quítate la venda de los ojos, bro. No hace falta ir a la hemeroteca para ver la ceremonia inaugural de los JJOO de Londres 2012 llena de enfermos, sanitarios y camas hospitalarias. No hace falta volver a ver la última peli de Stanley Kubrick, Eyes Wide Shut (“Ojos bien cerrados”) para ver de qué va todo esto. Los grandes eventos deportivos, los megaconciertos y los espectáculos masivos son los nuevos escenarios simbólicos donde rendir culto, tributo y pleitesía, y donde recoger y dirigir la energía. No contribuyas a este egregor con tu vida…


Y tras la controvertida inauguración, continuaron las polémicas: que si un río Sena tan contaminado que varios nadadores enfermaron al acabar las pruebas, que si una Villa Olímpica de mínimos con habitaciones sin aire acondicionado que hace que un oro olímpico acabe durmiendo en el parque, que si gusanos en la comida, que si un menú 60% vegetariano y toda una serie de medidas para la sostenibilidad ambiental, reducir la huella de carbono y cumplir “de principio a fin con los objetivos de la Agenda 2030”, como se vanagloriaba la portavoz del Comité Olímpico Internacional. Pero sin duda una de las mayores polémicas suscitadas ha llevado a que la final de boxeo femenino se dispute entre dos deportistas “intersexuales” con altos niveles de testosterona, niveles para algunos miembros de COI “normales” en los casos de hiperandrogenismo (genitales femeninos pero cromosomas masculinos XY). De nuevo la ideología se impone a la biología y la autopercepción a las hélices del ADN. Cómo no, se llevó la medalla de oro femenino la criticada púgil argelina, que ya fue excluida del campeonato mundial de boxeo del año pasado precisamente por sus altos niveles de testosterona (=hostias más gordas). Y es que se pongan como se pongan: un hecho biológico no puede ser transfóbico...


Mención aparte merece la final de tenis masculina entre un Alcaraz enorme y un inconmensurable Djokovic, que se ha confirmado a sus 37 años como el mejor tenista de todos los tiempos al coronarse con la única medalla que le faltaba: el oro olímpico. El tenista serbio renunció hace unos años a jugar en Australia cuando le obligaban a vacunarse para jugar y aguantó con toda la presión mediática para pasar por el aro de las farmacéuticas si no quería perder su carrera.  Pero no, el héroe “negacionista” ha llegado a lo más alto del tenis sin ceder su cuerpo ni vender su alma, siendo auténtico y valiente. Pura sangre, NOVAX NOCOVID. Y es que a toro pasado, la plandemia para muchos se ve muy diferente…


Y como lo que mal empieza peor acaba, el desfile de los más de 200 países, la ceremonia de clausura y la entrega de la bandera olímpica a la siguiente sede de los Ángeles no ha suscitado gran interés. Largo y anodino. Al barquero oculto del inframundo y al jinete blanco de la muerte de la inauguración se le unió en la clausura el que faltaba para la tríada apocalíptica: un viajero dorado del futuro con garras que baja de los cielos con las piernas dobladas como el Colgado y que es adorado por todos los seres grises andróginos como el nuevo “Portador de la Luz” (Lucifer, luz+ferre). Y es que el poder de los símbolos ha estado en esta 33º ceremonia de los JJOO muy pero que muy presente, pero ya que cada uno saque sus propias conclusiones… Tom Cruise saltando en paracaídas y algunas parafernalias y acrobacias más sirvieron de relleno, junto con los fuegos de artificio y las actuaciones de los Red Hot Chili Peppers, Snoop Dogg y Billie Eilish, para cerrar unos juegos que pasarán a la historia, desde luego, veremos por qué motivos con el tiempo. Pero más allá del medallero de cada país (18 medallas para una España “diversa”), más allá de los niveles de audiencia, más allá de los 300.000 preservativos y geles lubricantes repartidos gratis entre los olímpicos, más allá de éstos y otros números, los últimos JJOO celebrados en París dejan un sabor de boca extraño que no tiene que pasarnos desapercibido. El menú de la Agenda 20-30 pretende que una nueva cultura woke se popularice y extienda por todo el mundo vendiéndonos la moto, entre otros, con la diversidad de la transexualidad mientras se destruye de soslayo la verdadera diversidad cultural de los pueblos autóctonos y las etnias nativas de todo el mundo con un tecnoglobalismo feroz. El lavado de cerebro es a nivel mundial y, en las grandes luces, brutal, menoscabando a quien se preste cada vez más, la libertad individual y la soberanía personal. La guerra es psicológica y espiritual.  Lo que quieren es tu alma, ya está. Y para acabar, en su obra “El ocaso de los ídolos o cómo se filosofa a martillazos” (1889) nos advertía Nietzsche contra los “mejoradores” de la humanidad ya que “todos los medios con que hasta ahora se quería hacer moral a la humanidad han sido radicalmente inmorales... la cultura occidental está viciada desde su origen… los juicios de valor sobre la vida sólo tienen valor como síntomas”. ¿Y de qué es síntoma para ti, querido lector, estos últimos JJOO? ¿De salud o de enfermedad? ¿Y de qué más?

​Crítica a París 2024: unos juegos polémicos y simbólicos

Alejandro Roselló Nadal, Alicante
Lectores
miércoles, 14 de agosto de 2024, 10:49 h (CET)

Acaban los últimos JJOO en París con más pena que gloria con polémica servida desde los primeros compases de un espectáculo olímpico cargado de símbolos, un show mediático que cada vez se aleja más de los valores originales del deporte y se acerca más de forma sibilina a propaganda ideológica de corte woke transhumanista.


Empezaron los juegos con el rapero fumeta Snoop Dogg portando la llama olímpica cual canuto encendido, una antorcha que parece una bala o misil de guerra más que un símbolo de concordia y paz. ¿Y qué hace este tipo rollo Chimo Bayo como representante olímpico y comentarista deportivo cobrando un pastizal (medio millón de dólares al día)? En fin, el vídeo oficial de Zidane previo a la inauguración no tiene desperdicio y también sorprende en los pequeños detalles: tras ir corriendo y sorteando obstáculos por las calles de París, Zidane queda atrapado por un corte eléctrico en el metro y entrega la llama olímpica a unos niños que pasan por un túnel lleno de calaveras, son acechados por una bestia reptiloide que sale de un río, y llegan a un barquero misterioso al que no se le ve el rostro. Cual Caronte, el barquero del Hades que guía el alma de los muertos al otro lado del río para su descanso eterno en el Averno, sale del vídeo el barquero misterioso llevando a los niños y aparece en el río Sena, encabezando a los barcos de todas las delegaciones de los diferentes países en su particular viaje al inframundo olímpico... Aparece un jinete blanco que cabalga como si no hubiera mañana, la Muerte, uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis y entrega la bandera olímpica, que colocan al revés… Casualidad? Todo es simbolismo brutal. Y nada de esto es por casualidad. Bueno, entonces, cabe preguntar ¿cuál es el mensaje que se quiere dar con este montaje tan extraño y particular? Decir la verdad a la cara pero de forma encubierta como si fuera ficción mediante una representación simbólica como parte de un show a la vista de todos es una forma subrepticia de obtener tu beneplácito y consentimiento si no te opones conscientemente a dicha exposición. Así la pura connivencia es ya consentimiento tácito y aceptación. Se libran ellos, la ca(r)gas tú. En realidad, nadie “te obligó” a “vacunarte”, no? Y es que el esperpéntico espectáculo de crepúsculo de los ídolos ofrecido en la grotesca ceremonia inaugural de los JJOO está repleto de mensajes simbólicos sobre la Muerte y el Fin de los Tiempos. Delante de todo el mundo se escenificó, entre otros, el culto al becerro pagano de oro con la bandera olímpica invertida de fondo, la Última Cena de Leonardo da Vinci como criptología transexual con drag queens y una mujer gordísima como falso Mesías, un pseudo Dionisio pitufo azul que sale de una fuente de comida, y muchos más detalles simbólicos... La indignación y rechazo a nivel mundial fue tan arrolladora que el video inaugural de la ceremonia fue borrado a las pocas horas, y tras las protestas de la comunidad cristiana y la avalancha de críticas recibidas, la organizadora del evento tuvo que pedir perdón, a su manera. Y me pregunto yo, cuerpos flácidos y obesos, drag queens hiperbolizadas, un Baco azulado, dios del vino, de las orgías, del placer y el desenfreno, un trío transgénero de ropa multicolor que acaba con insinuaciones sexuales, mujeres con barba, hombres deconstruidos, una pasarela LGTBI desfilando histriónicos como modelos de la revista Vogue… ¿qué tiene que ver todo esto con los valores del deporte y el espíritu olímpico? No sé yo, Macron cada vez más masón, una Maria Antonieta cantando decapitada,  Lady Gaga satánica y pasada por agua, la adrenocrómica Celine Dion cantando “el mundo puede desaparecer y el cielo azul cambiar de color” como colofón…


No es sólo un despliegue de arte e historia, son escenificaciones colectivas de rituales simbólicos, adoración semiencubierta a falsos ídolos, nuevos y antiguos, disfrazado todo de progre transhumanismo andrógino en una transmutación de los valores naturales del ser humano. No, no es sólo entretenimiento zafio, no es sólo espectáculo esperpéntico, es pura reprogramación mental predictiva, propaganda para marcar tendencia y una moda que se extienda y se imponga. Para algunos, decadencia cultural patética que provoca por momentos asco y vergüenza, no arte postmoderno ni avance moral, globalismo woke multicolor y no una Europa “diversa”.  Así que llámalo como quieras: anuncio del Anticristo para la siguiente generación, degeneración en un nuevo Babylon, rituales criptomasónicos a la luz de todos, sala de espejos televisada de viejas ceremonias macabras con tecnología renovadas, ideología transhumanista woke a la carta… Sea lo que fuere, lo que cada vez se me antoja más claro con estos espectáculos es que se ríen en nuestra cara: sin tapujos, sin filtros, con cada vez más simbología básica y menos sutiles las metáforas, a la vista de tokiski, como si nada. Arte pro? Quítate la venda de los ojos, bro. No hace falta ir a la hemeroteca para ver la ceremonia inaugural de los JJOO de Londres 2012 llena de enfermos, sanitarios y camas hospitalarias. No hace falta volver a ver la última peli de Stanley Kubrick, Eyes Wide Shut (“Ojos bien cerrados”) para ver de qué va todo esto. Los grandes eventos deportivos, los megaconciertos y los espectáculos masivos son los nuevos escenarios simbólicos donde rendir culto, tributo y pleitesía, y donde recoger y dirigir la energía. No contribuyas a este egregor con tu vida…


Y tras la controvertida inauguración, continuaron las polémicas: que si un río Sena tan contaminado que varios nadadores enfermaron al acabar las pruebas, que si una Villa Olímpica de mínimos con habitaciones sin aire acondicionado que hace que un oro olímpico acabe durmiendo en el parque, que si gusanos en la comida, que si un menú 60% vegetariano y toda una serie de medidas para la sostenibilidad ambiental, reducir la huella de carbono y cumplir “de principio a fin con los objetivos de la Agenda 2030”, como se vanagloriaba la portavoz del Comité Olímpico Internacional. Pero sin duda una de las mayores polémicas suscitadas ha llevado a que la final de boxeo femenino se dispute entre dos deportistas “intersexuales” con altos niveles de testosterona, niveles para algunos miembros de COI “normales” en los casos de hiperandrogenismo (genitales femeninos pero cromosomas masculinos XY). De nuevo la ideología se impone a la biología y la autopercepción a las hélices del ADN. Cómo no, se llevó la medalla de oro femenino la criticada púgil argelina, que ya fue excluida del campeonato mundial de boxeo del año pasado precisamente por sus altos niveles de testosterona (=hostias más gordas). Y es que se pongan como se pongan: un hecho biológico no puede ser transfóbico...


Mención aparte merece la final de tenis masculina entre un Alcaraz enorme y un inconmensurable Djokovic, que se ha confirmado a sus 37 años como el mejor tenista de todos los tiempos al coronarse con la única medalla que le faltaba: el oro olímpico. El tenista serbio renunció hace unos años a jugar en Australia cuando le obligaban a vacunarse para jugar y aguantó con toda la presión mediática para pasar por el aro de las farmacéuticas si no quería perder su carrera.  Pero no, el héroe “negacionista” ha llegado a lo más alto del tenis sin ceder su cuerpo ni vender su alma, siendo auténtico y valiente. Pura sangre, NOVAX NOCOVID. Y es que a toro pasado, la plandemia para muchos se ve muy diferente…


Y como lo que mal empieza peor acaba, el desfile de los más de 200 países, la ceremonia de clausura y la entrega de la bandera olímpica a la siguiente sede de los Ángeles no ha suscitado gran interés. Largo y anodino. Al barquero oculto del inframundo y al jinete blanco de la muerte de la inauguración se le unió en la clausura el que faltaba para la tríada apocalíptica: un viajero dorado del futuro con garras que baja de los cielos con las piernas dobladas como el Colgado y que es adorado por todos los seres grises andróginos como el nuevo “Portador de la Luz” (Lucifer, luz+ferre). Y es que el poder de los símbolos ha estado en esta 33º ceremonia de los JJOO muy pero que muy presente, pero ya que cada uno saque sus propias conclusiones… Tom Cruise saltando en paracaídas y algunas parafernalias y acrobacias más sirvieron de relleno, junto con los fuegos de artificio y las actuaciones de los Red Hot Chili Peppers, Snoop Dogg y Billie Eilish, para cerrar unos juegos que pasarán a la historia, desde luego, veremos por qué motivos con el tiempo. Pero más allá del medallero de cada país (18 medallas para una España “diversa”), más allá de los niveles de audiencia, más allá de los 300.000 preservativos y geles lubricantes repartidos gratis entre los olímpicos, más allá de éstos y otros números, los últimos JJOO celebrados en París dejan un sabor de boca extraño que no tiene que pasarnos desapercibido. El menú de la Agenda 20-30 pretende que una nueva cultura woke se popularice y extienda por todo el mundo vendiéndonos la moto, entre otros, con la diversidad de la transexualidad mientras se destruye de soslayo la verdadera diversidad cultural de los pueblos autóctonos y las etnias nativas de todo el mundo con un tecnoglobalismo feroz. El lavado de cerebro es a nivel mundial y, en las grandes luces, brutal, menoscabando a quien se preste cada vez más, la libertad individual y la soberanía personal. La guerra es psicológica y espiritual.  Lo que quieren es tu alma, ya está. Y para acabar, en su obra “El ocaso de los ídolos o cómo se filosofa a martillazos” (1889) nos advertía Nietzsche contra los “mejoradores” de la humanidad ya que “todos los medios con que hasta ahora se quería hacer moral a la humanidad han sido radicalmente inmorales... la cultura occidental está viciada desde su origen… los juicios de valor sobre la vida sólo tienen valor como síntomas”. ¿Y de qué es síntoma para ti, querido lector, estos últimos JJOO? ¿De salud o de enfermedad? ¿Y de qué más?

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Un periodista habla de actualidad, de sus características, del sujeto activo que tiene la noticia. No opina. No es protagonista de las noticias de otros. La discreción forma parte de su persona y buen hacer. A nuestro periodista de hoy le cuesta saltar de los créditos de primeras páginas, de la letra pequeña donde se ve qué lugar ocupa en una publicación periodística. 

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