Hace unos días he recibido algunas noticias preocupantes, que me hubiera alegrado mucho no haberlas leído nunca. Una, la primera, parlamentarios de algunos países están tratando de que el parlamento europeo, después de incluir el derecho al aborto dentro de los derechos de las personas, introduzca también el derecho a utilizar embriones humanos en las primeras semanas de su existencia en ensayos farmacéuticos, médicos, etc. Embriones que yacen congelados en diversos laboratorios. ¿La razón?
La ciencia avanza, y ya son un buen número de expertos que reconocen, sin la más mínima duda, al ser humano desde el primer día de la concepción. El embrión no es algo amorfo en espera de una semana, dos semanas, tres semanas. Es ser humano, hombre o mujer, desde el principio de su existencia. ¿Qué pretenden ahora estos parlamentarios? ¿Abortar una vida humana desde su primera célula; y usar la “célula” para “curar” un anciano de cien años? ¿Desde cuándo se mata un ser humano vivo como si fuera un animal cualquiera, para que otro ser humano salga adelante en una enfermedad? ¿Acaso alguna mujer embarazada espera que de ella salga cualquier cosa que no sea un hombre, una mujer?
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