Suele decirse de quienes visitan ciudades como Florencia con sus abundantes maravillas artísticas, también de los situados ante paisajes inigualables, quedan ATÓNITOS ante los esplendores percibidos. Es una manera de sentirse abrumados por la intensidad de dichos estímulos, nos deslumbran y saturan las capacidades receptivas. El verse superado por las impresiones puede derivarse de múltiples procedencias; a las mencionadas se pueden añadir las presiones ambientales, comportamientos, sacudidas sociológicas o situaciones tormentosas. Sin olvidarnos de la deficiente preparación para captar adecuadamente las sensaciones y, sobre todo, tratar de asimilarlas con la eficacia de unas respuestas satisfactorias.
Afrontamos un constante ir y venir de relaciones controvertidas de diferente duración, desde las esporádicas, no pocas veces fugaces, a las expresadas a través de una duración prolongada. Siempre con la dificultad para fijar los conceptos. Aunque sean duraderas algunas estructuras, la forma de verlas, atenderlas o asimilarlas, se distribuye en un sinfín de mentalidades. Hoy nos obsesionan aspectos, que nos resultan indiferentes al poco tiempo, y viceversa. Las impresiones nos involucran de lleno en el DINAMISMO funcional de la especie humana, sujeto a quienes destruyen, reconstruyen y crean aparentes novedades. El surtido de presentaciones para provocarnos asombro es interminable y abarca los sectores más recónditos.
Con el paso del tiempo atribuimos a cada grupo civilizado ese carácter de antiguo o moderno, con la enorme velocidad de transformación de lo moderno en pasado anticuado. En una fase concreta de ese desarrollo evolutivo suelen apreciarse unas tendencias peculiares de cada grupo. Las circunstancias de la época influyen en las ideas PREDOMINANTES, pasan a ser la base de los discursos y de las conductas. Absorbidos por esa cultura abarcadora, gran parte de la ciudadanía, ni siquiera alcanza para opciones discrepantes. Se trata de una imposición sutil con gran fuerza para infiltrarse con muchas estrategias entre la gente, con escasa transparencia y gran apego a los hilos del poder.
Los grandes adelantos siempre han ocasionado repercusiones importantes en la trama social; en los individuos, provocando ilusiones, sorpresas, iniciativas y temores. En las fases iniciales, la novedad capta la atención de la gente, fuera el descubrimiento de la rueda, la imprenta, la penicilina o se trate de las movidas cibernéticas actuales, ejercen en su momento aquel papel. El asombro inicial ya no nos deja pensar en otras variaciones. La TECNOLOGÍA se implanta dominadora, con aires de un absolutismo intratable. Como una consecuencia natural, los individuos carentes de una preparación especial sucumben a sus encantos y forzamientos. Sólo la práctica de dichas estrategias ilustrará sobre las alertas convenientes.
Los aventajados, tanto a nivel individual como colectivo, casi nunca se han atemperado para tratar bien a los menos favorecidos; los abusos, las conquistas, la imposición cultural, los exterminios, han configurado muchos finales en el curso de dichas disparidades. La mezcla de asombro, impotencia y sufrimientos, abrumó a los perjudicados, con algún beneficio esporádico a título de espejismo cautivador. Mucho se ha escrito sobre las gentes sometidas a estos dominios de manera sucesiva por el ancho mundo. Pero en cambio, pese a vivirlo en pleno directo, profundizamos poco sobre las sociedades e individuos COLONIZADOS en la actualidad por diversas entidades incluso unipersonales. El dinero, la técnica y la desfachatez imperan.
El empleo de las expresiones, comenzando por las palabras, potenciadas con enormes efectos especiales, son susceptibles de arrastrarnos por derroteros insospechados. A través de la repetición de frases capciosas, estrategias viciosas y susurros melifluos, solemos quedar al albur de los algoritmos contundentes trucados. Sobrepasan a la simple sugestión, se trata de infiltraciones corrosivas, basadas en la proliferación arrolladora de mensajes, agravada por la masificación de los ambientes. Domina el ATURDIMIENTO de las personas, que no hechizo real; enmascaran la realidad, falseando los funcionamientos. Es una retórica subversiva, cuya eficacia reside en mantener al mayor número de personas en la inopia de una pasividad cómplice.
Es fácil desviarse de unos conceptos a otros, debido a las innumerables conexiones activadas en todo momento. Lo apreciamos especialmente en torno al sentimiento identitario cuando se refiere a un colectivo amplio, el carácter homogéneo siempre será muy discutible. Si se circunscribe a unas pocas condiciones (Lengua, lugar de nacimiento, política), ese concepto aglutinante deja de lado una cantidad importante de condiciones y acapara preferentemente la atención. La desviación se ciñe a su lógica del rechazo automático de quienes no asuman esas condiciones, el componente XENÓFOBO queda instaurado sin necesidad de proclamarlo, incluso negándolo. Esa homogeneidad falseada aquieta las responsabilidades ante las discordancias reales.
Es casi predominante, sino habitual, eso de escudarse en matizaciones impropias para eludir las responsabilidades evidentes. En cualquier país al que dirijamos nuestras observaciones, se produce un fenómeno común, los comportamientos no ofrecen ningún parecido con las declaraciones al uso, hemos de averiguar los caminos ocultos. Si nos referimos al asunto de las MIGRACIONES, se ponen claramente de manifiesto las citadas discordancias. Se trate de mera rutina o la comodidad de no alterar las condiciones de ida actuales, es un hecho la falta de respuesta efectiva de ciertas gentes y países con respecto a los flujos migratorios. Una cosa es el contacto directo con los sufridos emigrantes y muy diferentes las respuestas estructurales displicentes.
Nos hemos instalado paulatinamente en una sociedad de los racionalismos desbocados, pero quizá con el menosprecio de las razones de peso; estas ni se buscan ni se las espera. En semejante mar de fondo, no puede extrañarnos la aparición de energúmenos amenazantes, como el escepticismo radical del nada es fiable. Con lo cual, nos hemos anclado en una CHARCA, de la que no es posible sacar agua limpia; no la hay, según los racionalismos interminables. De donde, será la fuerza, y por lo tanto el poder, quien ejercerá el control de cuanto acontezca. Contemplando dicho panorama, las cualidades humanas no aparecen por ninguna parte y la supuesta complejidad se habrá reducido a una simple demostración de fuerza.
Si el dinamismo y la dialéctica eluden la valoración de las obras humanas, nunca lograrán los apoyos eficaces para seguir debatiendo, se elimina el propio sentido del discurso. El movimiento por sí mismo es insuficiente para un mínimo asentamiento como personas. Los VALORES acordados son imprescindibles como estaciones intermedias en el sinuoso trayecto existencial, son nuevos puntos de partida.
La AUTONOMÍA personal está ligada al mundo y al resto de las personas. No puede caer en los camelos destructivos, la supuesta carencia de valoraciones justificantes, sólo conducen a los dominios nefastos por parte de elementos pretenciosos. Su adaptación a las circunstancias foráneas y características propias, le permite estar presente en lo individual y lo colectivo con una integración plena y gratificante.
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