Todos los tiempos y espacios son difíciles, en todos, existe una dialéctica entre las realidades del presente, espacio y tiempo, con las realidades teóricas. Montesquieu es el problema.
Montesquieu es la pregunta y la solución. Siempre desde hace dos/dos siglos y medio siglos, Montesquieu es el problema. Quizás, diríamos es la navaja de Occam de la sociopolítica, hasta dónde se llega esa hoja y esa espada o esa navaja. Ese es el problema de siempre, al menos de estos dos/tres siglos.
Durante siglos en Occidente, y, en otras tradiciones culturales metafísicas y religiosas, existían una “especie de pequeño Montesquieu”, por un lado, simplificando, estaban las doctrinas y prácticas del rey o de la monarquía, en todos sus poderes, que se tardaron siglos en conseguir, por otro lado, existía una enorme fuerza de la religión oficial y oficiosa de su cultura espacio-temporal. Esos dos poderes se equilibraban, y, por tanto, no se terminaba en el Poder Absoluto, ni de la Monarquía, ni de la Religión. Durante la Edad Media, quizás imitando otras tradiciones no europeas, se intentó que el Pontífice fueses la Máxima Autoridad en Europa, en todos los sentidos. En la Edad Moderna, se intentó que fuese la Monarquía, cada uno en su trozo geográfico…
Pero ninguna de las dos fuerzas o tendencias teóricas o prácticas, triunfaron definitivamente, bajo la luz, ni de lo medieval, ni después de la Edad Moderna. Sino que ambas llegaron a niveles de equilibrio, mejores o peores, mayores o menores, con enormes rasgones y derrumbes y comedias trágicas y tragedias cómicas, en las realidades de cada época.
Pero después vino, el siglo dieciocho, y, con ellos, multitud de cambios, en las prácticas humanas, entre otros la revolución industrial, en su primera fase, 1750, y, todas las revoluciones políticas, el parlamentarismo inglés, la independencia americana, y, otras decenas de factores y variables que en mayor o menor grado cambiaron la realidad, teórica y, en mayor o menor grado, práctica. Hubo o tuvieron que ir desenredando el orden del Antiguo Régimen, e, imponer otro, el Nuevo Orden...
Uno de los arietes que los humanos inventaron, no tomado totalmente de la democracia ateniense, de la que tanto se habla, fue la separación de poderes de Montesquieu, un sistema político, que puede ser monárquico o ser republicando, en el cual el poder Ejecutivo –sea doble o sea uno, sea separación de Jefe de Estado y Jefe de Gobierno, o sea uno, Monarquía que acapare los dos poderes, o sea República Presidencialista-, es distintos del Poder Judicial, del Poder Legislativo. En la práctica este es el principio de todo. Que aunque creamos que es lo mismo que la Democracia, es distinto en muchos aspectos. La Democracia es un sistema de elección de los Representantes Políticos Máximos Legislativos y, en otros órdenes de realidades, según territorios mundiales. No es lo mismo ambos conceptos, al menos totalmente, Democracia y los Tres Poderes –póngamelos así-.
Pero es cierto que se interrelacionan. Una piedra o un avión se pueden caer por la ley de la gravedad, con distintas velocidades según la masa. Pero los humanos somos capaces de crear multitud de formas y maneras de relacionarnos. No somos como la gravedad, sino que inventamos y diseñamos multitud de leyes sobre un tema, y, pueden ser distintas. Somos animales que creamos leyes y normas sobre mil temas, y, cada ley o norma según la sociedad que legisle puede ser diferente… La antropología, sociología, psicología y las ciencias sociales, muestran la diferencia de conducta humana, de legislación humana, de fines humanos…
Y, aquí estriba el problema, desde sistemas de elección democrática de los Altos Cargos y las cargas políticas que deben soportar, y, los sistemas de los Tres Poderes de Montesquieu, que son la base de esta entidad que denominamos democracia, pero compuesta por estas dos realidades básicas… forman y conforman, diríamos el sueño europeo y occidental, de estos tres últimos siglos. Hemos estado intentando que esta visión de la realidad se exprese en la misma realidad humana… Y, aquí estriba el caballo de combate y el caballo de Troya.
Esta historia de este último siglo, hemos visto, que se puede pasar desde un poder democrático, tanto en la elección de las Máximas Personas que ostentan el Poder Máximo, hemos asistido como tomando el poder en mayor o menor grado en sistemas de elecciones libres, pueden después, ir pasando a ir restringiendo/anulando/rescindiendo las diferencias entre los Tres Poderes, es decir, la invención o descubrimiento de Montesquieu, que a su vez se basaba, en el Derecho Natural. O, dicho de otro modo, durante siglos, tanto el rey, por muy emperador que fuese o por muy rey que fuese, sabía que tenía que aceptar una “normativa natural” que estaba y era superior a su poder, y, una “normativa religiosa en determinados temas”, que era superior a su propio poder. Ese era el sistema de separación de poderes medieval y durante muchos siglos…
Pero, en cierto modo se olvidó a Dios, y, por tanto, las normas naturales y normas morales naturales, y, tuvimos que inventar los Tres Poderes de Montesquieu, para intentar que ninguna Tiranía, Satrapía, Dictadura –las tres formas de dictaduras existentes- se impusiese en la realidad… Montesquieu es el intento de limitad el Poder y los poderes del Poder Máximo –sea en forma de Monarquía o sea en forma de República-. No sé, si ustedes lo quieren entender. (Otro día hablaremos o no, del Cuarto Poder –que no es la prensa como se dice, sino el Poder Económico,,,, y la Prensa la dejamos en el Quinto Poder si ustedes lo desean-).
La cuestión es la tentación permanente y constante de estos tres siglos, desde sistemas democráticos ir hacia sistemas no-democráticos. Si se mata a Montesquieu o se le hiere de muerte o se le cercena alguna pierna, aunque existan elecciones, nos podemos encaminar hacia la muerte de Montesquieu. Este es el problema. No sé, no sé si ustedes lo entienden, no sé si desean comprenderlo… No sé si entienden los cuatro poderes, que para funcionar la Democracia, deben equilibrarse, siguiendo a Montesquieu, aunque él solo descubrió tres, pero son cuatro, al menos ahora. Paz y bien…
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