Con ocasión de un nuevo Tratado de la ONU que al parecer abre la posibilidad de producir, enviar o disponer de vídeos e imágenes participando en actos sexuales, el periodista Alex Rosal en un artículo publicado en Religión en Libertad hace una descripción muy detallada de cómo a través de la “ventana de Overtón” se puede lograr la aceptación y legalización de la pedofilia.
El articulista explica que Joseph. P.Overton, ex vicepresidente del Centro Machina de Políticas Públicas de Michigan (EEUU) en los años 90 dió a conocer su teoría, conocida popularmente como “ventana de Overton”, en la que exponía la limitación de los políticos a la hora de transformar la opinión pública en favor de inéditos cambios sociales.
Es decir que nuestros políticos de hoy sólo apoyan lo que esté dentro del marco de la ventana y que les favorezca electoralmente. En esta vertiginosa carrera en la que ha entrado la clase política actual por “transformar” los principios naturales y morales de la sociedad occidental que tradicionalmente han sustentado los pilares que la han fortalecido, llama la atención que los que dicen representar esos principios, acepten e incluso propugnen con sus votos toda la legislación que ha abierto la puerta a que los ciudadanos no encuentren límites a sus libérrimos actos sean estos o no conforme a la naturaleza y dignidad de las personas: aborto, eutanasia, negación del sexo biológico, transexaualidad, ideología de género, etc.
La ventana de Overton cada vez se ha estrechado más para los que creemos que el hombre y la mujer son criaturas diferenciadas por el sexo y su rol en la maternidad, pero iguales en dignidad y derechos. Que la vida merece ser protegida y respetada desde su primer aliento hasta el último; que los niños y niñas merecen el cuidado y la la protección moral y jurídica contra quienes atenten contra su inocencia y fragilidad y que la libertad es el bien más preciado del hombre, que exige ser respetado y defendido por quienes tienen en sus manos el deber de defender y aplicar las normas que la garantizan.
La pregunta es si se podría ampliar la ventana de Overton para ir adentrándose en ella quienes ofrezcan las respuestas adecuadas a los retos que los nuevos tiempos nos exigen. La sociedad está hoy ávida de líderes que sean veraces y coherentes y que sepan hacer frente a los graves dilemas que el desarrollo vertiginoso de la humanidad nos presenta. El drama del hombre es que no encuentra satisfacción en las respuestas que le ofrece la política, la economía, la sociedad o incluso la propia religión. Los grandes poderes se han desplazado hoy desde los Estados a los grandes supermillonarios y trusts financieros; el mundo ya no está fracturado en las dos grandes superpotencias que representaban el capitalismo y el comunismo que gobernaron gran parte de la sociedad occidental; Internet y la IA han revolucionado la información y conocimiento, la educación, las relaciones personales e incluso los riesgos para nuestra seguridad personal y colectiva. El hombre se siente hoy inseguro y desconcertado.
La desorientación que todo esto produce, conduce a cancelar la historia de los pueblos para reorientarla hacia una “realidad” manipulada a capricho del consumidor, a recelar de la propia cultura como dominadora de las insatisfacciones y limitaciones y a renunciar a la dimensión trascendente o espiritual de la existencia humana, llegando a equiparar el ser corporal humano al mismo nivel que el de los animales que pueblan la tierra. Por tanto se necesitan hoy liderazgos con suficiente capacidad intelectual y moral para enfrentarse a una sociedad que sufre un incesante y apasionante proceso de transformación.
“La libertad no es la capacidad de elegir entre opciones preexistentes, sino la posibilidad de crear nuevas opciones”. Esta cita de la famosa filósofa y politóloga Hannah Arendt es una urgente llamada para que renazca una nueva saga de líderes mundiales que sean capaces de construir un futuro adaptado a los cambios culturales, tecnológicos y políticos que la sociedad actual demanda y requiere. Una simple observación de la realidad demuestra que el marco de la ventana de Overton resulta hoy demasiado agobiante y angosto…
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