Soy un apasionado de la política y a la vez también me apasiona la literatura clásica española. Cada vez que leo un libro de un clásico y hago una exhaustiva comparación entre los personajes de muchas obras literarias y muchos (no todos) de los políticos que hoy día nos representan, créanme, las similitudes son enormes. La política española y la catalana son como un esperpento que no tiene nada que envidiar a las piezas teatrales de Ramón María del Valle-Inclán; las intervenciones de muchos/as de los parlamentarios/as en el Congreso de los Diputados y en el hemiciclo del Parlament de Catalunya son oratorias propias de las antiguas novelas de caballerías; los desenlaces explicativos de alguna que otra alcaldesa son similares a los de la protagonista del libro La Regenta de Leopoldo Alas “Clarín”; y me acuerdo de los versos y poemas sátiras que escribió Francisco de Quevedo sobre la política de su época, que son muy equiparables al inocuo desarrollo de la política actual a causa de algunos de sus protagonistas. En fin, que la imaginación literaria tiene grandes similitudes con esta política española que hoy día nos brinda espectáculos bastante deprimentes y denigrantes.
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