Omar Cruz, nuestro colaborador, nos presenta una selección de poemas de César Cedillo Méndez, quien es poeta y psicólogo infantil (Ciudad de México). Pertenece al grupo «Poetas en Construcción» y al «Foro Cultural el Kokodrylo».
Ha participado en diferentes encuentros e intercambios en: México, España, Francia, Argentina, Perú, Paraguay, Ecuador, Chile y Colombia. Además de que, tuvo una participación destacada en el segundo intercambio internacional de arte popular entre ciudad de Nezahualcóyotl (México) y Toulouse (Francia) y recientemente se hizo presente con su obra literaria en el IV Encuentro Internacional de la Espera Infinita en Honduras.
Dos de sus poemas están integrados en los murales de Alfredo de Arcos (Centro Regional de Cultura y Plurifuncional en ciudad Nezahualcóyotl). Ha publicado en las revistas Piel (Tenerife, España), Alterarte, Flor de polvo y Nezafora en México y en la antología «Amigos de Chosica» en Perú. Su obra publicada consiste en «Tejiendo Voz» Antología Editorial UNAM- FES Zaragoza, (1984). «Tenue Imagen» Editorial Fausto, (1997) «Poesía para el viaje» Editorial Poetas en Construcción, (2005) «Pez de Ceniza» Editorial Poetas en Construcción y Alterarte, (2023) y «Conciliar la noche» Editorial Poetas en Construcción y Alterarte, (2024).
Agorafobia
Un metal se seca en la sien párpados heridos por columnas y campanas.
Mirada humedecida de tanta ciudad negra calles de angustia polvo sangriento de humo indestructible.
La casa, mi casa, a la intemperie me deja.
Me alejo de mi cuerpo y mis pies avanzan en agua-sangre temblando.
Existo transfigurado en las paredes que me detienen, y me aprisionan ceñido fragmentado, obstruido por de mí en el vacío abierto de mi cielo.
Insomnio de locura
Noches purificadas de incertidumbre, desnudo niego la sombra que me habita: anchos son los días de miedo y desconfianza, y la envidia henchida me desangra.
Una cortina de silencio cae sobre mi cama.
Mi cerebro es un caminar de rio lento, sin razón, en este mundo que nunca se detiene, soy vino en las venas que no viaja.
Cada noche es premura tranquila.
Al día siguiente, el tiempo que no vivo, me delata, encadena mi esperanza y la locura de las flores, me mata.
Dejar de cesar
He de morir incrédulo y renegado, mezclar mi carne con la piedra y curar lo que ahora no reverdece, volver a ser hoja de árbol, piel de arcilla y madera.
He de ascender para ser gusano y cambiarlo todo en la tierra.
He de recorrer caminos silenciosos y olvidados por las cosas en el destino inútil de seguir siendo niño y criminal juez y verdugo de mis vívidas cenizas.
Sólo ha de salvarme la fe de que nada me espera.
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