Ambiciones, ansias de poder, luchas, envidias, rencores, prepotencias, abusos del desvalido y otras tantas perversiones, constituyen la cara negra y dañina del ser humano. También hay otra faz blanca y benéfica y es la que representa las acciones de los hombres buenos, no hablo en sentido religioso, este trabajo no lo es, sino de aquellos que llevados por su bonhomía, ayudan y socorren, en ocasiones hasta el sublime sacrificio de dar su vida por el necesitado, a quienes precisan de ellos, aunque no lo conozcan. Son las dos caras de la moneda que constituye la vida de los humanos.
Esta es la dicotomía que compone a cada persona. En ocasiones este animal, llamado hombre, es capaz de realizar la mayores acciones de generosidad y amor hacia los demás; así como de bajar hasta las más profundas perversiones y aberraciones del abismo. De unos y otros no nos faltan ejemplos en la historia de la Humanidad.
Si tuviésemos realmente conciencia de la insignificancia que somos los simios promocionados, llamados humanos, nada de esto ocurriría.
Esta pregunta me ha atormentado desde que era un adolescente o quizá antes. ¿dónde estamos? ¿qué es lo que nos sustenta? ¿a qué asidero podemos aferrarnos?
Estas interrogantes eran tan atroces para mí, que no me atrevía a buscarle respuestas convincentes. Me aterrorizaban de tal manera que tenía que arrancarlas, como mala hierba, de mi mente, ya que el terror que me causaban no podía superarlo ni soportarlo.
Hoy el conocimiento, las muchas vivencias experimentadas a lo largo de mi dilatada vida, me han posibilitado para que, con serenidad, sin miedo ni aversión, me enfrente a ellas y admita todo lo que pueda darles respuesta, y aunque sea aterrador, es admisible porque no tenemos a nada más que pueda proporcionarnos apoyo.
¿Dónde nos encontramos? ¿Cuál es el lugar en el desarrollamos nuestra pequeña y desventurada existencia? Está admitido que somos partes del Universo, pero ¿qué es el Universo? Si recurrimos al DRAE, nos dice que es el conjunto de todas las cosas creadas.
Bien, daremos por buena esta definición, pero esas cosas creadas ¿dónde se ubican? ¿en qué se sostienen? ¿Por qué siguen existiendo? ¿de dónde salieron y quién fue el que las hizo aparecer? ¿Qué mantiene todo lo creado? ¿Qué compone su esencia y existencia?
Creo que, en realidad, la mayoría de los que llamados seres humanos, ni siquiera se planteen esta cuestión o, caso de que lo hagan, no encuentren respuesta a ella, al igual que yo tampoco la descubría y profundamente me aterraba, hasta que ahora, pienso que si no encuentro respuesta, por lo menos no sufro aquel terror pánico que me ha atormentado durante tantos años.
¿Dónde estamos? En un inmenso vacío que, desde la creación, se ha ido llenando de la materia que rellena solo algunos de esos huecos de esa carencia de existencia, es decir, el inconmensurable vacío.
¿Qué somos, no solo los humanos, sino todos los seres, inanimados también incluidos, que llenan esta nada principal y esencial? Según entiendo, seres, figuras pasajeras que existirán durante un tiempo determinado y después desaparecerán ¿para siempre? Chispas, según Virgilio, que saltan de una inmensa hoguera de la divinidad a la que, pasado un breve instante han de volver.
Pero ¿a qué nos agarramos? ¿Qué cosa tiene suficiente solidez y resistencia para que no desaparezca todo lo creado?
A propósito de lo creado. Tuvo que haber un momento, antes de la creación, en el que todo era un ilimitado vacío, una nada absoluta, una no existencia que lo llenaba todo, aunque la no existencia, por ser la carencia absoluta de la existencia, no puede llenar nada, por lo tanto sería un vacío total, una infinita falta de presencia.
La mente se pierde en estas reflexiones: la nada es la carencia de existencia, por tanto, al no haber existencia, de la misma manera no puede existir nada. Tenemos aquí una contradictio in terminis, u oxímoron como dirán los griegos, si no existe nada, nada puede ser.
¿Cómo se empieza a llenar esa enorme nada? ¿Está totalmente colmatada con la existencia de lo que hasta ahora conocemos? Parece ser que no, que este universo que, en un momento dado, surgió, emergió de la no existencia, aún sigue expandiéndose y rellenando huecos de ese enorme vacío en el que todo lo creado se encuentra.
Que el Universo sigue expandiéndose parece que está más que demostrado, ¿acaso es el surgir de nuevos cuerpos celestes lo que hace que continúe en su expansión, al mismo tiempo que hay otros que finalizan su ciclo de existencia y perecen?
¿Pero, dónde está ubicado todo esto? En un vacío inicial que, a pesar de la creación del Cosmos, sigue existiendo, puesto que este continúa expandiéndose pero ¿qué había antes de que se originara todo lo existente?
¿Cómo surgió todo lo que nos rodea, el Macro y el Microcosmos? ¿Quién creo existencia de la no existencia? Esta pregunta hace que nos veamos abocados a entender que tiene que haber un Ser, anterior a todo lo creado, que hizo que, de la nada más absoluta, surgiese todo lo que nos rodea. Pero esto en lo que todo lo creado está inmerso, no puede existir por sí mismo, no tiene realidad en sí mismo, ha de ser sostenido por alguien que mantiene lo que es existencia de la inexistencia.
Parménides dice: “Ex nihilo nihil potest fieri” “Nada puede surgir de la nada”. Es un axioma que, como tal, no necesita demostración, pero entendemos que este sabio se refería a que por el hombre nada puede ser hecho de la nada. Por ello, para que algo pueda surgir de la nada no bastan las fuerzas y conocimientos humanos, sino un poder superior, sin límite en el tiempo ni en el espacio, fuera de estas coordenadas humanas, que sí pueda crear existencia de la inexistencia.
En una palabra: Dios.
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