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Atención a esta frase del ámbito económico y financiero: «Cuando los agentes económicos mantienen perspectivas optimistas no siempre aciertan, pero cuando se generaliza el pesimismo es mucho más probable que se materialice». Piensen, es lo que ocurre en España... Y más allá de una visión económica, entran en juego el ámbito sociológico y el psicológico.
Esto es un fenómeno social que se produce cuando las creencias y expectativas colectivas influyen en la realidad y contribuyen a que se cumplan. No solo hay señales que indican que vamos por el camino, sino que los “conductores” del Estado se niegan a creer en lo normal, y algunos no se creen ni su propio control.
Todos los indicadores económicos señalan que hay que tomar medidas para revertir la precaria situación de las finanzas del país, pero el Gobierno se niega a asumir el coste y el desgaste político que significaría reconocer el fracaso de su modelo y hacer los ajustes que corresponderían... En lugar de tener la valentía para hacer un diagnóstico sincero y tomar las medidas correctivas que hacen falta, prefiere apostar por ganar tiempo... ¿Tiempo para qué? ¿Para seguir con su corrupción? ¿Para seguir chantajear y engañando a los españoles? ¡Qué vergüenza! ¡Qué pena!
Los votos y el apoyo a la formación política Junts per Catalunya son los votos del espanto, y la triste realidad es que muchos catalanes compran sus mentiras. Los catalanes ya sabemos cómo gobiernan estos de Puigdemont y compañía, pero por lo visto hay personas que les gusta ser engañados.
Hoy quiero invitarlos a reflexionar sobre la vejez, que en distintas tradiciones filosóficas ha sido considerada como una etapa vital en la que la experiencia se materializa en sabiduría. Pues bien, desde la modernidad hasta nuestros días se ha desplazado sistemáticamente el valor en la vejez hacia la vereda de la marginalidad.
La baja tasa de natalidad en España es una preocupación que afecta a la sostenibilidad demográfica y económica del país. Según datos del INE, en 2021 la tasa de natalidad fue de 7,6 nacimientos por cada 1.000 habitantes, una de las más bajas de la UE. Esta tendencia descendente ha llevado a una disminución de la población activa y a un envejecimiento progresivo de la sociedad, lo que pone en peligro el sistema de pensiones y otros servicios sociales esenciales.
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