La Unión Europea proyecta imponer nuevos aranceles a los vehículos eléctricos fabricados en China a partir de octubre. Si los Estados miembros aprueban la medida, los gravámenes se sumarían a los derechos de importación del 10% que ya se aplican para proteger mediante aranceles la producción local frente a las importaciones chinas injustamente subvencionadas. La nueva propuesta es resultado de la investigación exhaustiva de la cadena de valor que aborda la fijación de aranceles firma a firma. Una conocida marca estadounidense será la más beneficiada por el nuevo cálculo: los aranceles sobre sus vehículos eléctricos quedan reducidos al 9%. Las dos principales marcas alemanas de automoción y sus socios en empresas conjuntas en China deberán hacer frente al 21,3%. Los tipos propuestos para los principales fabricantes chinos se encuentran entre el 17% y el 36,3%.
El enfoque caso a caso de la Unión Europea supone una medida más templada que la de Estados Unidos, cuya Administración ha elevado del 25% al 100% los aranceles a todos los vehículos eléctricos fabricados en China. A corto plazo, los grandes fabricantes chinos de vehículos eléctricos probablemente tendrán capacidad para absorber los costes adicionales sin incrementar sus precios en Europa. No en Estados Unidos. Sin embargo, este mercado apenas representa el 1% de las exportaciones chinas de vehículos eléctricos, frente al 40% destinadas a Europa.
La adopción de nuevos gravámenes pone de manifiesto el creciente malestar occidental por el aumento generalizado que están registrando las exportaciones chinas en muchos sectores a precios muy agresivos para contrarrestar la debilidad de su demanda interna. En los últimos años, los compradores occidentales se han vuelto más sensibles al precio y la diferencia de calidad percibida entre los productos chinos y los occidentales se ha reducido. Es probable que la Administración china esté impulsando el crecimiento de las exportaciones para cumplir sus objetivos del PIB e incentivando a las empresas para que mantengan la producción y eviten despidos masivos. Este exceso de capacidad se redobla en las industrias sostenibles, como la fabricación de vehículos eléctricos, cuyo desarrollo China ha promovido intensamente con facilidades de acceso al crédito.
Los aranceles suponen una respuesta inmediata para proteger a los fabricantes nacionales en un contexto de frágil recuperación. Sin embargo, sus consecuencias a largo plazo son imprevisibles. La sobreoferta de vehículos eléctricos baratos chinos podría dirigirse a otros mercados y amenazar las exportaciones de vehículos occidentales. Otro problema inmediato es la posibilidad de fuego amigo: muchas marcas europeas que tienen centros de fabricación en China se verán afectadas. Además, es probable que se acelere la localización de la producción de vehículos eléctricos chinos en la Unión Europea.
El contexto de nuevos aranceles añade incertidumbre a un sector que ya enfrentaba riesgos a la baja. Es probable que los gravámenes impidan la caída de precios, frenando la expansión de este segmento. Los fabricantes europeos se oponen a los aranceles por temor a una espiral de medidas de retorsión. Por el momento, el mercado asiático no tiene previsto imponer aranceles a los vehículos eléctricos europeos, pero esto podría cambiar en función de las negociaciones en curso. China ha iniciado investigaciones sobre algunas importaciones europeas de alimentos y bebidas, lo que plantea la posibilidad de una guerra comercial más amplia con la Unión Europea.
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