Mi cara ha cambiado esta misma mañana de color. No lo puedo remediar. En cuanto me levanto por la mañana, lo primero que hago, es coger mi WhatsApp, creo que se escribe así, para ver lo enviado. Después no lo abro hasta que me acuesto. No lo puedo remediar, soy hombre de costumbres, mis hábitos llevo tiempo acostumbrados a ellos.
Ahora mismo no tengo cara de tener amigos. He recibido uno de estos mensajes, en uno, he observado con mi mirada, viendo a un hijo de su madre. A Patxi López, llevando en primera línea una sepultura a hombros de un compañero suyo asesinado a tiros en la nunca a sus espaldas, donde fue ametrallado por la banda de asesinos etarras, esta visión, venía escoltada de otra, en donde se le veía a este traidor, no de España, sino de sus propios compañeros, en una reunión reciente y con caras alegres con Otegui.
Quién nace lechón, muere cochino. Esta es la pura verdad. No comprendo cómo estamos consintiendo y pasar por alto, tanta maldad y execración en esta persona, la de Patxi López, el guardaespaldas del jefe del gobierno comunista social de España. Hemos llegado a tal extremo de maldad en todos nosotros que, estamos llegando a un precipicio de incalculables dimensiones difíciles de calibrar, donde todos, unos detrás de otros, hemos cogido el pico y la pala ahondando en este socavón.
No sé si este hombre, el hijo de su madre, ha tenido alguna vez, algo de vergüenza, mejor dicho, de hombría digna de haber olvidado tantos asesinatos de compañeros suyos, y hablar amigablemente con los herederos y amigos entrañables de ETA. De todo esto he sacado una reflexión. ¿Son todos los socialistas iguales? Honradamente creo que sí.
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