Encuentro similitud entre las actitudes de la clase política y las relaciones que mantenían los neardentales hispanos hace más de 40.000 años. Estos, como aquellos, se pasan la vida en constantes trifulcas por el dominio sobre la “cueva nacional”. Tan solo les falta ser caníbales, aunque hay una suerte de “canibalismo mental” entre ellos. El asistir a través de los medios a una sesión de las cámaras, se asemeja a la presencia en una pelea corralonera de los viejos percheles malacitanos. Insultos, descalificaciones, epítetos, carcajadas, pitidos y aplausos desaforados, cortes de mangas, etc., se cruzan en una especie de cancha virtual de sumo. Esto les impide realizar el trabajo para el que les hemos “contratado” los españoles. Que si no me equivoco, consistía en cumplir el programa que presentaron en las elecciones por parte de los gobernantes, y controlar el cumplimiento del mismo por parte de la oposición. Nada de eso. Los unos (sin hache), se dedican a conservar “la cueva” como sea y los otros, a intentar asaltarla a base de improperios y “más tú”. Todo un ejemplo para las futuras generaciones. Para colmo, las más altas instituciones del derecho y la justicia han entrado en el juego. No puedo comprender como estamentos tales como la judicatura, la fiscalía y la abogacía, se dividen en “progresistas” y “conservadores”. Esta clasificación ya nos habla de tendencias que dificultan su total imparcialidad. Todo esto trae como consecuencia que dudemos del progreso de madurez del ser humano. Si a través de los tiempos no conseguimos progresar en la convivencia, es debido a que pensamos más en el yo y en los nuestros, que en el bien común. Nos hemos escandalizado de esos parlamentos orientales o iberoamericanos que acaban a puñetazos. A los nuestros les faltan tres telediarios para acabar así. Estoy avergonzado.
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