La bajada de tipos de interés realizada en Europa tiene un claro beneficiado, en el ámbito de los mercados de activos: la renta fija y, más concretamente, la deuda pública en plazos cortos y medios.
Lo esperable, a partir de aquí y en el caso de que continúe (como esperamos) este proceso de normalización monetaria, es una bajada paulatina de rentabilidades a lo largo de toda la curva de bonos, pero especialmente pronunciada en los tramos de cero a cinco años. Es decir, esperamos una mayor pendiente en la curva de deuda. La parte más larga (10 años y superior) también se verá beneficiada por este impulso aunque en menor medida, dado que, en el futuro, las bajadas de tipos deberían traducirse algo más de crecimiento económico, es decir, algo más de inflación.
También los bonos de deuda privada, especialmente los de mayor calidad, deberían verse favorecidos, por la revalorización general de la deuda y por un comportamiento, cuando menos, razonable de los diferenciales de crédito, en un contexto de mejora de la financiación empresarial.
Por lo que toca a renta variable, la señal es mixta: por un lado, las bajadas de tipos benefician a las empresas en la medida que abaratan sus costes de financiación. Así mismo, favorecen a sectores como el consumo discrecional, al favorecer también la capacidad de endeudamiento de los consumidores. Por otro lado, no debemos dejar de tener presente que este movimiento de bajada de tipos se lleva a cabo porque la inflación está contenida pero, sobre todo, porque la actividad económica se está deteriorando. Esto es negativo para los beneficios empresariales por las menores ventas.
En ese sentido, el movimiento final en las bolsas dependerá de la intensidad de la ralentización económica. No debemos olvidar que, a día de hoy, los mercados de renta variable cotizan en esencia, el mejor escenario posible (inflación conteniéndose, tipos en reducción, crecimiento en modo “aterrizaje suave”). Por lo tanto, una modificación en alguna de estas variables podría ocasionar distorsiones, que pueden afectar a la cotización bursátil. Caso de producirse este extremo y, en ausencia de otros impactos no contemplados (de tipo geopolítico, por ejemplo), estaríamos ante una clara oportunidad de compra de acciones, especialmente en aquellos sectores que puedan recoger mejor un futuro ciclo económico positivo, a medio plazo.
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