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‘Franco y José Antonio. Historia de la Falange y del Movimiento Nacional (1923-1977)’

La reedición ampliada, revisada y necesaria de un clásico
Herme Cerezo
miércoles, 23 de octubre de 2024, 09:06 h (CET)

Stanley G. Payne (Texas, 1934) ha reeditado, todo un acierto, uno de sus títulos más clásicos, publicado por primera vez en 1997 y ahora revisado y actualizado. Se trata del volumen ‘Franco y José Antonio. Historia de la Falange y del Movimiento Nacional (1923-1977)’, editado por Espasa. Lo primero que llama la atención es el atrezzo, es decir, la portada, bañada en los tradicionales colores negro y rojo de Falange, unos tonos que intimidan y que, a los que hoy peinamos canas, nos transporta aúna época llena de momentos oscuros y trágicos, teñidos de inevitables miedos atávicos.


Stanleypayneportada


‘Franco y José Antonio’ abarca un periodo de cincuenta y cuatro años del pasado siglo, un tiempo que parece lejano pero que en realidad está ahí, próximo, vivo, palpitante. En la Introducción, Payne cuenta que no es la primera ocasión que escribe sobre fascismo y remite al lector a su primer trabajo, elaborado con metodología poco ortodoxa a finales de los años cincuenta. El historiador norteamericano visitó la España de aquel tiempo y se movió a través de las escasas fuentes de información existentes entonces, recurriendo a las técnicas de la historia oral, entrevistas y testimonios, como método de investigación. Sus trajines por aquel país en reconstrucción no pasaron inadvertidos para las autoridades franquistas que, no obstante, le permitieron desarrollar su trabajo sin inmiscuirse. El libro fue publicado y penetró en España, de contrabando, dentro de la mítica colección Ruedo Ibérico.


Habla Payne de que, aunque existen varios modelos de fascismos, dos son los más destacados por su repercusión internacional: el italiano y el nacionalsocialista alemán, el nazismo, que, además, contenía en su doctrinario elementos diferenciales entre los que destacaba su  antisemitismo. Sin embargo, el fascismo español estuvo principalmente influenciado por el modelo transalpino y no en vano, durante los años 1934-1935, el partido de José Antonio Primo de Rivera recibió subsidio económico desde Italia. Algo parecido le ocurrió a su padre, que buscó también inspiración para su dictadura en el régimen italiano, sin olvidar que Alfonso XIII era ferviente admirador de Don Benito. Y algo que llama poderosamente la atención es que, siendo un grupo político que apenas contaba con 5.000 afiliados a finales de 1934, a lo largo de la Guerra Civil y la posguerra desempeñó un papel muy relevante.


Para enmarcar el contexto histórico, el historiador norteamericano dedica un importante capítulo a desmenuzar la evolución de los partidos de la derecha y del sentimiento nacionalista desarrollado en España durante el primer tercio del siglo XX que, tras varios intentos infructuosos, desembocaron en la creación de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), que concurrió a las elecciones republicanas. Ello le permite iluminar su relación con la formación falangista, de la que José Antonio Primo de Rivera, hombre de raigambre nobiliaria y ancestros andaluces, leído, culto, apasionado, arrogante, estudiante de Derecho y abogado de éxito, consiguió convertirse en líder. Su fusilamiento en noviembre de 1936 en Alicante, donde se encontraba preso, frustró sus expectativas políticas. El Ausente, como así fue llamado a partir de entonces, adquirió una fuerza y un relieve de primer orden dentro del panorama español de la época. Payne no pasa por alto tampoco, los varios planes de fuga del líder falangista, a los que Franco, de manera tibia, respaldó económicamente.


El pensamiento de José Antonio Primo de Rivera resulta complejo. Aunque se declaraba fascista, concibió un fascismo sui generis, puesto que determinados matices del modelo italiano y del nacionalsocialismo alemán no le convencían. No obstante, incluso para sus propios seguidores no terminaba de ofrecer el perfil de un líder político, pues sus pretensiones culturales y su refinamiento le restaban carácter para este cometido. Tras conocerlo, Unamuno lo definió como «un muchacho que se ha metido en un papel que no le corresponde. Es demasiado fino, demasiado señorito y, en el fondo, demasiado tímido para que pueda ser un jefe y ni mucho menos un dictador». Por su parte, uno de los intelectuales del nacionalsindicalismo, Ramiro Ledesma Ramos opinaba que en él imperaban  «contradicciones de tipo irresoluble, procedentes de su formación intelectual y de las circunstancias político-sociales de donde él mismo ha surgido». Esas contradicciones le convertían en una víctima, capaz de «devorar su propia obra y – lo que aún es peor – la de sus colaboradores». Su ideología, además, bebía de manantiales diversos: de Ortega, de su admiración por la aristocracia inglesa, del fascismo italiano e incluso del socialismo. Algo semejante ocurría con el mismísimo Duce.


En las elecciones de 1936, Falange obtuvo un mínimo número de votos, lo que les impidió acceder al parlamento. El progresivo deterioro de la realidad política, salpicada de atentados y asesinatos entre elementos de uno y otro signo, provocó que José Antonio se mostrara partidario de una contienda civil como única solución viable para el futuro de España. Y a pesar de que buscó alianzas, se mostraba dispuesto incluso a ir a la lucha, aunque fuera sólo con sus propios recursos (10.000 fusiles).Animado por este impulso, concertó una entrevista con Franco, entonces jefe del Estado Mayor, en la que, siguiendo su táctica habitual, el futuro dictador se mostró cauto y desvió la conversación hacia otras cuestiones, pues no quería verse involucrado en algo que, claramente, constituía un acto delictivo. La posterior detención y encarcelamiento de José Antonio Primo de Rivera, paradójicamente o quizá no tanto, provocó un auge de la Falange que alcanzó dimensiones de afiliación nunca conocidas en el partido. Hasta aquel momento, Falange disponía de escaso margen de maniobra dentro de un espectro político muy fragmentado, ocupado por partidos de toda índole, desde católicos y liberales hasta socialistas y comunistas. Por otro lado y, a diferencia de lo que ocurría en Italia y Alemania, los militares españoles continuaban detentando poder, lo que limitaba igualmente las posibilidades de éxito de una posible movilización fascista.


Como cuenta Payne, iniciada la guerra y especialmente durante los primeros meses, entre otras cosas las milicias falangistas fueron utilizadas por las fuerzas insurgentes como ejecutoras de la represión antirrepublicana, casi siempre supervisadas por mandos militares. Los soldados se necesitaban en el frente y alguien debía de ocuparse de este «trabajo» en la zona sublevada. Franco llevaba idea de «reducir a un común denominador los varios partidos e ideologías del movimiento» en palabras de Serrano Suñer. Por ello, en abril de 1937, mediante el Decreto de Unificación, agrupó las distintas fuerzas, no militares, que intervenían en el conflicto dentro de un nuevo conglomerado denominado FET de las JONS, que permitió que el propio dictador se erigiese en el jefe nacional de Falange. El resultante ideológico de todas estas circunstancias fue un régimen ecléctico, mezcla de derechismo y religión, que nunca abandonó los principios fundamentales de autoritarismo, nacionalismo, tradicionalismo y catolicismo, un «fascismo frailuno» en palabras del hispanista tejano.


En sucesivos capítulos, rematados con un copioso apartado de notas y una amplia bibliografía, reflejo del inmenso trabajo de documentación y lecturas llevado a cabo por Payne, el libro desmenuza aspectos tan relevantes del movimiento falangista como la Sección Femenina, la Organización Juvenil Española, el SEU, la participación de España en la II Guerra Mundial a través de la División Azul, la Organización Sindical y la última etapa del Movimiento y sus disidencias, que condujeron a su disolución en el año 1977. No cabe duda de que la victoria de Franco en la Guerra Civil difuminó en gran medida la figura y la obra del fundador de la Falange y promotor del fascismo en España.


De José Antonio Primo de Rivera se ha escrito y se seguirá escribiendo. No albergo ninguna duda de que continuará siendo un personaje atractivo para la historiografía de nuestro país, pues su prematura muerte, que lo elevó a la categoría de mito, dejó muchas incógnitas por despejar, algo que siempre constituye un irresistible reto para investigadores, historiadores y también escritores de ficción.


‘Franco y José Antonio. El extraño caso del fascismo español'

Stanley G. Payne 

Ed. Espasa. 2024

Tapa dura con sobrecubierta 

928 páginas

Precio: 29,90 euros.

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