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El frío

Un adolescente que se busca es lógico, un profesor que no le ayuda a encontrarse, no
Manuel Rebollar Barro
viernes, 25 de octubre de 2024, 09:58 h (CET)

Resulta imposible no hallar alguna realidad del mundo actual sin refrendo en un capítulo de “Los Simpson”. Aunque ya sean más de 30 años en antena, siguen mostrando de manera certera y constante un espejo crítico donde ver el sinsentido de nuestra civilización. Si algún desastre acabase con nosotros, cualquier otra especie que llegase al planeta podría saber cómo éramos mirando con atención todos los capítulos emitidos y creados por Matt Groening.


Pensaba en esto al ver ayer uno de la tercera temporada donde Lisa, enfadada con su maestra de Historia y su constante dependencia del libro de texto, decidía esconder los manuales a todos los profesores de la escuela, generando el caos entre ellos porque eran incapaces de impartir una clase sin él, reflejando el mundo rígido por el que algunos docentes se dejan llevar a la hora de enseñar, considerando al libro material sagrado y, sobre él y sin salirse de él, avanzar materia.


Obviamente, el capítulo, como todos, estaba llevado a la exageración, pero, si se rasca un poco y vemos lo que la LOMLOE ha propiciado en nuestras vidas, las programaciones se han convertido en el santo y seña de todos aquellos que se agarran a lo que dice la ley, utilizando léxico propio de un contrato de los hermanos Marx para aturullar a todo aquel que pretenda desentrañar los entresijos del aprendizaje. Y se olvidan de que la clave de todo esto es solo una: mostrar el área donde eres especialista para que el alumno tenga acceso a distintos campos del conocimiento para ver si salta la chispa en ellos. No hay más, diga lo que diga la ley. Aunque se hable de saberes básicos, competencias específicas y partes contratantes de la primera parte, lo que hay que hacer primordialmente es recordar por qué eres profesor e intentar trasmitirles la magia de tu asignatura, a pesar de sus desplantes y su desorientación adolescente.


Si tu función se convierte en la de ser un mero lector de lo establecido en un libro de texto y un burócrata que se agarra a lo que marca el BOE, si tu manera de impartir clase se ciñe a estar presente en el aula mientras se lee, bostezo mediante, la página correspondiente, difícilmente captarás la atención de un alumnado perdido, que es lo que toca en estas edades, no lo olvides, no hay nada personal. Un adolescente que se busca es lógico, un profesor que no le ayuda a encontrarse, no. Recuerda que no siempre fuiste el adulto que crees que eres ahora.


En el fondo, aunque no queramos verlo, la enseñanza durante esta etapa de sus vidas no deja de ser la cata de un inmenso muestrario de posibilidades que les ofrecemos a la espera de que un profesor, sobre todo, o una asignatura consiga que se encienda la chispa necesaria para calentar el resto de su existencia.


Y fuera hace frío, mucho frío, demasiado como para no encontrarle un sentido al exterior de la cueva de la que salimos hace mucho tiempo, aunque algunos docentes lo hayan olvidado.

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