El 30 de octubre de 1934 el presidente Salamanca decidió dirigirse al General Lanza para ordenar la reconquista de Ingavi, posición cuya caída en manos paraguayas le mortificaba desde principios de aquel mes de octubre.
Fuerzas Paraguayas, al mando del Teniente Wenceslao López, capturaron Ingavi el 5 de Octubre, neutralizando a todo un cuerpo de Ejército boliviano con Sede en Roboré, y a juicio del presidente boliviano, haciendose prácticamente dueñas del Chaco.
Pocos pensaban en ese momento que la destitución mediante las armas del presidente Salamanca se iba gestando con los cruces de comunicaciones entre el presidente con los generales Lanza y Peñaranda.
En esos últimos días de Octubre, Salamanca exige a Lanza que reconquiste Ingavi, o por lo menos distraiga a los paraguayos atacando esa posición.
En forma confidencial, el presidente le expresa a Lanza sus temores de que la incompetencia de Peñaranda lleve a la ruina a Bolivia, y le promete que ordenará le facilite camiones y todo lo necesario para acelerar dicha operación.
Peñaranda ignorará las órdenes de Salamanca, y negará el apoyo a Lanza requerido para atacar Ingavi.
A fines de noviembre Salamanca, a quien una nueva derrota boliviana en El Carmen terminará por colmar la paciencia, firmará la destitución de Peñaranda que detonará un insólito golpe de estado, en plena guerra internacional y con el enemigo a pocos kilòmetros.
El 27 de noviembre de 1934 en Villa Montes, a tempranas horas de la mañana, un convoy de camiones del ejército boliviano que transportaban varios centenares de hombres se detenía frente a la casa Stout, en que se había dado alojamiento a la comitiva presidencial de Daniel Salamanca, llegada desde la ciudad de La Paz.
Unos trescientos soldados descendieron con rapidez de los vehículos y alrededor de un centenar de ellos ingresaron al perímetro cercado de la propiedad, con varios oficiales al frente.
En ese momento, el ministro de la Guerra, el general Lanza y un teniente coronel salieron al encuentro, para iniciar una violenta discusión con un coronel que dirigía el atraco, en el cual participaban tropas que abandonaron el frente.
Los gritos en el patio despertaron al presidente Salamanca, quien salió de la casa coincidiendo con la llegada del general Peñaranda, quien bajó de su automóvil y se acercó gesticulando y gritando que llegó la hora de verse cara a cara.
El general Lanza, hombre de confianza del presidente, hizo ademán de sacar su arma reglamentaria, pero fue desarmado por oficiales que lo rodeaban, aunque siguió forcejeando.
El general Peñaranda amenazó con ordenar ametrallar, a lo que Lanza respondió que prefería la muerte a la deshonrosa situación creada, para luego arrancar las insignias que llevaba diciendo que le daba vergüenza ser un general boliviano.
El presidente, los jefes leales y ministros, fueron rodeados y reducidos a prisión, para luego ser forzados a renunciar.
Fue una tragedia dentro de la tragedia boliviana, que la única concepción estratégica de aquel Comando tenga éxito, para decirlo con las mismas palabras del presidente boliviano destituido manu militari. LAW
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