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Hispanos e hispanoamericanos

Indalecio Prieto, “socialista a fuer de liberal”, según él, sostenía que el verdadero futuro de España estaba en Hispanoamérica. Sus enemigos podrán decir de él lo que deseen, menos que era tonto
Luis Méndez Viñolas
lunes, 4 de noviembre de 2024, 11:06 h (CET)

Recientemente se ha planteado un conflicto entre España y Méjico por el asunto de la colonización. Sin negar las lacras del colonialismo, se tiene la sensación de que todavía resuenan los ecos de la Leyenda Negra sin que se haya separado lo real de lo propagandístico ni se haya desenmascarado su verdadera finalidad: destruir a un imperio para sustituirlo por otro.


Dichas leyendas (plurales), convenientemente alimentadas, tienen una capacidad especial para reproducirse. Recordemos en EEUU las decapitaciones de los Fray Junípero Serra de piedra; los botes de pintura roja contra las estatuas de Cristóbal Colón; las obras de teatro denigratorias aplaudidas por despistados turistas españoles empeñados en epatar; los simulacros en escuelas donde alumnos disfrazados de frailes españoles y de indígenas fingen maltratar y ser maltratados; la no invitación oficial a españoles a la celebración del Día de Colón, que es una fiesta demostrativa de orgullo italiano; la inclusión del asunto en los estudios de primaria y secundaria, y muchas cosas más que seguro se escapan. Algo que parece anecdótico es en realidad una cuña peligrosa entre hispanos e hispanomericanos.


Haciendo un inciso hay que decir que la política exterior anglosajona (artífice principal de dicha leyenda, junto a los holandeses) se desarrolla bajo tres premisas muy eficaces: la de anteponer intereses a creencias –y a verdades--; saber que su unidad (basada en una supuesta exclusividad racial) es su mayor fuerza; y en lo que nos afecta directamente, poseer una capacidad especial para dividir y enfrentar a los demás.


Ya De Gaulle advirtió sobre que ese mundo nunca trataría a Francia como a un verdadero aliado. Lo que vale para Francia, decimos nosotros, vale para el resto del mundo, especialmente para el hispánico. Este, por el contrario, rápidamente pierde de vista el objetivo principal y antepone circunstancias secundarias. Sumemos su tendencia a la dispersión.


Volviendo a Méjico, lo que el anterior presidente de Méjico, López Obrador, pedía en un principio era un acto conjunto donde ambos gobiernos ofrecieran una disculpa simbólica a los pueblos indígenas por la violencia del periodo de conquista. A nuestro entender, bajo la garantía de que esa disculpa sería dual, habría sido una buena ocasión para reforzar lazos. Mejor que lo hagamos nosotros a que lo hagan mal extraños en su propio beneficio.


Es necesario abordar de una vez este asunto; enterrado seguirá produciendo daños. La Historia es un abono esencial para los pueblos. Malo si dicho abono está contaminado. No nos referimos sólo al conflicto diplomático actual, que pasará, sino a su trasfondo. Lo que pudiera parecer superado, dado que aquel imperio desapareció, perdura. No inventamos: “Los estudiantes que entran en las universidades británicas comparten una exposición a un pernicioso prejuicio antihispánico, quizás compartido por su cultura en general pero ciertamente más específico en la literatura histórica que les es recomendada durante los años preparatorios para la educación universitaria”. John L. Robinson, «The anti-hispanic bias in british historiography» (1992).


Aquella labor denigratoria todavía proyecta su eficacia sobre el presente. ¿Cómo?: debilitando la identidad y el prestigio de la cuna hispano hispanoamericana. No hay que olvidar que la leyenda negra tenía dos finalidades, una criminalizadora y otra desmerecedora de la capacidad intelectual y cultural de los españoles, presentados como “un pueblo inferior a otros pueblos occidentales en las cualidades que se consideran propias de la civilización”, tal como afirma Roca Barea. Borges, entusiasta anglófilo, decía que la hispanidad apenas ha dado nada (salva a Cervantes, y no con demasiado entusiasmo. Youtube. “Jorge Luis Borges entrevistado en la televisión norteamericana”). Si esto se opina del arte no digamos de la ciencia. No nos planteamos este asunto por patrioterismo, sino molestos por que estas prácticas subsistan e impidan universalmente una visión no envenenada del mundo.


¿Qué hacer con este asunto? ¿Ignorarlo o sanearlo conjuntamente? Podríamos hurtar una baza importante a quienes nos quieren desunidos, desvalorizados, incapaces de razonar (mentir sí es razonar). La finalidad no sería exclusivamente culpabilizar o absolver, sino evitar que su peso gravite en beneficio de quienes nos prefieren divididos y si es posible enfrentados, en definitiva, debilitados.

Imprescindible sería el análisis comparado de lo que hacían los demás en aquellos tiempos. Ya puestos, se podría entonar un mea culpa mundial por las distintas formas de acumulación originaria de capital. Tomada la referida leyenda como obligado telón de fondo, creemos que hay que decir lo siguiente:


1. Frente al concepto de Leyenda Negra hay que contraponer el de Madre Patria. Siendo el primero un producto extraño, el segundo es un sentimiento espontáneo, demostrable, surgido de los propios pueblos sin intermediarios foráneos.


2. Las dos riberas del océano han de decidir quiénes son sus hermanos y quiénes sus primos: en España si Hispanoamérica o Europa. Esta decisión no es excluyente sino ordenante de prioridades. Pero sin olvidar la amañada opinión que tiene de nosotros gran parte de un continente lleno de arrogancia y de imperios extintos.


3. No aceptar la leyenda negra no significa imaginar un paraíso. Si no lo era en la metrópoli (recuérdense los hambrientos de las novelas picarescas), ¿cómo lo iba a ser en las colonias? Cabría recordar una frase china contra la soberbia: “Cada mañana al levantarte, di: soy un gusano”. Correcto si se añade: como los demás.


4. La leyenda negra (en resumen, la historia de un pueblo torpe y cruel) hay que tomarla como un instrumento geopolítico para dividir, desmembrar a un enemigo: el imperio español. Si fuera tal como dice la anglosfera ¿cómo es que después de siglos sus ciudadanos siguen invocando a la madre patria, cosa que nosotros mismos somos incapaces de hacer? Se podrá decir: palabras. No, recodemos al Méjico que en 1939 acogió al exilio español; y a la Argentina de Perón que nos envió grano finalizada la guerra civil. Pregúntese a los puertorriqueños.


Al razonamiento de que la unidad (relativa) que perdura en la anglosfera es una prueba de que su colonialismo fue ejemplar podemos contraponer que quedaron muy pocos aborígenes para contradecir el argumento. Es tiempo de que el faro anglosajón se enfoque hacia su propia zona. Nosotros podríamos recordarles las hambrunas en la India (esta no fue la única desgracias en su imperio) con nueve o diez millones de muertos por convertir una agricultura autoalimentaria en otra de exportación más rentable.


5. La propuesta de que ambos gobiernos ofrecieran una disculpa simbólica a los pueblos indígenas es muy oportuna. No hay razón para sulfurarse. Los hispanoamericanos no deben olvidar (y parece que no lo olvidan) que muchos de los acusadores contemporáneos son descendientes de españoles y que fueron errores del pasado del cual los españoles actuales no tienen culpa directa.


6. La creación de las naciones hispanoamericanas no significó el advenimiento de la justicia. ¿Fueron los indígenas quienes se levantaron o los conservadores españoles al advenimiento de los liberales, derrocado Fernando VII? ¿Era un conflicto entre pueblos o entre propietarios? Recuérdese que el clero y la clase aristocrática de la Nueva España se oponían a la Constitución de Cádiz y apoyaban la independencia.


7. Ignoramos si esta petición se ha hecho sólo a España. Incluso si así fuera cabrían dos interpretaciones: una discriminatoria: sólo contra España, y otra que puede significar que lo que se puede reparar con España no se puede con los demás. Tener un 60 por cien de territorio irredento sólo tiene una solución material.


8. Las políticas no han de crear forzosamente hermandades; sin embargo, las hermandades si pueden facilitar políticas que contrapesen la presión de otras regiones. Esto sin pretender la uniformidad. Sería un error estéril. Cada unidad debe desarrollar su política de acuerdo a sus necesidades, y sin comprometer esa hermandad. Este ha sido el error de la UE y del euro.


9. Es necesario diferenciar entre gobiernos y pueblos. Los primeros son cambiantes, los segundos perdurables. Hay que reforzar el basamento que nos une, no debilitarlo. No permitamos que terceros corten estos lazos. España no debe convertirse en el dedo acusador de ningún país hispano a favor de quienes después nos denigran. Dejemos que cada cual hable con su propia voz. No es nuestra misión traducir o callar a nadie.


10. Este no es un asunto coyuntural. Aparte de procurar la justicia histórica se debe mirar al futuro con perspectiva estratégica. No está nada claro cómo será el futuro y cuáles serán los juegos de alianzas y prioridades. De entrada parece que Marruecos, a costa nuestra, se ha convertido en un aliado estratégico del mundo occidental. Elecciones y derechos humanos incluidos.


11. Cada vez que las circunstancias nos confundan y nos hagan perder de vista el objetivo principal, nuestra hermandad, recordemos que la división y el enfrentamiento fue el objetivo demonizador de la leyenda. Investiguemos antes de apoyar otras acciones similares.


12. No hay que olvidar la causa de la pasividad española contra la leyenda negra: las disputas intestinas. Si nuestros historiadores no la combatieron fue porque la casa reinante entendía que no podía reconocer los éxitos de sus antecesores, contra quienes había combatido. No permitamos este tipo de actitudes perniciosas.


13. Este asunto está por encima de la división entre izquierdas y derechas. Esta distinción está oscurecida (creemos que transitoriamente) por la de soberanismo y globalismo (hay soberanistas de izquierdas y de derechas y globalistas con la misma duplicidad). Es momento de que España se abra a más posibilidades. El mundo que viene requerirá de la reunión de soberanías regionales si se quiere sobrevivir. Hasta ahora la UE no ha sido un ejemplo de hermandad. Aparte, el FMI prevé que crecerá apenas un 1,7% en 2024 y 2025. pero que volverá a bajar a 1,45% en 2029. Nosotros deberemos arreglar nuestras cuentas con el pasado para afrontar el futuro. Las políticas de total entrega y disponibilidad han fracasado; no son recompensadas correspondientemente. La UE por su parte está demasiado embebida en su prepotencia para ver como su potencia se diluye. Es hora no de que cambiemos de abanico, sino de que lo abramos.


14. Pedir perdón no resuelve nada para ninguna de las partes. Es una salida superficial, cómoda, en cierto sentido hipócrita. Lo que importa es que, analizados bilateralmente los errores del pasado, no los repitamos, y coherentemente con los resultados obtenidos, construyamos esa unidad de pluralidades. Esa coherencia es imprescindible para resucitar el verdadero espíritu de la hispanidad, no de la raza, ni del descubrimiento, ni del encuentro, ni del estaban por el camino. En esto España, respecto al pasado, ha perdido mucho. Antes entendíamos mucho mejor a ese mundo. Hoy no estamos ni aquí ni allí, sino en medio del océano.


Creemos que vienen tiempos nuevos, si lo permiten los enemigos de la paz. Es hora de que salgamos de esta burbuja de apariencia, de espejismos, de propaganda, de poses sin elegancia, de profetas de pacotilla, de especuladores, y volvamos a la realidad, sin hipotecas moralistas a las que no les importan las Gazas del mundo, y que son enemigos de las planificaciones excepto de la suya. Indalecio Prieto, “socialista a fuer de liberal”, según él, sostenía que el verdadero futuro de España estaba en Hispanoamérica. Sus enemigos podrán decir de él lo que deseen, menos que era tonto.

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