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Mujeres en la Ciencia: Mary Fairfax Greig Somerville

Matemática y científica escocesa, se ganó el título de “Reina de las Ciencias”. Incluso tiene un asteroide con su nombre en su honor y un cráter lunar
María del Carmen Calderón Berrocal
miércoles, 6 de noviembre de 2024, 08:50 h (CET)

La matemática y astrónoma Mary Fairfax Greig Somerville (1780-1872) vino al mundo un 26 de diciembre. Fue mentora de Ada Lovelace y, en 1831, se encargó de traducir y divulgar Mécanique Céleste de Pierre-Simon Laplace, acercando la obra al público angloparlante; y entre sus múltiples trabajos, en La conexión de las ciencias físicas (1834), sugirió la posible existencia de un planeta aún no descubierto que influía en la órbita de Urano, anticipando la presencia de Neptuno.


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Mary Somerville, matemática y científica escocesa de espíritu indomable, navegó la ciencia en una época en que ser mujer significaba estar limitada, desde el acceso a las universidades hasta la exclusión de las sociedades científicas. Sin embargo, con paciencia y la convicción de quien vive por el saber, Somerville abrió su propio camino.


Era hija del almirante Sir William George Fairfax y su niñez fue tranquila, en contacto con la naturaleza que después empezaría a observar de modo científico. No tuvo una educación formal y hubo que aprender de manera autodidacta. Su paso por un internado no fue muy fructífero para su formación pero sí su encuentro con el doctor Somerville, algo que cambiaría su vida, pues tenía trece años cuando conoce al quien sería su futuro suegro, que se dio cuenta enseguida de las ganas de aprender de la joven. Es así como sus primeros contactos con el saber se centran en la vida de grandes mujeres de la antigüedad; y, poco a poco, empieza a aficionarse con pasatiempos matemáticos, aquellos que aparecían en las revistas femeninas; y los resolvía con rapidez. Trató de participar en las clases de matemáticas que recibía su hermano y consiguió superar no solo a su hermano sino al mismísimo tutor.


Sin los recursos ni las facilidades de los hombres de su época, sus logros difícilmente pueden medirse bajo el mismo prisma y sin embargo, su impacto resultó extraordinario.


Fascinada por la divulgación de la ciencia, su traducción de la Mécanique Céleste de Laplace fue revolucionaria y no fue una simple conversión de idioma; Mechanism of the Heavens reinterpretaba y contextualizaba la obra con una riqueza técnica que asombró a la comunidad científica inglesa.

En The Connection of the Physical Sciences, Somerville describió las fuerzas que rigen el universo, tocando de paso uno de los misterios que, según sus estudios, alteraba la órbita de Urano: un planeta aún desconocido: Neptuno.


Para entonces, Inglaterra languidecía en su desarrollo científico. Oxford y Cambridge, lejos de ser centros de innovación, estaban reducidos a seminarios y un sistema rígido que apenas impulsaba la investigación. Pero el clima científico británico fue cambiando con la proliferación de sociedades científicas en Glasgow, Birmingham y Londres, y Somerville fue pionera en esta renovación desde los márgenes de los salones londinenses. Estos lugares, únicos espacios accesibles para mujeres, eran fundamentales para su conexión con los avances científicos del momento.


Criada cerca de Edimburgo e hija del vicealmirante inglés, Somerville pronto se había mostrado como una joven curiosa y aguda, autodidacta, que desde la niñez exploraba el campo observando plantas y animales. Su dedicación a la matemática fue reconocida en 1804, cuando ganó una medalla por resolver ecuaciones diofánticas en el Mathematical Repository. Fue también William Wallace quien le acercó obras de los matemáticos franceses, lo cual marcó su temprana incursión en las matemáticas avanzadas.


Casa con un capitán de marina ruso, Samuel Greig, a los 24 años y tres años después enviuda, con dos hijos pero con independencia económica, algo que no desaprovechó para seguir sus estudios de matemáticas.

En 1812 vuelve a casarse, ahora con el hijo de aquel doctor Somerville, William Somerville, médico amante de las ciencias como ella. En su casa de Londres Mary conoce a importantes nombres del mundo de la ciencia y entre ellos conoce a Ada Lovelace, de la que se convertiría en su mentora.

Su segundo matrimonio, con William Somerville, resultó fundamental para su desarrollo, pues él era un incansable defensor de su trabajo y le facilitaba contactos e información. En París, conoció a figuras científicas como Lagrange y Laplace, cuyas teorías eran casi inaccesibles en Inglaterra.


En 1831 publicó La Mecánica Celeste, traducción de la obra de Laplace en la comenta y expone los detalles del trabajo de Laplace inéditos en el momento en Inglaterra. Esta publicación la hace famosa, la convirtió en una de las mujeres científicas más respetadas. Cuatro años después era elegida con Caroline Herschel miembro honorario de la Royal Astronomical Society convirtiéndose de este modo en las primeras mujeres en recibir tal distinción.


Su obra Mechanism of the Heavens, que introdujo al mundo angloparlante el pensamiento de Laplace, dejó claro que su intelecto no era cuestión de “vanidad femenina”, como esperaban los críticos. Se trataba de un compendio riguroso, que fue recibido con asombro y respeto.


En 1834, publicó The Connection of the Physical Sciences, un éxito que abarcó hasta nueve ediciones. Esta obra planteaba la conexión entre los fenómenos físicos en un lenguaje claro y accesible, evitando en lo posible el uso de fórmulas complejas. De su mano, las matemáticas quedaban traducidas al lenguaje ordinario sin perder rigor, una hazaña que mostró su magistral capacidad de síntesis. Sus estudios astronómicos contribuyeron al descubrimiento de Neptuno, al sugerir, a través de cálculos, la existencia de un planeta que influía en la órbita de Urano. Y aunque fue rechazada por la academia, la Real Sociedad Astronómica reconoció sus méritos, otorgándole una medalla compartida con Caroline Herschel.


Trabajó incansable tanto en Inglaterra como en Italia cuando se traslada allí con su marido en 1838. Sus obras matemáticas y de astronomía tuvieron gran éxito por su claridad y por su estilo divulgativo.


Su obra Physical Geography, publicada en 1848, fue un referente en las aulas inglesas y una apuesta innovadora por el enfoque evolutivo, aunque generó críticas por parte del clero. A pesar de las limitaciones, la incansable Mary Somerville fue la primera mujer en alojarse en Trinity College, Cambridge, como invitada de honor. Su última obra, Molecular and Microscopic Science, se adentró en el universo de las partículas microscópicas y las propiedades de la materia, con reflexiones filosóficas que demostraban que su mirada científica se mantenía insaciable.


Además del trabajo científico, se implicó en defender públicamente la educación de las mujeres, convirtiéndose en una sufragista ferviente.


A los 92 años y aún entregada al estudio, Mary Somerville falleció en Italia, estaba estudiando e investigando temas matemáticos en ese momento. Con su legado inmenso y un respeto ganado en vida, en su nombre perdura el Somerville College de Oxford, testimonio de una científica que, sin recursos formales ni respaldos académicos, se ganó un título que pocos podrían discutir: el de “Reina de las Ciencias”. Incluso tiene un asteroide con su nombre en su honor y un cráter lunar.

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Mary Somerville, matemática y científica escocesa de espíritu indomable, navegó la ciencia en una época en que ser mujer significaba estar limitada, desde el acceso a las universidades hasta la exclusión de las sociedades científicas. Sin embargo, con paciencia y la convicción de quien vive por el saber, Somerville abrió su propio camino.

Educada por los escolapios, dejó su huella en la historia como la primera matemática española, al menos la primera con obra publicada. Matemática, escritora y maestra de niñas, destacó en el manejo de los números y en la aritmética, áreas que en aquella época eran habituales de hombres y no de mujeres. Escribió dos libros sobre aritmética aplicada y metrología.

 
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