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La presidenta más impopular de la historia mundial

A Dina no la quieren los sectores más pobres, pues ella traicionó el programa con el cual fue electa, pero tampoco los más pudientes, pues desconfían de su transfuguismo
Isaac Bigio
jueves, 21 de noviembre de 2024, 08:41 h (CET)

Desde hace meses hemos venido afirmando que Dina Boluarte tiene tres títulos: 1) Detentar la presidencia más desaprobada en la historia peruana. 2) Encabezar el más rechazado gobierno del planeta. 3) Ser la presidenta mujer más repudiada de la historia universal.


De manera consistente cada encuesta ha mostrado su declive. La última de Datum publicada en “El Comercio” el domingo 17/11 revela que ella solo cuenta con un 3% de aprobación (similar número al de los que no saben/no opinan) mientras hay un 94% que la desaprueba. Las cifras de mayor repulsa se dan en Lima-Callao y el norte, regiones que tradicionalmente han sido los mayores baluartes de la derecha y del fujimorismo en la que ella se sustenta. Allí ella es más rechaza que en su nativo Sur, de donde partieron las primeras protestas masivas contra su dictadura.


Como el margen de error de todo sondeo va entre el 2% y 3% lo más alto que ella pudiese llegar es un 5% (cifra a la cual no llega ningún otro gobierno de cualquier democracia multipartidaria del orbe) hasta bordear el 0%.


A Dina no la quieren los sectores más pobres, pues ella traicionó el programa con el cual fue electa, pero tampoco los más pudientes, pues, si bien ella ahora les sirve, desconfían de su transfuguismo y la creen incapaz de gobernar o contener el descontento social y la ola criminal.


La defensa del gobierno es que dio sondeo se dio en la víspera de la cumbre APEC, pero, para entonces, todo el país hablaba de esta y del paro nacional en medio de dicho cónclave. Dina ni siquiera fue con Xi Jinping a la inauguración del mega-puerto de Chancay por temor a las protestas, y esta nueva obra no fue iniciada por ella (y tampoco le correspondía presidir su inicio, pues a quien el pueblo había votado para gobernar es a Pedro Castillo).


Desde que se empezaron a realizar encuestas en el mundo a fines del siglo XX nunca ninguna jefa de Estado (incluyendo reina) o jefa de Gobierno (incluyendo primera ministra de regímenes parlamentarios) registra tal alto nivel de desaprobación.


Cada intento que ella hace para mejorar su imagen no hace más que empeorar las cosas. Su gira a Ayacucho (donde se le jalonearon los cabellos), su show infantil del Gato Ron Ron, sus caras cirugías estéticas, joyas y vestimentas, sus discursos soporíferos, entre otras cosas, incrementan su desprestigio.


Una persona así por un mínimo de dignidad debiera renunciar y llamar a elecciones. Esto es algo que debió haber hecho apenas llegó al puesto. En Reino Unido, cualquier gobernante o líder de la oposición cuando solo es respaldado por un 25% de los encuestados suele dimitir. Hace esto para evitar convertirse en un hazmerreir y darle estabilidad al sistema.


Dina prefiere haberse convertido en el mayor objeto de burla en todo el Perú, antes de tener la dignidad de dejar el cargo, el mismo por el cual no fue elegida directamente por la población. Lo único que la mantiene en palacio es el aval del Congreso más descreditado de la historia peruana, el mismo cuyos legisladores se valen de ella para poder hacer lo que quieran con la carta magna y las leyes de acuerdo a sus intereses personales y sus intereses de corrupción.


Los mismos parlamentarios que no quisieron reconocer el triunfo de la plancha Castillo-Boluarte y que le hicieron la vida imposible a su gobierno, son los mismos que hoy defienden con todo a Dina. El alcalde capitalino López Aliaga que antes pedía que se inhabilitara a la “comunista” Boluarte como primer paso para luego vacar a Castillo, ahora es su escudero.


Si ahora estando ella en palacio, a Nicanor Boluarte, su hermano mayor y mano derecha, la justicia le procesa (y prefiere darse a la fuga), a Dina le espera inevitablemente una serie de procesos y hasta la cárcel. Ella podría pasar de las comodidades del palacio de Pizarro para terminar sus días en Santa Mónica u otro penal.


Mientras tanto, la permanencia de Dina viene socavando al país y generando las condiciones para una posible explosión social.

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