No podemos ocultar hoy un sentimiento de preocupación e incluso de temor ante los vientos revolucionarios que amenazan con desmantelar el orden constitucional…
El 6 de diciembre de 1978, hace ya cuarenta y seis años, siete diputados de diferentes e incluso opuestas ideologías, que se habían conjurado para superar el trauma histórico de una fallida República, una cruenta guerra civil y una dictadura, presentaron ante la sociedad española el resultado de un difícil trabajo que inició su andadura el 22 de agosto de 1977 en la Comisión de Asuntos Constitucionales y Libertades Públicas del Congreso y que fructificó en la Constitución más longeva de nuestra historia.
Los que hemos tenido la gran fortuna de disfrutar de una España próspera, democrática y respetuosa con los derechos y libertades de los ciudadanos desde el gran hito histórico de la Transición no podemos ocultar hoy un sentimiento de preocupación e incluso de temor ante los vientos revolucionarios que amenazan con desmantelar el orden constitucional que ha cimentado una paz y una convivencia entre españoles, modelo y ejemplo para numerosas naciones del mundo.
Que un Ministro de Justicia, hoy miembro del Tribunal Constitucional, afirmara en sede parlamentaria que España está en una “crisis constituyente”; que un Gobierno desafíe permanentemente a la Carta Magna, como lo hizo con los confinamientos decretados durante la pandemia y declarados inconstitucionales por sendas sentencias del Tribunal Constitucional; o que leyes como la del aborto, la amnistía y las que vendrán sean un signo de la permanente línea roja que constitucionalmente traspasa el Gobierno de Sánchez, despreciando así el espíritu de consenso y concordia que inspiró a los padres de la Constitución y que tanto bien han hecho a España.
No se nos oculta que estamos viviendo unos tiempos convulsos y de profunda crisis económica e institucional, y un mundo acechado por guerras y liderazgos débiles y mediocres. Mientras se eliminan fronteras en el nuevo mundo digital en el que nos desenvolvemos, se buscan lenguas comunes de entendimiento y se trabaja por un espacio común de seguridad, libertad y justicia. Otros, entre ellos nuestro Gobierno, se empeñan en levantar barreras lingüísticas, culturales o sociales que nos hacen cada vez más desiguales, nos dividen peligrosamente y nos debilitan en nuestro entorno geográfico y natural, que es Europa.
A pesar de estas dificultades, en este nuevo cumpleaños felicitémonos con el deseo de que las futuras generaciones continúen la senda que millones de españoles, con nuestro trabajo, esfuerzo y sacrificio, hemos trazado a lo largo de estos años, para que las instituciones y poderes públicos señalados en nuestra Constitución no dejen de ser garantes de la paz y el desarrollo que España, por su historia y su destino, se merece en Europa y en el mundo.
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