Sr. Director:
El Papa Francisco ha querido dedicar el Año Jubilar 2025 a la Esperanza: “Todos esperan. En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. Sin embargo, la imprevisibilidad del futuro hace surgir sentimientos a menudo contrapuestos: de la confianza al temor, de la serenidad al desaliento, de la certeza a la duda. Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad”.
En una época en la que estamos viviendo como envueltos en unos entramados de inquietud, guerras, inestabilidades políticas y sociales, o desastres naturales, por no entrar en temas de inseguridades físicas o económicas, hablar de esperanza y de paz puede resultar paradójico e inútil. Pero el Papa no se refiere únicamente a una esperanza de paz y de resolución de cualquier problemática en el ámbito mundial, se refiere de manera primordial a la esperanza interior que debe anidar en nuestro corazón y, sobre todo, en nuestra alma. Y esa paz, verdadera paz, se vislumbra y alcanza su plenitud en “el encuentro con el Señor”.
Por eso el inicio del Jubileo coincidiendo con la llegada de la Navidad no es un hecho circunstancial, al contrario, es un hecho relevante: ante el Portal de Belén la invitación a la reflexión, a la conversión, se hace más patente. Es, o debe ser, un despertar en cada uno de nosotros el intenso deseo a reiniciar ese caminar por la senda de la esperanza, con paso firme y seguro a sabiendas de que ese Niño que nace guiará nuestro ánimo hacia elevadas metas en lo humano y en lo divino. Así podremos felicitarnos todos con el vivo deseo de un 2025 lleno de Paz y de Esperanza.
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