En palabras de Guerra, donde dice “los españoles no somos buenos haciendo la selección de gobernantes”. Y -dejando aparte tiempos pasados- lleva toda la razón, pero es lo que hay y la partitocracia inmisericorde que se vive en España, no deja mucho margen de elección en las listas que ofrecen a los votantes. Es lo que hay o lo que algunos más que interesados, quieren que haya.
Pero dada esa densidad de estultos entre los políticos los errores o las ausencias de Mazón y de sus consejeros, no ocultan ni hacen desaparecer las responsabilidades, gravísimas, de Sánchez y de los de sus alrededores, aunque se les intente exportar a Europa. Poca autoridad moral y política tiene Sánchez -por sí o a través de sus edecanes- para pedir dimisiones, si antes no dimite él.
El culpable de la falta de coordinación, de las cacicadas apartando de las operaciones más decisivas y en momentos dramáticos a militares de alta graduación y con atribuciones de primerísima magnitud, de la ausencia de los supuestamente tenedores del poder en instituciones de primera magnitud dependientes de él, del caos y de la confusión que aún reinan en las zonas afectadas, es Sánchez y su cogobernanza.
Cuando Sánchez huye y mira para otro lado y deja la responsabilidad a la Autonomía valenciana, amparándose en una supuesta unidad, en una ilusoria eficacia, en un más que risible respeto institucional y en una imaginaria responsabilidad, está -pura y simplemente- inmerso en una flagrante dejación de funciones, figura perfectamente definida, tipificada y sancionada jurídicamente.
Por eso las manifestaciones, las que sean, tienen justificación en la rabia, el desamparo, el desconsuelo y la desesperación de quienes han perdido todo, además de contar a seres queridos entre los fallecidos, pero no se puede buscar en esas manifestaciones -mejor o peor intencionadas, con unos intereses u otros- los tres pies del gato de las responsabilidades políticas que están fundamentalmente en quien, no solamente se inventó lo de la cogobernanza, sino que además se refugia en ella para ocultar su propia maldad, su evidente inutilidad y la pone al servicio de sus intereses electorales.
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