Yo me pregunto: ¿por qué la risa se nos ha, en parte, perdido?, ¿por qué hay tanto enfado a veces, y tanto malentendido, en el "y tú más" o "me han dicho lo que han dicho de la parte contratante, de la otra parte", hasta el infinito? Creo sinceramente que tenemos que recuperar la capacidad de autocrítica y reírnos de nosotros mismos. Por eso, las sociedades crean, como espacio de diversión, las cabalgatas, teatros, carnavales y esperpentos, para poder celebrar y reírnos como vía de escape a la rutina diaria, aunque sea a veces con mordacidad… ¿La autocrítica social con la risa es necesaria o no? Ahora, sin embargo, si alguien dice algo, aunque sea de broma, es llevado al estrado judicial, o en la red social es condenado… Es que el ego es tan potente que está, cual espantamoscas, a ver si se le para al burro de turno humano una mosca en el rabo, para sacudirla.
Sinceramente, cuando Aristóteles escribe La Poética y explica la utilidad de cómo provocar la risa, la expone como consecuencia del pensamiento simbólico y la necesidad del ser humano del uso de la risa, de que tenemos que aprender a reírnos de nosotros mismos, y no dar más importancia a las cosas que la que tienen, y no entonar ese tua culpa, como dice la canción La mauvaise réputation: “En mi pueblo, sin pretensión, tengo mala reputación”, como decía G. Brassens, “todo el mundo me dice algo”… La risa es una catarsis purificadora, y la sonrisa devolverá la paz al mundo, no los enfados, enfurruños y querellas. Deseo que el médico nos recete un día que otro unas cápsulas de la risa, el gas de la risa extendido por el mundo. ¿Terminaría con los odios, los delitos y las guerras, y puede que hasta con las artrosis…? O tal vez, en vez de que solo exista un ministerio del Interior, que exista también un ministerio del interior del corazón, la cultura de la risa sana, de cómo interactuar con ese otro alter ego, en eones de segundos infinitos, construyendo una nueva civilización.
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