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Sobre la necesidad de prevenir el suicidio y todos los demás casos psicosociales en el mundo laboral

¿Cuántas vidas más serán necesarias para que la salud mental en el ámbito del trabajo reciba la atención que merece?
María del Carmen Calderón Berrocal
lunes, 30 de diciembre de 2024, 08:25 h (CET)

Vamos a basarnos en un caso real que se propone como ejemplo. El drama humano que se desprende de este caso es un retrato crudo de un sistema que, en lugar de proteger al trabajador, se convierte en un enemigo silencioso. Ocurrió en Albacete, aunque bien podría haber sucedido en cualquier rincón de este país donde la burocracia y la desidia se confabulan para erosionar la dignidad de quienes cargan con el peso de la economía y el funcionamiento del sistema.


Un trabajador del Ayuntamiento de Albacete, tras más de un año de incapacidad temporal y un calvario administrativo, terminó quitándose la vida un día antes de reincorporarse a su puesto. La Justicia, con una sentencia pionera del Juzgado de lo Social nº 2 de Albacete, ha calificado su suicidio como accidente laboral. Algo que debería haberse entendido desde el principio, pero que requirió la intervención de los tribunales para que la verdad prevaleciera.


Un martirio laboral


El caso se remonta a 2016. El trabajador había solicitado repetidamente un cambio de puesto por razones de salud, algo tan básico como lógico cuando el lugar que ocupa no solo no lo protege, sino que lo enferma. Pero el Ayuntamiento respondió con negativas y evasivas. La mutua, en un acto de fría burocracia, lo declaró “apto” para reincorporarse, mientras los médicos advertían que volver a ese entorno laboral solo agravaría su ansiedad. Todo quedó registrado en informes médicos, pero, como sucede tantas veces, el sistema optó por ignorar lo obvio.


Cuando finalmente agotó sus recursos y permisos, el hombre se enfrentó a una cruel realidad: regresar al lugar que había minado su salud. En septiembre de 2017, a pocos días de su reincorporación forzosa, se quitó la vida. Las circunstancias eran tan claras que la sentencia no dudó en establecer un vínculo directo entre su situación laboral y el trágico desenlace.


Un caso que no es único


Lo que estremece no es solo el drama personal, sino la certeza de que este caso no es un hecho aislado. La descripción de los hechos pone de manifiesto una cadena de errores, desidias y falta de empatía que parecen repetirse en demasiados lugares. La Inspección de Trabajo, los servicios de prevención y los organismos que deberían velar por la salud laboral fallan estrepitosamente, permitiendo que estas tragedias ocurran bajo el paraguas de un sistema insensible y mecánico.


Los sindicatos, aunque celebraron la sentencia, admitieron su propia responsabilidad: deberían haber actuado con más rapidez y contundencia. Carmen Juste, en aquel momento secretaria general de CCOO en Albacete, subrayó que los servicios de prevención, tanto en el ámbito público como privado, necesitan ser más ágiles para evitar que situaciones como esta se conviertan en una rutina macabra.


El estigma y los riesgos psicosociales


Más allá de este caso, hay un problema de fondo que sigue siendo un tabú: los riesgos psicosociales. Según datos de la Agencia Europea de Seguridad y Salud en el Trabajo, casi el 50% de las empresas y trabajadores no comprenden qué son estos riesgos y mucho menos cómo gestionarlos. El estigma que pesa sobre las enfermedades mentales y emocionales sigue siendo un obstáculo gigantesco. Se las percibe como una debilidad individual, cuando son, en realidad, el resultado de condiciones laborales tóxicas.


Las cifras son alarmantes, pero las soluciones no llegan. Proclamas, encuestas y estadísticas abundan, pero, en la práctica, quienes sufren este tipo de enfermedades enfrentan un doble calvario: el de la enfermedad misma y el de la incomprensión social e institucional.


Una lección amarga


El suicidio de este trabajador no es solo un caso judicial, sino un espejo que refleja los fallos de un sistema incapaz de cumplir con lo más elemental: proteger la vida y la salud de las personas. Si el trabajo es un derecho, como proclama la Constitución, también lo es ejercerlo en condiciones que no destruyan al individuo.


Este caso nos deja una pregunta incómoda: ¿Cuántas vidas más serán necesarias para que la salud mental en el ámbito laboral reciba la atención que merece? La respuesta, por desgracia, parece estar aún lejos.


La prevención debe ir a evitar el suicidio, pero también cientos de casos varios de estrés, acoso, trabajador quemado, acoso laboral y un etc. infinito, demasiado largo para seguir escribiendo, pero podríamos dar datos e información de casos sucedidos a personas en todos los ámbitos laborales.

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