Somos más otoñales que primaverales, quizá por vernos abocados al trágico final, con deterioros y fallos progresivos. Los rutilantes pétalos de la vida caen sucesivamente y asumimos el fenómeno de la caída como directriz principal, sin percatarnos de la diferencia crucial entre el deterioro vital inevitable y la destrucción viciosa de aquellos pétalos, atributos vitales, que no hubieran desaparecido hasta el final. Despreciamos e incluso combatimos a numerosos RECURSOS naturales, disponibles para cualquier persona. El consiguiente vacío generado nos convierte en meros títeres impersonales, incapaces de coordinar las actuaciones más convenientes a la vista de los penosos retos cotidianos.
Sin embargo, dichas actuaciones viciosas reúnen la ignorancia y la perversidad con las peores consecuencias. Pese a su proliferación, no consiguen la eliminación de los mencionados recursos; olvidarlos o desprestigiarlos no conduce a su desintegración. Fuera de uso, permanecen como la masa oscura del Universo, indetectables, pero con la fuerza implícita en su CONGLOMERADO potente. Son el testigo fiel de cuantos errores fueron cometidos al prescindir de ellos. Resaltan el descaro contumaz de quienes se niegan a recuperarlos para la mejor vida íntima y comunitaria. Su peso específico es notorio, resalta la enajenación sometida a la frivolidad de los comportamientos; a la vista de quienes no quieren ver.
Veamos las consideraciones en torno al respeto debido a cualquiera por haber nacido. Se queda corto. Al quedar involucrado con los demás, sus acciones pueden derivar hacia enfoques perniciosos provocadores de sufrimientos y desdichas. Por eso descubrimos la importancia de nuestro valor como personas implicadas en la existencia del conjunto social, con la DIGNIDAD adecuada para el buen enfoque de las tareas, comprometidos en las búsquedas de lo mejor, sin presiones injustificadas ni abusos entre los participantes. Es un recurso plenamente accesible, que no requiere de complicadas argumentaciones. Si lo descuidamos, se acumulan los comportamientos lamentables y la desorientación mental.
En plena barahúnda de sonidos y sensaciones, la desorientación es abrumadora: ni las voces sirven, ni los hechos satisfacen, ni se vislumbran proyecciones fascinantes. Arrastrados por la vorágine o cómplices activos y necesarios, ignorantes o incapaces, rutinarios e indolentes; nos topamos con otro de los pétalos vitales imprescindible. Es la interrogación inclemente, ¿QUÉ HAGO AQUÍ?, y resulta decisiva su presencia. No podemos desprendernos del mismo y nos exige su cultivo esmerado. Echa mano de la cuota del libre albedrio disponible, para optar por la indiferencia total, por la complacencia de sentirse arrastrado o por la participación creativa para colaborar en la tarea común.
Nunca como ahora han influido tanto los formatos informativos en la percepción de los eventos y sobre los estilos del comportamiento; hasta llega a ser desorientadora esa proliferación de comunicaciones. Donde se encuentra de todo, esa proliferación aboca sin remedio a la distracción, porque la fiabilidad de lo transmitido se desperdigó primero, hasta llegar a perderse en su totalidad. La mera abundancia de mensajes no sirve de nada. Si no recuperamos la FRANQUEZA dialogante, será prácticamente imposible, no ya la comprensión, si no los acuerdos mínimos para la convivencia. El sonido parlanchín en los diferentes escaparates sociales dificulta las relaciones si no articula la escucha y los intercambios pertinentes.
Si nos fijamos, los pétalos fascinantes no están cerrados en urnas herméticas, permanecen asociados al aroma vital de sus compañeros y los atributos que los constituyen. Lo apreciamos con nitidez a través de los múltiples ejemplos. Nadie se apropia de la BELLEZA, que no es ni está en un recinto cerrado, ni se reduce a la ciencia, ni está copado por la razón. Es accesible a todo el mundo sin fijaciones extemporáneas. Las variaciones forman parte de su maravillosa entidad. Si pasamos a convertirla en un objetivo primordial en nuestras actuaciones o no la tomamos en cuenta, definiremos nuestra categoría. La consistencia de este recurso natural permanecerá incólume, como otro de los recursos existenciales.
En las expresiones habituales abundan los focos desconcertantes, mientras menguan los focos reconfortantes. Abusando de la pluralidad se intenta equiparar cualquier disparate con la sensatez, no de manera inocente, sino para dejar paso libre a los vociferantes empoderados. De ahí, la necesidad de mantener la frescura de los pétalos de los ASENTAMIENTOS racionales, como verdaderas conquistas de los humanos. No pueden ser conceptos sólidos, cerrados; perderían su esencia. Destaca en ellos el carácter provisional, adaptado a los conocimientos del momento, con las miras abiertas; como consecuencia, con el espíritu crítico para calibrar la consistencia de las nuevas dimensiones de la presencia humana plural.
En el amplio espectro de la Naturaleza apreciamos arbolados tenaces, hierbajos minúsculos, foscos matorrales y florestas variadas, charcas y cumbres enhiestas. La suavidad del musgo y la chispeante presencia de las espinas. Ocurre algo similar entre los humanos, prolifera el muestrario relevante, desde los témpanos a los entusiastas, generadores de múltiples matices en sus actuaciones, potenciadas por eso del libre albedrío. Percibimos la importancia del asentamiento inherente a la BONDAD. Es evidente, topamos con flores y espinas por doquier; no queda tan claro por que nos inclinamos tanto hacia las espinas, desdeñando las actitudes dedicadas a los aspectos más gratificantes.
Nos lanzamos a diario por una serie de venturas aparentemente inocuas, dejando entrever que no formamos parte del entramado comunitario, como elementos concienciados al menos; eso sí, con toda clase de reivindicaciones en el orden receptivo. Dicho distanciamiento de la sensibilidad nos desliga progresivamente de las consecuencias de los diversos planteamientos individuales y colectivos; es una manera de desprendernos de un asentamiento crucial para la convivencia, el de las RESPONSABILIDADES. De tal guisa, las repercusiones pasan a una esfera separada de las personas actuantes, con el consiguiente desquiciamiento de las relaciones. Sean directas o indirectas, las responsabilidades son una de las bases existenciales.
Partiendo de lo que somos, como en botica, encontramos pócimas saludables y tóxicos potentes. Eso, y los tozudos enigmas que nos acompañan muestran un panorama inquietante. Hasta los animales huyen del peligro. Cabe pensar que la razón y otras cualidades nos conduzcan al mejor uso de los RECURSOS, entendidos en su totalidad, materiales y referidos a las cualidades humanas. Si las espinas al final son inevitables y la ignorancia enorme, se hace patente el imperativo de mantenernos despiertos, agarrados a los NÚCLEOS de la resistencia como personas. Curiosamente, ante las dificultades, añadimos la estupidez en las variadas actuaciones humanas. Es decir, si somos personas, hemos de ejercer como tales o someternos como entes intrascendentes.
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