Son muchas las personas que deciden consolidar su vínculo amoroso tras varios años juntos a través de la decisión de casarse, porque quieren plasmar su unión de una forma real. Y no es que el cariño sea más intenso si lo hacen, sino porque ambos tienen unas creencias similares.
Hoy en día, es habitual que dos personas al poco tiempo de conocerse se vayan a vivir juntas, tengan hijos y construyan un plan de vida, pero son pocos los que se embarcan en manifestarlo por medio del casamiento.
Las parejas cuando comienzan están rodeadas de buenos sentimientos, de pasión, de intensidad, de la ausencia total de problemas y sobre todo, de la capacidad de perdonar pero es con el paso del tiempo, cuando se sabe de verdad si una relación tiene calidad y merece la pena. Es a través de las experiencias diarias y de las reacciones del otro, cuando podemos evidenciar si es la persona adecuada o no. Elegir al compañero o compañera de vida y decidir dar el paso de casarse es una gran responsabilidad, porque no se trata tan sólo de la preparación de la boda y de la elección de los invitados y el correspondiente banquete, sino que detrás de todo eso debe quedar la actitud de luchar y seguir con la persona con la que te has casado para toda la vida, independientemente de que las cosas vengan bien o mal. Comprometerse de verdad no es sólo firmar unos papeles que plasmarán de forma legal esa unión, sino que es haberlo pensado bien, previamente, y saber qué tipo de responsabilidades supone casarse.
Y es eso, lo que ocurre muchas de las veces a algunas personas que pueden llevar juntas muchísimo tiempo, que tienen la ilusión de seguir adelante y que sueñan vivir el día de la boda como el mejor de sus vidas, pero que según avanzan los días y llega la fecha señalada, pueden empezar a agobiarse, a sentir que es un compromiso demasiado grande para él o ella y que mejor dejar las cosas como están. Pueden inundar pensamientos de inseguridad, desconfianza y hasta la sensación de salir huyendo de esa situación de forma inmediata. Es necesario ante estos casos, manejar esa angustia y esas ideas catastrofistas. Es normal sentir miedo ante situaciones nuevas y sobre todo, ante los cambios que se van a producir. Casarse con alguien es dar un paso más en su relación, pero debe ser algo consensuado. De nada vale aceptar porque uno tenga ganas y el otro se deje llevar para satisfacer las ilusiones del otro porque será, con el tiempo cuando aparezcan los reproches y se notará también en el día a día. La actitud que tomemos y las ganas que tengamos ante la decisión de casarnos será predominante para los días anteriores a la fecha de la unión.
Comprometerse, hoy en día, no es fácil porque estamos en una sociedad en la que, a veces, todo vale, hasta el punto de casarse y divorciarse al cabo de los meses o pocos años porque ya nos hemos cansado, porque no era lo que esperábamos, porque hemos buscado el apoyo en personas ajenas en los momentos difíciles… Que también el amor se desgasta cuando el tiempo pasa pero hay que saber que para que algo funcione debe existir la comunicación, que no vale eso de ceder en asuntos tan importantes como pagar una boda o casarse y tener a nuestra pareja contenta con el propósito de que no se vaya porque si le decimos la verdad, puede romperse la pareja.
Por eso, cuando en una relación, uno de los dos plantea la opción de dar un paso más, hay que pensar bien las cosas, valorar y hablar de forma sincera sobre lo que de verdad uno quiere pero también de los miedos y de las inquietudes que puede suponer avanzar. Puedes querer mucho a una persona y decir el famoso “sí” y proyectar el plan de vida que ya se había hablado con anterioridad pero también, si llegado el momento una de las partes lo piensa mejor y quiere no cambiar la situación o simplemente, retrasar la boda, es necesario abrirse y comentarlo, porque es mejor dar marcha atrás en el asunto a hacer las cosas forzadas y con desgana ya que en el amor para poder funcionar es necesario tener la intención de caminar bajo los mismos valores para construir ese proyecto de los inicios, el cual no tiene porque ser estático sino que las personas, podemos cambiar de opinión y también, hacer modificaciones en el proyecto de vida que teníamos ya pactado. No es malo hacerlo, sino que lo que es realmente necesario, es ser sincero con uno mismo y, obviamente, con nuestra pareja.
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