Los avisos y el pañuelo blanco llevan tiempo enarbolándolo sus comparsas del gobierno con unas prisas locas Las bambalinas del teatro socialista se mueven tanto que, cada día que pasa, estas cortinas se van cayendo al suelo. La tramoya se ha roto y sus actores, con su director de lidia, los han encadenado a todos de tal manera que la solitaria llave del cierre la han tirado al mar, ahogando un poco más el sistema corrupto y podrido que, un día sí y al otro también, les salen las trampas a borbotones, incluyendo la intervención por la vía rápida ante los avances de casos de corrupción que estamos viendo en las reseñas de algunos periódicos de nuestra España.
De un plumazo y una trampa está cercenada la justicia, de tal manera que, como si fuese un dictador y con una soberbia opresora, de este plumazo podrá corregir los casos de corrupción que su querida familia tiene en los juzgados abiertos y encadenados en sendos procesos judiciales.
Estamos metidos en un atolladero muy grande. Yo, como simple espectador de este maquiavélico y corrupto acto —el tirano y abusivo presidente, las asociaciones de jueces y la potestad que debe tener la adjudicatura— me pregunto si habrá algún resquicio para anular dicho proyecto.
Si esto se llega a consumir, estoy seguro de que nos veremos abocados todos los españoles a dormir la siesta unos años más. Como español que soy y amo a mi nación, no comprendo cómo hemos llegado a este extremo, máxime cuando ya conocíamos a este depredador metido a político, dañando cuanto quiere y desea tocar e incluso aniquilar.
Los avisos y el pañuelo blanco llevan tiempo enarbolados por sus comparsas del gobierno con unas prisas locas, viendo cómo estas manipulaciones judiciales a ellos los pueden llevar a situaciones que ellos mismos no conocían anteriormente.
Veremos si esto sigue así. Parece ser que, en este caso, se le podría sentar en el banquillo a Pedro Sánchez, amnistiándose él mismo por ser el garante de los casos —al parecer de corrupción— que tiene su partido.
Bien es verdad que a los españoles nos gusta mucho dormir la siesta. No lo digo con énfasis ni con risa, pero, por lo leído y garabateado por personas de leyes, veremos quién es quién y quién le quita el cascabel al gato.
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