Los niños del 'baby boom' que ya no son tan niños, empiezan a jubilarse. Muchas empresas tienen dificultades para encontrar personal cualificado que sepa desempeñar el trabajo que ahora ellos dejan vacante, pero la situación empeora aún más cuando hablamos de pequeños negocios familiares.
Heredar un negocio, que en otras épocas suponía la prosperidad asegurada o incluso disputas familiares a ver qué hijo se lo quedaba, ahora parece ser una losa que pesa sobre los descendientes atándolos a un destino que no han elegido. Quizá parte de culpa la tenga la mentalidad que estos niños del 'baby boom' han tenido recomendando a sus hijos estudios universitarios «para no acabar como ellos», denostando así los oficios que exigen más esfuerzo.
Pareciera que todos los millenials y los de la generación Z tengan que ser ministros de los que no doblan el lomo si no es en el gimnasio. Por supuesto, que la formación siempre es buena, pero esta idea ha impuesto en la sociedad otra que nos ha llevado a esta situación, es decir, ha denigrado el trabajo manual a algo de segunda categoría sin entender que en una sociedad es necesario el desempeño de todas las tareas y que el trabajo dignifica por igual al hombre, sea de barrendero, albañil o ingeniero.
Quiero pensar que aún hay lugar para la esperanza, porque cada vez que en nuestros pueblos y ciudades alguien baja la persiana y sus hijos u otros vecinos le toman el relevo, es siempre un motivo de alegría y orgullo por el que se debería seguir apostando si verdaderamente creemos en el futuro.
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