A finales del siglo pasado, Gustav Thibon escribió una obra de teatro con este título “seréis como dioses”, situándose en una hipotética sociedad de cincuenta años después, considerando los peligros que podrían suponer los muchos avances científicos que él podía observar. Se daba cuenta del peligro de una sociedad inmersa en las maravillas de descubrimientos sorprendentes, tan útiles, tan determinantes para la vida de muchas personas.
Gustav Thibon imagina una sociedad en la que se supera la muerte. El hombre será inmortal. Serán como dioses. Y lo describe a través de una historia de unos personajes que viven totalmente al margen de la trascendencia. Y allí, una joven, la protagonista de la historia, se da cuenta de que si no se muere perderá la trascendencia, la vida del espíritu con Dios. Y se empeña en no recibir los medios que la llevarían a ser inmortal.
Una historia que se puede encontrar en las librerías y que es muy recomendable, que nos sitúa, más de lo que parece, en el mundo actual. En estos momentos da la impresión de que hay personas a quienes no se les pasa por la cabeza la idea de trascendencia. Gentes normales de la calle que seguramente no han recibo el mensaje maravilloso del sentido de nuestra vida: estamos aquí para merecernos el tesoro de participar en la felicidad de los santos, de la presencia de Dios en la eternidad.
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