La economía española cerró 2024 con un crecimiento del 3,2%, superando ampliamente el desempeño de la zona euro. Este impulso se ha apoyado en tres grandes motores como son el consumo privado, un turismo en cifras récord y una fuerte creación de empleo, en su mayoría gracias a la inmigración.
Entre los datos positivos tenemos como los hogares gastan más (+1% trimestral) a medida que la inflación se modera y los salarios crecen un 5%. La inversión creció un 2,8% en el último trimestre, el mayor repunte en tres años. El empleo aumentó un 2,3%, con un fuerte aporte de la inmigración.
Y entre los negativos, importantes desafíos estructurales que van desde una productividad que sigue débil, un crecimiento del PIB per cápita que es moderado y una inversión privada aún no despega con la fuerza esperada.
Así las cosas y a pesar de este sólido desempeño, surgen dudas sobre la sostenibilidad del crecimiento si Europa sigue en ralentización. Con Alemania y Francia creciendo por debajo del 1%, la demanda externa apenas ha contribuido al PIB español, y si la economía europea no mejora, podría pesar sobre España en 2025.
España destaca en un contexto europeo débil, pero mantener este ritmo dependerá de la recuperación de Europa y del impulso de sectores más productivos. Y me deja esta pregunta… ¿podrá la economía seguir creciendo con la misma intensidad si su entorno sigue flojo?
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