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Corazón a corazón todo se hermana

La exigencia de guías anímicos nunca ha sido tan ineludible. Hemos de duplicar nuestros esfuerzos por injertar e introducir el vocablo de lo armónico en nuestras rutas vivientes
Víctor Corcoba
lunes, 3 de febrero de 2025, 09:12 h (CET)

Con carácter exclusivo, el materialismo y la enemistad tienen intereses egoístas, que nos repelen y nos impiden fraternizarnos. El odio sí que tiene patria vengativa; no obstante, el amor verdadero, todo lo universaliza con el lenguaje de la voluntad. A los moradores de este planeta, precisamente, lo que nos falta es ese reencuentro con nosotros mismos, para descubrir los valores comunes compartidos por toda la humanidad. Ojalá que este año, en el que celebramos por segunda vez, el Día Internacional de la Fraternidad Humana bajo el contexto de la Semana Mundial de la Armonía Interconfesional, nos ayude a cultivar la cercanía de latidos y acciones, en ese camino hacia el futuro, que todos nos merecemos llevar a buen término, con la quietud precisa y la preciosa comprensión mutua.


A mi juicio, es fundamental despojarse de lo mundano y tomar una mayor conciencia de aquello que nos transciende. Esto implica la aceptación y el respeto hacia las diversas culturas y cultos, lo que requiere avivar los vínculos del afecto hacia el análogo, sin activar las fronteras ni los frentes. También nos demanda, sin duda, ser más corazón que cuerpo. Porque una siembra de latidos, ignora la compra-venta, únicamente conoce el espíritu donante. Sea como fuere, a golpe de místico esfuerzo nada nos resulta indiferente, su lenguaje es universal, sólo se requiere sensibilidad para entenderlo y fuerza para abrazarnos con la mirada. Cultivando estos andares de concordia, es como se acrecienta la vida y disminuyen las contiendas.


Aquel explorador que atesora la paz consigo mismo, verá una fiesta por todos los horizontes. De eso se trata, de hacernos la vida más llevadera entre todos; puesto que la existencia es para disfrutarla en comunión y en comunidad, no para entristecerla de realidades que nos dejan sin expectativa alguna.

Sin embargo, nuestro mundo está siendo flagelado por las riadas de resentimiento interno, lo que está originando un creciente número de refugiados y desplazados, que se mueven por un entorno hostil y poco acogedor. Por si fuera poco el tormento que nos desune, también presenciamos un aluvión de desprecios que nos dejan sin valor en el alma; luego, además, cuentan con las redes sociales que incentivan y difunden la discordia entre las personas.


La exigencia de guías anímicos nunca ha sido tan ineludible. Hemos de duplicar nuestros esfuerzos por injertar e introducir el vocablo de lo armónico en nuestras rutas vivientes; y, como tal, ha de ser un mensaje a compartir. La conciliación ha de conmovernos y movernos cada día. Está en el pulso de las religiones, en su mensaje; y, ha de estarlo asimismo, en el obrar de sus seguidores. Debilitar las fuerzas del mal es lo suyo, comenzando por desterrar de nosotros las maldades y acabando por acoger el acuerdo, como posición del mañana. En efecto, desactivemos de una vez por todas, los conflictos con el arma del diálogo y con el empeño de la adhesión a los principios de libertad, justicia, espíritu cooperante y entendimiento.


Despoblémonos de abecedarios hirientes, jamás nos dejemos contagiar por la lógica perversa de la guerra; tampoco caigamos en la trampa del rencor al disidente, cultivemos visuales reconciliadoras y dejemos a un lado el espíritu excluyente. En el árbol viviente todos somos necesarios e imprescindibles, para incrustar en nuestro sueño ese poema perfecto del que formamos parte. Por eso, laboremos lo armónico para que se avenga el hacer unos con otros; pero, de ningún modo, unos contra otros. Para desdicha de la genealogía versátil, en los últimos tiempos se observa que muchos análogos están enfermos de olvido; lo que ocasiona una omisión en las raíces, con la consabida autosuficiencia individual, lo que genera un endiosamiento al desamor sin precedentes.

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