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Navarra - Madrid, un viaje al interior del alma

​Reseña literaria del libro de Eduardo Laporte
Vicente Manjón Guinea
lunes, 10 de febrero de 2025, 11:26 h (CET)

El libro de Eduardo Laporte conserva en sus páginas un olor húmedo a abeto y a haya. Un sonido de adoquines y rumor de hojarasca. Un sabor a chato de vino elaborado en bodegas benedictinas. Una mirada a la naturaleza y lo rural. Al apego de la tierra. Al esfuerzo en la labranza olvidada. Una mirada al alma de lo terrenal, con todos sus colores y contradicciones. Sin tanto maniqueísmo como el que ahora parece dogma a seguir.


Madrid navarra portada


Todos y cada uno de los artículos de Laporte traen a la memoria el recuerdo de esa mirada despierta y ávida de conocimiento de escritores como Delibes o como Josep Plá. Una sencilla y certera manera de incidir en lo local para traspasar lo universal. Hay una intención evidente de desligarse de ese rancio nacionalismo identitario y excluyente. Su intención no es otra que mirar para aprender y entremezclarse en lo desconocido sin olvidar las raíces. Por eso, el autor salta, siempre con paracaídas, de los terrenos agrarios y campestres a la ciudad; a lo cosmopolita. A la mirada abierta del mundo desde las ventanas de Madrid, de Londres, de Praga… de ciudades donde ha sido trasladado por el viento de lecturas que llevan la seña incuestionable de Chéjov, Hemingway, o Carver.


Su escritura conserva la elegancia de la educación, salpimentada con una pequeña dosis de ironía y melancolía. Se adentra en la memoria y en el recuerdo para reflexionar sobre el presente. Con un ritmo pausado devuelve las gracias a su Navarra de nacimiento y, de la misma manera, rinde tributo al Madrid que le acoge, porque como decía Galdós y el autor resalta en uno de sus artículos, «Do quiera que el hombre vaya, lleva consigo su novela».


En su piel lleva insertos los tatuajes de sus lecturas y un escritor destaca por encima de todos: Pío Baroja. El escritor nacido en Donostia campa libremente por cada una de las páginas que componen este libro de artículos. Con la fuerza del caudal del Bidasoa, Laporte nos recuerda ese espíritu indomable e irreverente, provocador y subversivo del escritor vasco, frente al pensamiento único y al dogmatismo costalero de tantos escritores y periodistas que hoy día quieren adoctrinarnos en las pantallas de televisión. Más pendientes de salir en la foto y ser políticamente correctos que de introducir la mano en las fauces del lobo, del todopoderoso. No vaya a ser que se la muerdan al intentar rescatar la verdad de entre sus afilados dientes.


Navarra – Madrid, es una recopilación de columnas periodísticas que no pierden nunca el enfoque literario. Gracias a sus artículos podemos recorrer los rincones de la Navarra del norte, la naturaleza, los hayedos y los bosques; y adentrarnos de la misma manera en la Navarra de la rivera del sur. Siempre con una temática diversa y poblada de referencias intelectuales. De agradecimientos a una región donde nació y pasó su infancia como a una ciudad que le acogió después, Madrid, y donde, como él mismo dice «todo es posible».


Laporte nos desvela en su libro Madrid -Navarra, desde su pasión por el fútbol y por el Osasuna, con ese pequeño tizne de matiz político y rojillo, casi anárquico, hasta sus silencios meditabundos en tiempos de pandemia y confinamiento, en los solitarios paseos por el Retiro de Madrid.


San fermines


Sus escritos, lejos de buscar el impacto y el fogonazo, son una leve caricia del sol al amanecer. Una mirada personal e íntima que no se olvida de los amigos, de los buenos ratos y momentos al calor de un buen fuego, de un paseo por la Plaza Consistorial, de una ruta por los bares a base de pintxos y vinos, y de una pasión inculcada a fuerza de chupinazos: la de los Sanfermines. En ellos se enconde la virtud, pero también la depravación. Son, como indica Laporte «la democracia representada en el atuendo común del blanco y el rojo, pero también la aristocracia del presidente de turno en las corridas».


Hay una idea que queda patente en todos y cada uno de sus escritos y es que «todos somos todo». Podemos ser el bien y podemos ser el mal. Podemos alcanzar el éxito o caer en la desgracia. Recurriendo, como siempre hace, a Baroja, el autor nos recuerda que su escritor de referencia «era sedentario y errante, orgulloso y humilde, sencillo y vanidoso, anarquista y germanófilo». Pero todo ello, como se revela en uno de sus artículos, «al margen de las caricias del ego y la vanidad, tan adictivas al principio como esclavas al final».


Quizá Laporte no lo sepa o, probablemente, yo esté equivocado, pero tras leer su libro, la sensación que me queda está más cerca del anciano escéptico de Baroja en la cama del hospital, cercano a las raíces más sólidas y sentimentales, que, del enérgico Hemingway, con tanta fiesta a sus espaldas y campanas doblando por sus hazañas. Rebosa y sobra el fogonazo de la cámara que acompaña al escritor norteamericano, para en definitiva inmortalizar la visita de Hemingway en una especie de auto vanagloria. Aquí no importa el destello, ni el resplandor, ni la voz grandilocuente, ni la musculatura. No importa el cuerpo, sino el alma. Y el alma no puede fotografiarse. En definitiva, lo que Eduardo Laporte transmite en sus artículos es, lo que dijo Franco Battiato, «descubrir el alma dentro de las sombras».


Madrid-Navarra
Eduardo Laporte
Editorial Silex
364 páginas

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El libro de Eduardo Laporte conserva en sus páginas un olor húmedo a abeto y a haya. Un sonido de adoquines y rumor de hojarasca. Un sabor a chato de vino elaborado en bodegas benedictinas. Una mirada a la naturaleza y lo rural. Al apego de la tierra. Al esfuerzo en la labranza olvidada. Una mirada al alma de lo terrenal, con todos sus colores y contradicciones. Sin tanto maniqueísmo como el que ahora parece dogma a seguir.

La escritura de Millás siempre está a caballo entre la realidad y la fantasía, pero sin renunciar nunca a aquélla, creando así una atmósfera surrealista en todas sus obras que sorprende siempre a sus lectores, porque le gusta diseccionar, con maestría de un cirujano manejando un bisturí, la realidad y sus entresijos más íntimos.

Otra vez la noche sabatina me alcanza sin tener lista mi colaboración semanal. El tiempo fluye incesante, y ante la premura de cumplir con un compromiso que ya es una disciplina de años, reviso mi reserva de historias, buscando alguna que pueda servirme de salvación para cumplir lo acordado.

 
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