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El ‘bullying’ empieza en casa. Acoso en la guardería y la carta de una maestra de guardería: “Ustedes enseñan a los niños a abusar de los demás”

Es, sin duda, uno de los problemas más preocupantes en las instituciones educativas y un reflejo de los valores que imperan en la sociedad
María del Carmen Calderón Berrocal
miércoles, 12 de febrero de 2025, 08:41 h (CET)

Uno de los mayores temores de los padres en la guardería o en la escuela, o en el instituto es que otros niños o jóvenes maltraten a sus hijos, que les insulten o ridiculicen, que los boicoteen. Otro de los temores mayores es que sea su propio hijo quien haga eso a otros, que sea el acosador, el abusador.


El problema es endémico dentro y fuera de las aulas. Algunos aprovechan ese trato vejatorio para sentirse más fuertes y poderosos. Son seres tarados a los que hay que reconducir emplear el calificativo tarado parece fuerte, pero más fuerte es el daño que ellos infringen a personas inocentes, a veces también a animales no humanos. ¿Por qué pasa esto? ¿Por qué un niño acaba abusando, maltratando a otros niños?


Katarina Magnus, directora de la Asociación de padres del jardín de infancia Grålums en Sarpsborg, en Noruega, decidió escribir a los padres una carta para dar respuesta a esas preguntas, en la que les decía: "Ustedes enseñan a los niños a abusar de los demás". Magnus se dio cuenta de que muchos padres no entienden que todas las acciones que llevan a cabo a lo largo del día, cuando sus hijos están presentes, sirven para modelar sus principios y sus valores y, tras ver que muchos padres hacen públicos muchos comentarios que quizás deberían ser privados, optó por escribir una carta que merece ser compartida como inicio de una reflexión mayor.


Dijo Katarina Magnus a la cadena noruega TV2:


“Veo que muchos padres no notan el efecto que tienen sus acciones. El efecto de un comentario tras otro, se quejan, dan opiniones sobre todo y sobre todos. Lanzan una condena tras otra contra aquellas personas que son distintas a ellas y quiero acabar con eso”.


Su carta tuvo un gran impacto. Después de enviarla a los padres la colgó en Facebook, donde al momento de escribir esta nota había recibido más de 3.000 likes y se había compartido 2.000 veces. Dijo:


“Estoy muy contenta por todos los comentarios y me gusta que la gente se sienta aludida, de ese modo sabemos que hemos plantado una semilla. Estoy segura de que esto puede ayudar a que el mundo sea más amigable”.


Esto es lo que Katarina escribió a los padres:


Queridos padres del jardín de infancia Grålum


A luz de la gran atención mediática que está teniendo recientemente el abuso escolar en nuestra sociedad, la asociación ha decidido emitir un llamamiento general a los padres sobre cómo pueden ayudar desde casa, alrededor de nuestras propias mesas de comedor.


En el preescolar Grålum el acoso escolar no es un problema conocido, pero todos podríamos recordar cómo nuestras actitudes tienen un gran impacto en los más pequeños. ¡Lean!


¡Ustedes enseñan a los niños a abusar!


Sí, han leído bien. Tienen que admitirlo. Esto es porque:


*Se sientan a la mesa y se quejan de las elecciones o no elecciones de sus amigos.

*Se sientan frente al televisor y critican a los participantes o personajes por su comportamiento.

*Miran la tablet o el teléfono y hacen comentarios negativos sobre la apariencia de alguien.

*Leen el periódico y ridiculizan a cualquiera con una opinión diferente a la suya.

*Conducen su coche y se enojan con otro conductor por temas de tráfico.

*Entorna los ojos porque alguien hace las cosas de forma diferente que usted.

*Decir algo despectivo sobre alguien por diferencias de fe, raza o por tener un punto de vista distinto al tuyo.

*Criticar el estado financiero de otra familia, sus últimas compras o sus elecciones a la hora de ir de vacaciones.

*Mostrar claramente con su lenguaje corporal que no le gusta alguien.


Sus palabras, lenguaje corporal y expresiones faciales enseñan a su hijo que está bien decir cosas negativas de los demás. Sí, usted no sólo le está enseñando que esto está bien, sino que también le demuestra que hay que ser intolerante.


Somos modelos para nuestros hijos y ellos no saben más de lo que nosotros les enseñamos.

Éste es un importante llamamiento de nuestra parte y urgimos a todos los padres a que auto examinen sus propias conductas y consideren cómo les afectan a los más pequeños.


El abuso escolar empieza y termina con nosotros. Todos tenemos que ser más tolerantes, inclusivos, flexibles y generosos con el otro, para que nuestros hijos también lo sean. Así que tenemos trabajo que hacer. ¿Están listos para el cambio? Lo estamos. Estamos listos para ayudar en lugar de hacernos daño los unos a los otros.


Siento si alguien se siente ofendido por esto, pero algunas veces necesitamos hacer un llamamiento para despertar, para que cambien las cosas.


¡Esperemos que esto tenga un impacto en la dirección correcta!


¡Qué tengan un buen día!


El bullying o acoso escolar es, sin duda, uno de los problemas más preocupantes en las instituciones educativas y un reflejo de los valores que imperan en la sociedad. Lo que Katarina Magnus pone de manifiesto en su carta es una verdad incómoda, pero crucial: los niños no nacen sabiendo discriminar o maltratar, lo aprenden.


La familia, como núcleo formador, tiene una influencia determinante en sus actitudes, valores y comportamientos. Cada palabra, cada gesto que los padres realizan delante de sus hijos es una lección, para bien o para mal.


Magnus no se queda en la denuncia, sino que plantea un punto fundamental: el cambio comienza en casa. Es un recordatorio de que los niños son espejos de lo que ven y escuchan y que nuestra forma de comportarnos como adultos puede plantar semillas de empatía o, por el contrario, de intolerancia.

En su carta, señala de manera contundente que los juicios, críticas y desprecios cotidianos, incluso los más insignificantes, enseñan a los niños que estas conductas son aceptables.


El problema del acoso escolar no se limita a las aulas, sino que está entrelazado con una cultura social donde la burla y la intolerancia han sido normalizadas. Desde comentarios aparentemente inofensivos en la mesa hasta discusiones exaltadas en redes sociales, los niños observan y absorben. Si no intervenimos, seguimos perpetuando ciclos de agresión e insensibilidad. Existe la costumbre de hacer bromas o hablar como en broma para decir lo que no se atreven a decir a la cara. Esto es un comportamiento violento, un ataque psicológico que deja negras huellas.


Magnus nos reta a mirarnos al espejo, a reconocer nuestras propias actitudes y cómo estas impactan en los más jóvenes. Esto requiere un ejercicio de humildad y responsabilidad, porque cambiar nuestra conducta no solo beneficia a nuestros hijos, sino que también contribuye a una sociedad más justa y tolerante.


Ante la carta de Katarina Magnus no tenemos más que leer con atención y admiración, también su valentía porque se dirige directamente al foco del problema: a los padres y no se anda con remilgos.

Su carta está dirigida a los padres de los peques del jardín de infancia Grålum, más vale corregir que no tener que lamentar. Debe agradecerse su valentía y honestidad en esta lucha, que es lucha de muchos, pero que ella ha clarificado como nadie.


Aborda un tema tan delicado como el acoso escolar desde la más tierna infancia y sus palabras no solo son un llamado de atención, sino también un faro que guía hacia un cambio necesario en nuestra forma de educar.


Tiene toda la razón, las acciones cotidianas, incluso las que consideramos insignificantes, dejan huellas profundas en los más pequeños. En muchas ocasiones, no somos conscientes del impacto que tiene una mirada crítica, un comentario despectivo o una broma inapropiada delante de nuestros hijos. Sin embargo, como usted bien señala, cada gesto enseña. Y lo que no siempre comprendemos es que las lecciones más efectivas no son las que transmitimos con palabras, sino las que impartimos con el ejemplo.


Su carta nos obliga a reflexionar, a examinar nuestras propias actitudes y a preguntarnos si estamos siendo los modelos que nuestros hijos necesitan, que nuestros alumnos necesitan. El acoso escolar no empieza en las aulas, empieza en casa y familia de cada cual, en las conversaciones que mantenemos alrededor de la mesa, en nuestras reacciones ante las diferencias de los demás y en nuestra capacidad de mostrar empatía.


Todos tenemos un trabajo que hacer y no es fácil. Todos debemos contribuir a corregir lo que a la postre tiene muy desgraciadas consecuencias. Implica cuestionarnos, cambiar hábitos arraigados y, sobre todo, educarnos como adultos. Si queremos que nuestros hijos, que nuestros descendientes o las generaciones que vengan detrás de nosotros, crezcan en un mundo más justo y amable, debemos comenzar por construir ese mundo desde nuestros propios hogares.


La solución al bullying no es únicamente responsabilidad de las escuelas, sino un esfuerzo conjunto entre padres, educadores y la comunidad. Esperemos que el mensaje siga llegando lejos, porque no solo es un llamado a la acción, sino también una esperanza de que podemos cambiar para mejor.

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