El hecho de que existan hoy entre la población gitana tasas de pobreza o abandono escolar tan superiores a la media no es producto de la fatalidad, sino de una discriminación que genera marginalidad, y ésta, a su vez, alimenta los prejuicios que perpetúan la exclusión del Pueblo Gitano. La sociedad tomó conciencia de este círculo vicioso hace ya décadas, lo que ha dado lugar a grandes avances sociales, como subrayaba el Papa en su reciente mensaje por la llegada del pueblo gitano a España. Francisco subrayaba también valores gitanos hoy “contraculturales”, como el respeto a los mayores, el sentido de familia, o la capacidad de “hacer fiesta” incluso en los momentos duros de la vida. Son valores reconocidos por el resto del mundo como característicos de toda España, y no es casual, puesto que estos seis siglos de presencia gitana han contribuido también a nuestra identidad.
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