He descubierto con estupor, a través de los historiadores, que la familia nuclear se puso “de moda” durante la implantación de la etapa feudal en los diversos estados, a lo largo de la “edad moderna”. Un proceso que pretendía ampliar los espacios del feudo, mediante la creación de nuevas familias, que trabajaran en los nuevos territorios controlados por el señor feudal.
Es decir, se creaban nuevas familias jóvenes (eso sí, tras el paso reglamentario por el matrimonio), que se convertían en agentes independientes de producción, controlados por el párroco y el señor feudal. En el fondo, un criterio económico.
A lo largo de la historia hemos pasado posteriormente por una larga etapa de tendencia hacia la familia patriarcal. A más hijos y más parientes, más agentes económicos de producción. Finalmente, pasado el boom de los sesenta, se volvió a implantar la familia nuclear, en la que sobran abuelos, más de uno o dos hijos y parientes más o menos cercanos.
El siglo XXI ha traído consigo la familia desestructurada, a veces monoparental, y otras en la que los hijos se han sustituido por mascotas o tamagotchis -que comen menos y dan menos tabarra-, con el consiguiente descenso de la población humana. Hemos conocido las bodas unipersonales (sologamia), los matrimonios a plazo -con derecho a devolución- y demás inventos.
El problema surge de nuevo en estos tiempos. Como siempre, la economía. A menos habitantes, menos producción. A menos cotizantes, menos impuestos. No hay dinero para pagar las pensiones. Así que los gobiernos dicen que a animarse, a tener más hijos, para ello subvencionarán la “aportación” de nuevos miembros a la sociedad. ¡Hay si hubiéramos contado con ese chollo las familias numerosas del siglo pasado! Contábamos con unos descuentos irrisorios en algunas cosas y unos “puntos” en las nóminas que eran para echarse a llorar.
Otros problemas que surgen con el aumento del número de familias. El empleo y la vivienda. La familia nueva necesita un hogar más grande y un par de trabajos, por lo menos, para afrontar la nueva situación. Viviendas a precio razonable no hay. De alquiler, menos. Al final, vemos que el problema de la sociedad feudal se sigue manteniendo a otra escala. En el fondo, “el parné”. Como Trump que hace un apaño en Ucrania si le regalan los “tierras raras”. Nuevo feudalismo. Los capitostes de nuestro país se preocupan poco de la familia como fuente de una sociedad sana. Lo importante es tener contribuyentes que mantengan el “chiringuito”.
Todos los tiempos pasados no han sido mejores, ni los actuales son peores. Mi menda seguirá apostando por una familia unida, fuente de educación, de respeto y de servicio a la sociedad. Basada en los valores naturales de los seres humanos. Pero no a toque de corneta. Basada en decretos e imposiciones. Cada cual según su criterio, Con eso, solo con eso, me conformo.
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