A marchas forzadas nos estamos convirtiendo en una sociedad drogadicta como consecuencia de las soluciones médicas y farmacológicas a problemas sociales. Ante la más mínima dificultad que se nos presenta, a consecuencia de vivir en este mundo, automáticamente nos autodiagnosticamos: Estoy estresado. Normalmente los sicofármacos que actúan sobre el sistema nervioso central que debilitan la intranquilidad y la excitación que produce una situación desagradable no pueden comprarse sin receta médica. Hoy, vía televisión, que es la más rápida para llegar al consumidor potencial, se anuncia que pueden comprarse sin necesidad de receta médica sicofármacos para combatir casos leves. Se empieza por poco pero a no tardar la liberación se aplicará a otros fármacos.
¿Qué ha sucedido para que el consumo de sicofármacos haya crecido exponencialmente? Años atrás la gente era más o menos religiosa. En algunos casos cayendo en la superstición. A pesar que la religiosidad de tiempos pasados era muy superficial se creía en un dios desconocido. Hoy, del fervor religioso de antaño solo quedan residuos. Hoy las iglesias permanecen cerradas. Solamente se abren las puertas en las horas de los oficios. Cuarenta o cincuenta años atrás uno podía recluirse a reflexionar en la solitud y quietud de una iglesia. Lo cierto es que el concepto Dios hoy ha desaparecido, excepto para blasfemar su Nombre. Pocos creyentes en el Padre de nuestro Señor Jesucristo quedan hoy. Por lo tanto, son muy pocos quienes pueden edificar sus vidas sobre la Roca que es Jesús. La incredulidad de la mayoría hace que edifiquen sus vidas sobre cimientos de arena. Quienes edifican sus vidas sobre cimientos tan inestables no pueden resistir las embestidas de las lluvias torrenciales. Ante la más mínima brisa se desploman. La consecuencia de este derrumbe es que individualmente nos convertimos en adictos a los sicofármacos. Las autoridades sanitarias nos alertan del peligro de formar parte de una sociedad adicta a los sicofármacos.
Una sociedad sin Dios carece de la fuerza que únicamente le puede proporcionar el Creador que tan solo con abrir la boca de la nada apareció en un santiamén el imponente sistema estelar que los más potentes radiotelescopios no pueden alcanzar sus límites. Es así como los ateos edifican sus vidas sobre cimientos de arena que un vientecillo basta para que la construcción se derrumbe. Normalmente no son tempestuosas las inclemencias que nos zarandean. Generalmente son cosillas que no son como nosotros quisiéramos las que nos sacan de quicio robándonos la energía que necesitamos para proseguir el camino sin desfallecer. Como quiera que las cosillas nos asalten continuamente, la enervación, la falta de vigor es permanente. El peso de la losa que se va formando sobre nuestras espaldas se intensifica.
Una de las pequeñas incidencias que se convierten en pesadas losas que nos achatan es la estética. Gracias a la publicidad que difunden cánones de belleza que son irreales, a pesar de que van acompañados de la coletilla: “Porque tú lo vales”, crea el rechazo del propio cuerpo porque el modelo de belleza creado artificialmente mediante programas de retoques fotográficos despierta falsas ilusiones. Si se tiene presente el canon de belleza creado artificialmente se van añadiendo paletadas de mortero que hace que la losa se haga más y más pesada.
¿Cuál es la causa de que las pequeñas nimiedades se vayan convirtiendo en pesadas losas que nos agobian y que nos lanzan al consumo de sicofármacos que nos convierten en zombis? Jesús con palabras sencillas y claras nos da a conocer la causa. Si la receta no se aplica, el remedio no sirve de nada. Por eso le pido al lector que solicite al Señor que le dé ojos que vean y oídos que oigan. Jesús nos avisa de la imposibilidad de servir a dos señores a la vez: A Dios y a la riqueza (Mateo 6: 24). Cuando Jesús se refiere a la riqueza quiere decir todas las cosas materiales que se han convertido en imprescindibles y convertidas en dioses que nos roban el tiempo y la salud mental. Jesús y los dioses materiales no pueden convivir juntos en nuestros corazones. Tenemos que decidirnos por el uno o por el otro. Si preferimos a los dioses, entonces los trastornos mentales que son la consecuencia de adorarlos, no tienen solución. Que Jesús obre en el lector el milagro de darle unos ojos que vean y oídos que oigan. “No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o que tenéis que beber, ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” Los ojos sirven para ver lo que tienen enfrente. ¿Qué ven nuestros ojos que no le prestamos atención? Que el Padre celestial alimenta a las aves del cielo y viste con gran belleza a los lirios del campo. “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los incrédulos buscan todas estas cosas, pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas esas cosas”.
Jesús termina su lección magistral sobre salud mental, diciendo: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que no os afanéis por el día de mañana, porque el mañana traerá su afán. Baste a cada día su propio mal”. ¡Tan ciegos somos que no nos damos cuenta de que el Padre celestial provee diariamente el alimento a las aves del cielo y viste de belleza extraordinaria a los lirios del campo! ¿No proveerá lo que verdaderamente necesitamos, a nosotros hombres de poca fe?
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