Catorce años después de que estallara la devastadora crisis en Siria, y apenas tres meses después de la caída del anterior gobierno, una nueva Siria tiene la oportunidad crucial de apoyar a toda una generación de niños y niñas que crecieron sin conocer otra cosa que el conflicto. Estos niños y niñas han sufrido penurias inimaginables -desplazamientos, hambre y pérdidas-, pero una de las consecuencias más devastadoras, aunque a menudo ignorada, de esta prolongada guerra es su impacto en su salud mental.

En este aniversario, tan lleno de esperanza como de incertidumbre, World Vision insta a la comunidad internacional a invertir en la infancia de Siria, para que el futuro de esta generación no se pierda por los efectos a largo plazo del trauma.
Una reciente evaluación realizada por múltiples organismos, entre ellos World Vision, en el norte de Siria ha revelado la gravedad de la situación:
Los servicios de salud mental son muy insuficientes. Los niños y niñas que padecen un complejo trastorno de estrés postraumático (TEPT) y otras enfermedades mentales apenas tienen acceso a servicios especializados de salud mental y apoyo psicosocial.
El impacto en la educación es devastador. La angustia psicológica está afectando a la capacidad de aprendizaje de la infancia, pero las escuelas carecen de programas estructurados de apoyo psicosocial y los profesores no tienen la formación adecuada para ayudar a los alumnos a superar sus dificultades emocionales.
“Los niños y niñas sirios no se limitan a sobrevivir, sino que arrastran profundas heridas emocionales y psicológicas”, explica Emmanuel Isch, director de Respuesta para Siria de World Vision. “Sin una intervención urgente, corremos el riesgo de perder a toda una generación por los efectos a largo plazo del trauma y la desesperación”.
A pesar de crecer entre estos retos, la infancia siria sigue soñando. “Sueño con una Siria en paz, un hogar seguro para todos. Quiero que sea un lugar al que todos pertenezcamos”, dice Kareem, un niño de 15 años de Alepo. Sus palabras se hacen eco de las esperanzas de millones de niños y niñas que anhelan seguridad, educación y la oportunidad de curarse.
Sin embargo, las simples alegrías de la infancia siguen estando fuera del alcance de los niños y niñas que viven en Siria. Las escuelas, los hogares y los patios de recreo continúan plagados de minas terrestres y municiones sin detonar. En los meses anteriores a principios de 2025, 141 personas -entre ellas 24 niños y niñas- perdieron la vida, mientras que al menos otras 265 resultaron heridas en incidentes con artefactos explosivos.
Más allá de estos peligros, la situación de la infancia siria es crítica. Más del 90% carece de acceso a alimentos nutritivos, lo que le expone a sufrir retraso en el crecimiento y graves problemas de salud. Más de 500.000 niños y niñas menores de 5 años necesitan urgentemente tratamiento contra la desnutrición. Al mismo tiempo, la educación está en peligro: más de 2 millones están sin escolarizar, y 7.000 escuelas han sido dañadas o destruidas. Sin acceso a la enseñanza, los niños y niñas corren un riesgo mucho mayor de ser víctimas del trabajo infantil, el matrimonio precoz y la trata de seres humanos, lo que pone en peligro su futuro y su seguridad.
Las pruebas son claras: invertir en la infancia produce beneficios notables. Según el informe “Putting Children First” de World Vision, en colaboración con Ernst & Young Australia, cada dólar invertido en Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) centrada en la infancia genera unos impresionantes beneficios de 10 dólares. A pesar de ello, en la actualidad sólo el 5% de la AOD se destina a la infancia, una brecha urgente que debe abordarse.
“Si queremos construir un futuro mejor para los niños y niñas sirios, primero debemos ayudar a esta generación a recuperarse”, añade Isch. “El desarrollo sostenible es imposible sin invertir en la infancia: dar prioridad a su bienestar no es sólo lo correcto, sino la forma más eficaz de romper el ciclo de la pobreza. La infancia debe estar en el centro de todas las decisiones de financiación y políticas, porque cuando los niños y niñas prosperan, las sociedades florecen”.
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