El acrónimo MENA (Menores Extranjeros No Acompañados), se refiere a los menores de 18 años no pertenecientes a la Unión Europea que llegan a España sin la protección de un adulto. Un término muy utilizado en los últimos años en el ámbito educativo y el político, así como en los medios de comunicación. Detrás de cada uno de estos menores hay una historia única y compleja, lo que hace que sea difícil generalizar.
Su procedencia es diversa, principalmente de países del Magreb (Argelia y, sobre todo, Marruecos); también subsaharianos, del este de Europa, de Asia o de Latinoamérica. En cuanto al género, son más los chicos que las chicas quienes se lanzan a esta arriesgada aventura. Las razones para dejar todo lo que tienen, que en muchos casos es tanto como nada, igualmente son distintas: pobreza, guerras, desprotección institucional, catástrofes naturales, violencia… En definitiva, conseguir un futuro mejor que creen que pueden encontrar si alcanzan el “sueño europeo”.
Para llegar a su destino, algunos tienen que atravesar, durante meses y con grandes dificultades, diferentes países. Sus historias pueden llegar a ser espeluznantes, como las de algunas chicas subsaharianas que relatan tremendos episodios violentos. Es admirable cómo, con gran valentía, muchos superan los obstáculos que se les presentan.
Estos MENA llegan a nuestro país en un contexto de vulnerabilidad. El Estado, de acuerdo con la legislación vigente, debe respetar, salvaguardar y garantizar sus derechos, aplicando el principio de igualdad y no discriminación, a fin de evitar situaciones de desamparo y riesgo socioeducativo. Protegerles requiere un enfoque integral y coordinado. Así, se destinan recursos y programas para su atención, con centros de acogida, mediadores, médicos, educadores, maestros, psicólogos…
Lo primero que deben hacer las instituciones públicas es investigar sobre el menor, algo que a veces se ve como tratar de eludir la responsabilidad de protección que como institución se le debe dar: identificación, procedencia, edad (ninguna prueba tiene exactitud en su resultado), familia, documentación, condición acogida, etc.
El tema de los MENA es muy complejo. Aun conociendo las grandes dificultades que muchos han sufrido para llegar a nuestro país, a veces es difícil ser empáticos con ellos, máxime cuando se han vivido episodios desagradables en los que han sido protagonistas. En ocasiones, su realidad se deshumaniza, se les acusa de transmisores de enfermedades y hasta se les llega a criminalizar, apareciendo incluso el odio al diferente. Esta carga negativa está provocando que el término MENA se considere cada vez más peyorativo.
Cuando se habla en nuestro país de reparto de menores (como si de mercancías se tratara), se genera una tensión política, a veces defendida con un discurso económico que supera el argumento humanístico, algo que a muchos convence. Los MENA podrían ser una cuestión de gran interés para los actuales gobiernos: aumento de la población y de la natalidad, revitalización del mundo rural y la España vaciada, más mano de obra, profesionales en sectores con carencia… Pero algo ocurre cuando el interés por empadronar a este colectivo es mínimo o nulo.
Es cierto que algunos MENA pasan de una Comunidad Autónoma a otra cambiando su identidad y falseando su edad real. Que dentro de este colectivo se producen casos de delincuencia. Que hay pueblos y barrios desestabilizados por su presencia. Que algunos vecinos les tienen miedo y huyen cuando los ven. Pero hay que dejar claro que no todos los MENA son así.
Hay menores que prefieren estar en la calle antes que en un centro tutelado; libres, sin obligaciones, ni nadie que les imponga u ordene. Algo no se está haciendo bien cuando a los MENA se les está ayudando y su respuesta, en muchos casos, no es la esperada. Es evidente que el sistema está fallando, y es fácil echar toda la culpa de este fracaso a las instituciones, pero no son los únicos responsables.
Existen ONG que se benefician de esta situación, ya que reciben ayudas por atender a estos menores. Obviamente, si no existiera este problema, estas ONG desaparecerían. He conocido MENA declarados mayores de edad en otra Comunidad Autónoma que han sido considerados después menores en Madrid, gracias al apoyo de una de estas ONG.
También algunos partidos políticos o ciertos medios de comunicación, queriendo dar una buena imagen ante la opinión pública, hacen una defensa de estos menores oyendo solo su versión y trasmitiendo a la ciudadanía una historia poco ajustada a la realidad. En los años que he estado en contacto con MENA, ni los medios de comunicación ni los partidos políticos se acercaron alguna vez para conocer el punto de vista de quienes trabajamos con ellos.
Son muchos los MENA que no están de acuerdo con el comportamiento delictivo de algunos de sus compañeros. Los hay que se sinceran cuando entienden que tu verdadera intención es ayudarles y te cuentan cosas que ocultan a las autoridades. Recuerdo cómo uno me reveló la verdadera edad de otros compañeros, supuestamente menores. O cómo consiguen en sus países papeles falsos para certificar la edad deseada. He conocido a varios MENA, procedentes de un país de Asia, cuyas familias tuvieron que hipotecar tierras para que ellos vinieran a España. Hay quienes afirman haber llegado escondidos en los bajos de un camión, aunque en realidad cruzaron la frontera siendo mayores de edad, con su pasaporte, el cual ocultaron al llegar para declararse menores, solos e indocumentados. Algunos son dejados por sus familias cuando, en vacaciones, cruzan la península desde el norte de África a países de Europa. También me contaron cómo unos animan a venir a otros, aunque sean mayores de edad, ya que les trasmiten todo lo que consiguen como MENA tutelado y la poca rigurosidad de los controles.
La influencia de la familia es trascendental; por ello, la Administración española procura dotar de recursos a la familia con menores en situación de riesgo, a fin de evitar su separación. Este objetivo se tiene muy presente en Mesas del Menor cuando se tratan casos de niñas y niños españoles, pero parece que se olvida al hablar de los MENA que llegan a nuestro país. Algunos especialistas en el tema lo tienen claro: “más vale una mala familia, que una buena institución”. Además, con lo que cuesta un MENA al Estado español, podría vivir él y toda su familia en su país de origen, por lo que quizá existan otras opciones para ayudar a estos menores sin necesidad de separarles de sus raíces y de su entorno.
Resulta curioso saber que algunos de estos menores acogidos en centros de protección, tienen familia estructurada en su lugar de procedencia. Los hay que tienen familia cercana y salen los fines de semana para estar con ella. Incluso uno me contaba, en confianza, que su madre estaba en España y trabajaba en la limpieza de un hotel en Mallorca.
A veces, la Administración trata a los MENA de manera permisiva, dándoles muchos recursos a pesar de que, en ocasiones, muestran comportamientos caprichosos, egoístas y disruptivos. La falta de límites y la sobreprotección pueden llevar a una crianza inadecuada. Así, al igual que los niños malcriados, estos menores pueden llegar a ser: desobedientes, caprichosos, egocéntricos, respondones, materialistas, rebeldes, violentos… No quieren obligaciones ni normas, cuestionan a la autoridad, tiranizan a sus responsables y solo se mueven por premios o recompensas.
De la misma forma que los bebés no nacen malcriados, los MENA tampoco; los comportamientos se van moldeando con la educación. ¿Por qué menores con conductas correctas en su país de origen cambian radicalmente al asentarse en el nuestro? Por un lado, los compañeros en los centros de protección son un modelo y estos menores suelen actuar por imitación, haciendo lo que ven y lo que les permiten. Por otro lado, Internet y las redes sociales ejercen una gran influencia y es difícil resistirse a disfrutar y probar todo lo que se exhibe en ese “el gran escaparate”. Además, la falta de coherencia en los límites y la permisividad generan que los menores consigan siempre salirse con la suya.
Si la educación falla, todo se tambalea; por ello, es necesario afrontar la formación de estos menores desde el principio con sumo interés, identificando sus conductas, sin etiquetarlos. Hay que aplicar normas claras y firmes, enseñar a sopesar las consecuencias, corregir cuando es necesario, y cumplir siempre con lo acordado.
Si a estos menores se les acostumbra a hacer lo que quieran, a dar poco y recibir sin esfuerzos, se fomenta que en el futuro sean personas intolerantes, con dificultad para afrontar y canalizar las frustraciones. De no corregir estos comportamientos, es muy probable que de adultos no lleguen a tener un trabajo estable por falta de disciplina, paciencia y productividad. Todo lo que las personas aprenden y viven siendo menores, marca su futuro profesional.
Como vemos, una protección sin límites puede provocar unas consecuencias muy negativas, pero además existen otros problemas sin resolver. La conducta de algunos de estos MENA que roza la delincuencia, enturbia la imagen de sus países de origen y éstos, deberían buscar la manera de evitarlo. También hay menores de extraordinario comportamiento, y de no apoyarles para permanecer en sus ciudades o pueblos, podrían dejar sus comunidades sin personas luchadoras y emprendedoras, necesarias para superar la precaria situación de muchos países.
Al cumplir los MENA la mayoría de edad, el Estado finaliza su compromiso legal de atenderles y protegerles, y entonces pasan de una cómoda tutela a una emancipación forzada, sin apoyo, tengan o no tengan asegurada su integración social. Sin un buen conocimiento del idioma, sin suficiente formación, con un futuro laboral incierto y sin un lugar donde pernoctar, el riesgo de exclusión social y de acceso a una vida digna es evidente. He visto cómo un menor, un buen chico, tras salir del centro de acogida por cumplir 18 años y pasar su primera noche en un albergue para personas sin recursos, regresó a primera hora del día siguiente al centro, contando la dura experiencia vivida esa noche y mostrando preocupación por su incierto futuro.
A veces, ayudar no solo consiste en dar y presentar un mundo color de rosa en el presente. A veces, ayudar es educar y mostrar la realidad mirando al futuro.
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