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Adolescencia y demencia digital

El neurocientífico Michel Desmurget advierte de los peligros que amenazan a la “madurez anatómica y funcional del cerebro” por el tiempo que se pasa ante las pantallas
Jorge Hernández Mollar
martes, 18 de marzo de 2025, 08:54 h (CET)

Manfred Spitzer llama “demencia digital" al uso desordenado entre adolescentes y también personas adultas de los medios tecnológicos.


“Adolescencia” es el título de una miniserie que me ha impresionado por su contenido y el sobresaliente trabajo de sus actores y actrices. Después de la impactante noticia de la muerte de una educadora social que fué cruelmente asesinada por dos menores de 14 y 15 años, en un piso tutelado de Badajoz, la serie te ayuda a comprender un poco más en qué mundo tan arriesgado y complejo viven los adolescente de hoy.


Los cuatros episodios están dedicados a cuatro problemas que hoy se detectan entre educadores y profesionales: el adolescente que miente ante el asesinato de una compañera del colegio por miedo o por una enfermiza personalidad; el ambiente en el colegio y el lenguaje de los colegiales donde uno de los alumnos tiene que enseñar a su padre policía el lenguaje de Instagram entre los jóvenes a través de símbolos o corazones que según el color expresan sentimientos o rechazos; el examen que la psicóloga somete al adolescente con un diálogo en el que con mucha profesionalidad e incluso asumiendo un riesgo físico, va descubriendo el carácter violento y desequilibrado del joven y finalmente el drama de unos padres desorientados, acosados por su comunidad, hasta que el hijo les confiesa que va a declararse culpable y se derrumban totalmente…


En resumen es una fiel fotografía de lo que tantos adolescentes, profesores y familias de hoy están sufriendo por el ambiente a veces casi irrespirable de lo que el científico y psiquiatra, Manfred Spitzer, llama “demencia digital” como consecuencia del uso desordenado entre adolescentes y también personas adultas de los medios tecnológicos. Se hace necesario y yo diría que urgente que la sociedad reaccione ante los graves riesgos a los que están sometidos los jóvenes de la llamada generación Z, que sustituyen ya a los millennials, nacidos a finales del siglo pasado.


Otro neurocientífico, Michel Desmurget, advierte de los peligros que amenazan a la “madurez anatómica y funcional del cerebro” por el tiempo que se pasa ante las pantallas. También la doctora Natalia López Moratalla, catedrática de Bioquímica y Biología Molecular en su último libro El cerebro adolescente, apunta conclusiones interesantes: “Los adolescentes no es que se crean invulnerables- de hecho tienen más bien miedo-, pero les pesa mucho más el placer que el riesgo. Ahora bien, eso no lo harían si no fuera por “presumir” ante sus amigos y ser aceptados por ellos. Su “prestigio” y que no les hagan el vacío les importa más que el placer en sí que puedan obtener de ese tipo de comportamientos”.


O los padres y educadores en lugar de alarmarse y asombrarse ante las espeluznantes noticias que hoy giran alrededor de las violencia en los adolescentes de hoy, se aprestan a ”conocer y comprender” a sus hijos y alumnos/as para que se sientan queridos de verdad, valorados y acogidos en sus familias y colegios, y se les educa con racionalidad en la utilización de los medios tecnológicos (no son suficientes las prohibiciones), o seguiremos asistiendo a un incremento de los suicidios y conductas criminales, como muy acertadamente han quedado plasmados en la serie “Adolescencia”.

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