Las relaciones no se defienden por arte de encantamiento o suerte. No se puede decir si se quiere más a un marido o los propios hijos. A veces uno ve la televisión sin saber con lo que se va a encontrar. Reconozco que la veo poco, ya que muchas vecen, esta no me atrae, sus entretenimientos e información, no me dicen nada. No puedo clasificar cual de las existentes teles cubren y me dejen contento con mis gustos.
He aquí que, esta tarde, dio 25, mi señora me avisó lo que estaba viendo. Yo estaba en mi despacho limpiando el polvo de mis libros. Me senté junto a ella en el salón. Estaba viendo el programa de antena 3. La estuve viendo el rato que duró la entrevista a una señora que le estaba diciendo a la presentadora del programa. “Yo quiero mas a mi marido que a mis hijos”.
No voy a decir, si este programa es bueno, malo o regular, pero, si comunicaré que como no veo este tipo de programas no puedo catalogarlo en su justa medida. La mente humana no tiene límites. Es más, a veces nos deja aturdidos hasta no comprender nada. El marido es una cosa y los hijos es otra, aquí he visto en este programa que un hijo es algo especial, el del marido es circunstancial, casual que, se te ha puesto delante. ¿Y quién es el primero en este amor? Si tengo que elegir no encuentro palabras, ni encontrados sentimientos.
Las relaciones no se defienden por arte de encantamiento o suerte. No se puede decir si se quiere más a un marido o los propios hijos. Un día le pregunté a madre: ¿a quién quieres más a mí o a papá? inmediatamente me dijo: no los pudo diferenciar, a los dos por igual. No voy a poner ejemplos que siempre están manidos o deslucidos, cada persona tiene la mente, una la puede tener restringida y otra eclipsada y viva. Son dos amores distintos, los dos van entrelazados, unidos y enrevesados en el mismo árbol y en la misma rama del amor y del querer. Para mí, son y serán siempre los dos iguales. A no ser que, esta, la señora entrevistada en la tele, no tenga la virtud de conocer el verdadero querer o en algún caso, tenga confundido esta energía con la que comentaba en su alocución. El amor y el querer verdadero, el del marido y los hijos, deben andar juntos por la misma rama del árbol del amor.
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