La mano que firmó la paz en la guerra alcanzó fama y prestigio mundial. La mano firmó la paz en Palestina. También en Ucrania. Porque no es una mano cualquiera. Es una parte del cuerpo importante. Miles de personas en las redes intentaron copiar la firma del tratado. La mano de la paz recorrió el planeta. Dio conferencias desde Shanghái hasta Montevideo. Estuvo en todos los programas de máxima audiencia. Tuvo que enseñar la firma de los tratados en todas las cadenas.
Todo el mundo quería conocer la mano que paró la guerra. Recibió invitaciones para las exposiciones internacionales de manos influyentes y de manos históricas, como la de Napoleón o la de Ava Gardner. También para la Expo Internacional de Manos Raras y, a veces, deformes. Todo el mundo quería hacerse un selfie con la mano. Recibía ofertas de grandes multinacionales. Un día comenzó en el mundo el mercado negro de manos importantes. Cualquier banda armada podía llevarse la mano y venderla a un precio desorbitado. Se llevarían la mano. El resto de la persona que firmó el tratado de paz, no. Lo valioso en el mercado es la mano.
La mano necesitó varios guardaespaldas. Dejó de acudir a la tele y de dar entrevistas. No se la volvió a ver en conferencias internacionales ni en tratados de paz. Si todo va bien, la mano cambió de nombre y vive ahora en un lugar de la mal llamada España vaciada. Algunas fuentes la sitúan en un pueblo anónimo del valle del Vinalopó. Otros dicen que ya está en las islas Tonga. Lo que está claro es que la mano cambió de aspecto físico. Y también cambió su firma.
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