Cualquier tipo de hecho, delictivo o no, es calificado y juzgado inmediatamente por los medios de difusión, las redes sociales y la opinión pública. Todo ello antes de pasar por un proceso judicial.
En esta Semana Santa estamos recordando uno de los primeros juicios públicos de los que se tiene registro documental. El proceso a Jesús de Nazaret. En este caso el reo es condenado a muerte por la masa alentada por sus instigadores. El pueblo emite a gritos su condena antes de que dicha sentencia fuera ratificada por los jerarcas de la época.
La buena noticia de hoy tiene el mismo protagonista del juicio anterior. Jesús de Nazaret. Él se hace presente en uno de aquellos juicios sumarios de la época. Se acaba de condenar a la lapidación a una mujer. Su intervención hace detenerse todo el proceso. Dice a la multitud: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. A partir de ese momento todos se marcharon del lugar paulatinamente; empezando por los más viejos. Una frase que nos hace pararnos y pensar antes de emitir un juicio.
Nos hemos acostumbrado a juzgar y a condenar todo aquello que llega a nuestros oídos. Aunque sea solo porque no nos agrada o no procede de personajes de nuestra cuerda. Nuestro día a día nos ha convertido en miembros de un jurado popular, que dictamina una condena inmediata, animados por los medios de difusión y las redes sociales que no paran de echar leña al fuego.
Cada día todos cometemos errores. Pero seguimos defendiendo que todo el mundo tiene el paso cambiado menos nosotros. El conjunto de la sociedad, y yo el primero, deberíamos mirar más hacia dentro y menos hacia el otro. Si nosotros lo hiciéramos mejor, el mundo sería mejor. Se evitarían situaciones de odio, incomprensión y juicios temerarios. Creo que debemos dejar actuar a la justicia que, aunque lenta, pone las cosas en su sitio. Evitemos las condenas de tertulia, de café, de programa televisivo, de “experto” o de político partidista.
A veces pensar bien es acertar. Nos evita arrepentirnos posteriormente.
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