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¡Ya estamos en Semana Santa!

Hoy día se celebra más como la fiesta pagana de euforia de la primavera que como la conmemoración de un ser que murió por nuestra redención
Manuel Villegas
lunes, 14 de abril de 2025, 10:00 h (CET)

Sí, con signos de admiración. Explicaré el por qué.


En estas fechas, al igual que por Nochebuena, celebramos los cristianos los dos hechos más importantes de nuestra religión. En la segunda se conmemora el nacimiento de Jesucristo; y en la que he referido en primer lugar, su Pasión y Muerte. En ambas se aprovechan los días que se puedan tener de asueto para disfrutar de unas vacaciones, indiscutiblemente bien merecidas, que, en la mayoría de los casos se emplean en ir de viaje, dentro o fuera de nuestra España, da igual, lo importante es pasárselo bien y disfrutar al máximo. En algunas ocasiones saliendo a países exóticos, lugares ignotos, siempre como pretexto, excusa o razón de que, como estamos en Semana Santa o Navidad, hay que disfrutar todo lo posible.


No encuentro nada digno de reprobación en ello, además crematísticamente hablando la industria del ocio y el descanso obtiene pingues beneficios con motivo de esas festividades. En ambas todo se trastoca por el ajetreo de los preparativos para los viajes que se han de efectuar. La agitación es tremenda por el nerviosismo de la inminencia de la salida, que puede ser que hasta nos quiete en sueño.


Pero voy a explicar, como he dicho, los signos de admiración del encabezamiento de este trabajo. Son así porque significan júbilo, alegría, contento, satisfacción, pasárselo bien y disfrutar.


No quiero ser un aguafiestas ni un desgrácialo todo, pero deberíamos de pensar los cristianos que está muy bien, que el descanso, ver a la familia, la satisfacción de compatibilizar unos días de reposo no tiene por qué estar reñido con lo que realmente celebramos los creyentes en Jesús. Quien no lo sea, que disfrute a su manera.


Los seguidores de Cristo conmemoramos en estos días de Pasión, lo que posiblemente sea más importante para nosotros, ya que lo que se recuerda es la Redención, la exoneración del pecado y la posibilidad de que hayamos podido volver a unirnos con Dios Padre, mediante el sacrificio cruento e inhumano de su mismo Hijo.


Personalmente considero que es más importante que el Nacimiento del Jesús, pues pudo nacer y no llevar a cabo la Redención, como le pidió a su Padre en el Monte de los Olivos que apartase de Él ese cáliz de amargura, pues beberlo supondría padecer tormentos inimaginables.


Sé muy bien que muchos me argüirán que esta fiesta no es más que la cristianización de las celebraciones de primavera, cuando Deméter recuperaba a su hija Parséfone o Proserpina, como la llamaban los romanos.


La historia, como tema mitológico, tiene su cierto encanto, pues Deméter, es decir, la Madre Tierrra, la Diosa Nutricia, concibió de Zeus, Júpiter para los romanos, a tan bella hija, que, deseada por Plutón, dios de los infiernos, éste llevado de su pasión la raptó, aunque antes, le pidió permiso a Júpiter. Quien no se lo negó ni se lo dio, con lo que el infernal, con la connivencia o tácito asentimiento, del padre de los dioses se la llevó a su reino, es decir al inframundo.


Perséfone cuyo único deseo consistía en seguir con su madre inició una huelga de hambre, para que Plutón tuviese compasión de ella y la dejase volver con Deméter. Cierto día éste, apiadado, le dijo que parecía que no era feliz a su lado, porque no había comido nada desde que la llevó a su reino, así que la dejaría volver a la tierra. El jardinero de Plutón, al escucharlo, manifestó que si había comido algo, pues la contempló cómo ingería seis granos de una de las granadas del huerto de Plutón. Éste la subió a su carro, la llevó ante su madre y le dijo que ya que había comido que debería de permanecer con él en el Tártaro.


Deméter había maldecido la tierra para que no diese ningún fruto hasta que su hija no volviese a su lado, por lo que le dijo a Plutón que mantendría su anatema, por lo que las plantas, los animales y los hombres morirían.


La historia termina con la intervención de Hera, esposa de Júpiter, que logra una avenencia entre los dos, por la que Pserséfone, permanecería seis meses en el Hades (son los del otoño e invierno) y otros seis con su madre en la tierra (primavera y verano), cuya vuelta se celebra con la eclosión de la primavera que los antiguos exaltaban con grandes fiestas en las que no era extraño el desenfreno a extremos inimaginables por la alegría de que los árboles, y plantes brotaban y se vislumbraban buenas cosechas. No en vano eran pueblos agricultores.


La Iglesia cristianizó estas fiestas, pues hay bastantes estudios que parece ser que Jesús murió en el mes de Nisan del calendario judío, que se correspondería con nuestro marzo o abril.


Hoy día se celebra la Semana Santa, más como la fiesta pagana de euforia de la primavera que como la conmemoración de un ser que murió por nuestra Redención.


Poca compunción y recogimiento podemos comprobar Es más, las procesiones de los sagrados misterios, en ciertas ocasiones, son más motivo de libertinaje que de recogimiento y contemplación de la razón por el que se rememoran, o sea, como antes he dicho, de nuestra Redención.


Es más, ciertos políticos, que se autocalifican de progresistas, proponen que pasen a llamarse fiestas del equinoccio de primavera, sustituyendo así nuestras costumbres ascentrales, suprimiendo todo su significado cristiano y hacernos volver al paganismo.


A estos les digo que, puesto que no los considero tan incultos, como para que no conozcan las fiestas de los solsticios y equinoccios: tanto de otoño como de primavera, que el progreso es avance no retroceso, así que no pretendan, porque el pueblo, cristianos o no, no lo soportaría, hacernos retroceder 2.500 años, como mínimo, para que celebremos festividades de dioses que hace muchos siglos están desterrados de la cultura occidental.

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