Recuerdo que meses atrás escribí en esta columna sobre el asesinato en Washington de Orlando Letelier, resaltando la participación en su trama siniestra de Conrado Pappalardo, cuñado de Aldo Zucolillo. Uno de los videos que revisé por entonces sobre ese atentado, contenía el testimonio de una habitante de la capital estadounidense que presenció la explosión del automóvil del diplomático chileno, y afirmaba escandalizada que jamás imaginó que algo semejante podría ocurrir allí, en Washington.
Precisamente la frase “Eso no puede pasar aquí” es el título de una novela donde Sinclair Lewis profetizó, según muchos analistas, el surgimiento de Donald Trump. También oriundo de Minnesota, al igual que el actual ganador del Nobel de Literatura Bob Dylan, Sinclair se mostró reacio a aceptar el premio Pulitzer y vaciló al ganar el Nobel.
La novela mencionada es una sátira política que muestra el Estados Unidos rural y provinciano que emerge tras el crac bursátil de 1929. La novela cuenta la historia del director de un periódico de Vermont (estado de Sanders) y de su combate al candidato a la presidencia Buzz Windrip, quien detrás de un discurso populista y demagógico oculta su verdadera intención de fundar una dictadura totalitaria imitando a las que en ese momento estaban en auge en la Europa de Hitler y Mussolini.
Era el tiempo en que en Europa las dictaduras de Italia y Alemania suscitaban pasiones encontradas, y proliferaban aspirantes a imitarlas, incluso en Estados Unidos.
Aunque el protagonista, Doremus Jessup, es un director de diario con muchos vacíos morales, el triunfo en las elecciones del candidato que detesta lo transforma y le hace abandonar su pose de burgués acomodado y contemporizador, para convertirlo en un luchador con solidas convicciones morales. Una historia que conocemos bien los que de una u otra manera, nos relacionamos con el mundillo del periodismo.
Durante toda la novela, está presente la delgada línea que separa la razón de la barbarie en los sucesos políticos, algo que los cronistas de la actual carrera hacia la casa Blanca percibieron con notable proximidad.
Las elecciones de la que se ocupa Sinclair son las de 1936, donde el balance de poder estaba en manos del Senador Huey Long, cuyo nombre encontramos en una calle de Asunción, debido a sus intervenciones en el Congreso norteamericano mencionando la participación de las empresas de Rockefeller en la guerra del Chaco. Hace ochenta años, lo dicen muchos observadores, Estados Unidos tuvo una encrucijada parecida.
Precisamente Long, quien acabó asesinado en septiembre de 1935, fue también comparado con Trump por varios analistas, debido al parecido inherente a todo el demagogo populista, sean de izquierda o derecha.
Sinclair Lewis se había casado con la periodista Dorothy Thompson, quien había sido corresponsal en Berlin hasta que los nazis la expulsaron, por lo cual el totalitarismo no le resultaba ajeno.
El protagonista de la novela, Doremus, considera imposible que un imitador de Hitler y Mussolini conquiste la voluntad popular, pero advierte del peligro sin que nadie lo escuche. Termina radicalizándose y siendo arrestado por la nueva dictadura en que ha caído la sociedad norteamericana.
Al final de la obra, reconoce su propia responsabilidad en incubar el huevo de la serpiente.
Es muy probable que Donald Trump sea derrotado por el pensamiento sobrio este martes. Pero nadie, absolutamente nadie, le sacará el mérito de haber logrado crear en Estados Unidos, una sensación escalofriante: Que la pesadilla sobre la que adviertiera Sinclair Lewis, sí puede ocurrir allí.
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