Con tristeza, pero a la vez esperanza, afrontamos la subida al cielo de nuestro querido Papa Francisco, una persona que pasó por este mundo haciendo el bien y que fue y ha sido ejemplo de humildad, pobreza y de compartir con los otros lo que tenía. Sus signos en estos tiempos relevantes para la Iglesia y la humanidad del siglo XXI han sido, a mi juicio, los siguientes:
- Un impulso muy importante a la actividad ecuménica con los hermanos separados cristianos y también con los de otras religiones.
- Una sencillez y acogida hacia los otros, y ha hecho una llamada para un mayor cuidado y dar más dignidad e importancia a las criaturas y al medio ambiente con su encíclica Laudato si’.
- Una mayor apuesta por hacer comunidad e Iglesia, de forma más democrática con la sinodalidad, poniendo en el centro a Cristo, viviendo la comunión y la espiritualidad compartida, y la acogida del hermano(a).
- Un aggiornamento general o mayor apertura del Papado y la Curia a la sociedad, que ha superado en muchos aspectos al propio Concilio Vaticano II.
Por todo ello, el Papa ha expuesto y dicho que “nunca nos cansemos, como dice la Palabra, de hacer el bien”. A pesar de ser perseguidos, luchó con todas sus fuerzas por la paz de los pueblos y por el fin de las guerras, aunque ese objetivo no se haya conseguido del todo. Como dice el musicólogo católico cristiano Cesáreo Gabaráin en su canción Vive con Cristo, Francisco, entra en su Gloria, que de seguro ya estás allí contemplando al que Es y vive por los siglos de los siglos. Amén.
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