Los historiadores no dan visos de realidad a este hecho. Le consideran como una leyenda popular engordada por su aparición en la “Historia de España” de Alfonso X el Sabio. Sea verdad o no, esta epopeya se ha mantenido en el acervo popular a lo largo de los siglos. Volviendo a lo vivido a lo largo de esta última semana, podríamos decir que, tras la muerte del Papa Francisco que todos intuíamos, los distintos hechos que se han desencadenado me han hecho recordar a aquel lejano “Campeador” de hace más de 1000 años. Mi buena noticia de hoy, además de la satisfacción que me ha producido el pleno reconocimiento popular y el que han manifestado casi a regañadientes los próceres creyentes y no creyentes, repito, la buena noticia de hoy me la transmiten esos saludos entre los dirigentes de algunas grandes potencias y, sobre todo, ese cara a cara entre esos “David y Goliat” del 2025, encarnados en los señores Zelenski y Trump. Un encuentro celebrado en el interior del Vaticano y de cuyo contenido poco sabemos. Tan solo se conoce la opinión el líder ucraniano: “Una reunión muy simbólica que puede pasar a la historia si logramos resultados conjuntos”. Debemos apuntar este encuentro como una victoria póstuma del Papa Francisco. Además, con motivo de su funeral, hemos podido ver como se deseaban la paz a algunos dirigentes mundiales –políticos y religiosos, incluidos los españoles- que, por un momento han olvidado sus diferencias. Otro tanto a su favor. Como le ha sucedido a tantos otras personas y personajes a través de la historia, ha tenido que fallecer Francisco para ser reconocido en su valía, como un buscador de la paz y la concordia a través de la sonrisa, el dialogo y la esperanza. Como dice el evangelio “es necesario que el grano caiga en tierra y muera para que de fruto”. Francisco, el Cid del siglo XXI, ya ha cumplido su paso por esta tierra y nos ha estado dando ejemplo hasta el último momento. Por sus frutos le conocemos. A partir de ahora nos llegará un nuevo Papa. Los medios se volcaran con él. Pero a ese grupo de marginados de todo tipo que le despidieron en las puertas de la Basílica de Santa María, no se les olvidará jamás. Yo tampoco.
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