Está causando revuelo la miniserie estrenada en la plataforma Netflix Argentina “Adolescencia”, una miniserie de seis capítulos, dirigida por Philip Barantini y de origen: Reino Unido. Se trata de un chico de trece años, acusado de asesinar a una compañera de clase. Un thriller psicológico que anticipa el final pero va desarrollando los conflictos de una familia de clase media baja, inhabilitada para comprender los problemas del niño arrestado, que si bien permanecía “felizmente” en casa, encontraba la “salida” a su desorientación entre ser y parecer, actuar o soportar, en las redes y con la incorporación a una tribu lingüística, ignorada hasta por los docentes y la autoridad policial. Asimismo, poco después, alcanza análogo top global en la misma plataforma, una serie argentina “Atrapados”. Grandes actores nacionales, dirigidos por Miguel Cohan y Hernán Goldfrid cuentan una historia de suspense basada en una novela americana. Además de involucrar la problemática del abuso sexual adolescente en redes, el acoso y tremendos excesos, dedica bien guionados episodios al intento desesperado de corruptos y cómplices por ocultar verdades, que la obcecada periodista, interpretada maravillosamente por nuestra Soledad Villamil, intenta descubrir, poniendo en riesgo a su hijo y la vida misma. Bariloche y vírgenes parajes patagónicos son un personaje más en la serie y permiten abordar, colateralmente, temas profundos como justicia y periodismo, ética y prudencia.
En 1989 “La sociedad de los poetas muertos”, película norteamericana, estrenada en Argentina en 1990, dirigida por Peter Weir, atrae a millones de espectadores. El film también trata sobre adolescentes. En el caso, los alumnos de la Welton Academy en Vermont enfrentan las exigencias singulares de los padres de la época y atento al suicidio inesperado de Neil, que no soporta la presión familiar, gracias a su profesor de literatura ellos logran evocar algo de libertad y poesía. Es decir, hay esperanza frente al horror.
“Adolescencia” relata una trama de final cerrado, “Atrapados”, de final abierto y “La sociedad de los poetas muertos” deja al espectador la sensación de que pese al desastre familiar y la tragedia del fallecido, todavía sus compañeros tienen una ligera posibilidad de futuro.
Estos tres ejemplos refieren a la edad más compleja de las personas, contada en épocas, clases sociales y países distintos. Sin embargo, en las miniseries (ambas de 2025), a una le queda un compartido sinsabor de incertidumbre: qué hacer hoy con estos niños en medio del caos del siglo. Los límites estrictos y la intransigencia que comenzaban a ceder en los ochenta conforme a la reflexión de padres, psicólogos, profesores y alumnos, se encuentran hoy, en efecto, en exagerada carencia. Y las familias no pueden seguir a sus hijos a la velocidad de un mundo cambiante y siniestro, supuestamente transparente (todo está al alcance de todos en las redes pero nada lo está en lo real al mismo tiempo).
En la tele, en las redes y en los medios masivos de comunicación, en el ámbito político, la palabra se ha vuelto obscena, impudorosa, literal. Usándola falaz y engañosamente, se prometen certezas psicóticas. La psicosis es una suerte de fracaso del amor y de la ética, una falta absoluta de pudor, no hay más velos…Entonces, tal falta “se compensa” con inexistentes e infantiles certezas. Los viejos estamos asistiendo, así, a la pérdida de un sistema de ideas y valores que cuando menos nos sostenían. Pero disfrazan el extravío con una supuesta pericia y pueril eficacia... Por ello, estos tres ejemplos revelan el núcleo mutilado del amor, sin embargo todavía tan imprescindible entre humanos. Amor es ocuparse de uno mismo y del otro, buscar herramientas que nos subjetiven frente a “objetividades” racionales de plástico. Y también constituye amor el autopercibirse compasivamente pues no nacimos sabiendo y, sobre todo, amar a los demás y a los propios es dejar de pensar que al estar (sobre)informados, podemos controlar la suerte y el destino de ellos. Quizá, estas dos magníficas miniseries y la recordada película den cuenta de que un niño invisibilizado por sus familias, la sociedad y por el Estado, cuando alcanza la adolescencia, deja de serlo. Porque quizá, al participar de sus grupos amistosos, vecinales y escolares, confundido, buscará cámara llamando la atención de sus contemporáneos a como dé lugar… Nuestros adolescentes se encuentran en situación del grave riesgo, consistente en jugar entre la realidad, la verosimilitud y la ficción, por lo cual el desafío de nosotros, los adultos, es enorme. ¿No sé si me explico?
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