Algún día tenía que suceder y, como diría Murphy, “la verdad casi nunca es pura y, desde luego, nunca es sencilla”. Y es que, señores, en este país en el que nos ha tocado vivir, junto a un clima maravilloso, a un paisaje epatante, unos manjares inimitables y unos monumentos irrepetibles, tenemos la desgracia de, primero, no saber apreciar debidamente el don de Dios de haber nacido en España, segundo, el no saber apreciar debidamente las ventajas de haber vivido en paz durante un largo período de más de 75 años en el que, si bien a los principios tuvimos que pasar por un periodo de dificultades económicas, el resto, sólo los que siempre se empeñan en ver el lado oscuro de las cosas y se resisten a ver su lado bueno, serían capaces de negar que, en nuestra nación, se vivieron años de paz, tranquilidad, progreso y, por supuesto, de grandes avances sociales, aunque, como siempre sucede, los empeñados en protestar, en criticar o en negar la realidad, han seguido manteniendo la antorcha de la venganza, el odio, la irresponsabilidad y el resentimiento, sin darse cuenta o, pudiera ser que intencionadamente, con sus intrigas y manipulaciones, han estado a punto y no sabemos si llegarán a conseguirlo, de llevar a nuestro país a la más completa ruina.
Esta mañana se ha sabido que la ex alcaldesa de Valencia, que estuvo en el cargo desde el 1991 hasta el 2015, ha fallecido en un hotel a causa de un infarto de miocardio que, según han informado los servicios médicos que la han atendido, no ha sido posible reconducirlo. En cualquier otro caso, este luctuoso suceso, se hubiera podido enmarcar dentro de los habituales incidentes que la vida nos tiene reservados, incluso, como ha ocurrido en este caso, cuando nos llega el momento de abandonarla para siempre. Sin embargo, en esta ocasión se han dado circunstancias que podríamos calificar de poco corrientes, especialmente estresantes y anormalmente duras que, con toda posibilidad han colaborado diríamos que, de una forma determinante, en que este episodio deplorable y dramático, sufrido por la señora Barberá, haya precipitado el agravamiento de su dolencia, hasta haberle provocado su inesperado fallecimiento.
Evidentemente, nos encontramos ante un episodio más en el que la intolerancia, el acoso, el salvajismo y la crueldad que parece que va adquiriendo carta de naturaleza por parte de esta izquierda intolerante y totalitaria que nos está invadiendo, con la pretensión de situarse por encima del Estado de Derecho, de la justicia y la racionalidad, cuando se atribuye la potestad de prejuzgar la conducta de los ciudadanos, erigiéndose en sucedáneo de la Justicia, con la pretensión de sustituirla, aplicando la ley de eliminar todos los obstáculos que les impidan conseguir su último fin que consiste, como es sabido, en implantar en España un régimen absolutista y dictatorial, a semejanza de los que existen en Venezuela y Bolivia, países en los que las libertades de los ciudadanos brillan por su ausencia y es, el mismo Estado, quien se toma la justicia por su mano por medio de tribunales prevaricadores y vendidos al poder.
Como no podía ocurrir de otro modo, la muerte de la señora Barberá, precisamente a las puertas de ser sometida a un juicio ante el TS, ha causado una gran conmoción entre los españoles. Los unos por simpatía hacia ella y deseosos de que se impartiera justicia para que salieran a la luz cuáles eran en realidad los cargos que se tenían contra ella; los otros, los hipócritas, intentando evitar que se relacionase el fallecimiento de la ex alcaldesa con la serie de injurias, vejaciones, ultrajes, calumnias etc. que, desde los partidos de las izquierdas, con inusitada violencia y agresividad, se han vertido contra el honor, la honradez y la reputación de la fallecida; ayudados por toda esta prensa copada por los periodistas contrarios al PP, unidos en esta tarea por los personajes de la farándula, Podemos, IU y de todos aquellos que, atacándola a ella, han pretendido desacreditar, mediante campañas orquestadas, la reputación del Partido Popular y de todos sus componentes.
Veamos la diligencia que, el magistrado Cándido Conde Pumpido, fiscal general del Estado durante la legislatura de Rodriguez Zapatero, ha desplegado para agilizar este caso y, comparémosla, con la lentitud y la serie de irregularidades cometidas en el grave asunto de los EREs amañados de Andalucía o el mismo caso de los señores Griñán y Cháves, que han tardado años en sustanciarse y todavía no ha comenzado el juicio oral. La señora Barberá se había convertido en el objetivo de las izquierdas en un intento más para socavar las posibilidades de que el PP pudiera alcanzar un buen resultado en las sucesivas elecciones que han tenido lugar para la constitución del nuevo gobierno. Fracasaron, porque la ciudadanía no se dejó engañar por el teatro desplegado por estos expertos del engaño y el PP volvió a ganar las elecciones.
Y es que, la gravedad con la que se ha querido tratar un caso de supuesto blanqueo de dinero del PP valenciano, ha rozado y sigue rozando el ridículo ya que, la acusación que existía contra la señora Rita Barberá se basaba en una supuesta aportación de 1.000 euros por parte de la entonces alcaldesa con la que, siempre desde el punto de vista de la acusación, se pretendía banquear una aportación recibida por el partido por parte de algún simpatizante. ¿Quién sería capaz de tirar la primera piedra, de todos los partidos políticos que se han rasgado las vestiduras, si se tratara de revisar cuál de ellos no había obtenido ninguna ayuda no permitida? Veamos a estos furiosos inquisidores de Podemos, todos sulfurados por la posible financiación del PP; cuando todo el mundo sabe (otra cosa es que se haya podido probar) que han estado subvencionados, con importantes cantidades, por Chávez y Maduro desde Venezuela y el propio Pablo Iglesias ampliamente recompensado por sus trabajos en Irán.
Resulta vomitorio, injustificable y demostrativo de la más elemental falta de humanidad el que, el señor Pablo Iglesias, en un gesto que lo califica como una persona incapaz de convivir con personas civilizadas, haya obligado a los miembros de su formación a abandonar el recinto parlamentario cuando se había acordado guardar un minuto de silencio por respeto a la senadora fallecida. Lo mismo ha sucedido en el Senado, en el que, aquel sujeto que despotricaba contra los propietarios de inmuebles, que resultó tener en propiedad 9 pisos de los que obtenía provechosos rendimientos, este tal Espinar, también ha pedido a los senadores de su grupo que abandonasen la sala cuando se mantenía el minuto de silencio, aunque, en este caso, ha habido algunos, personas más decentes, que se han quedado guardando el tiempo de recogimiento.
Es obvio que, la muerte de la señora Barberá invalida cualquier otra actuación del procedimiento penal que se estaba tramitando para juzgarla, lo que, posiblemente, haya redundado en contra suya ya que, para el vulgo, los que se fían de los periódicos para decidir la culpabilidad de las personas y dan la misma importancia a una imputación, ahora investigación, que al veredicto final de los jueces; algo que, para cualquiera con un mínimo de sentido común, no tiene la más mínima relación. Lo malo es que, dada la lentitud de la Justicia en España, teniendo en cuenta el exagerado tiempo dedicado a la instrucción del expediente, la acumulación de casos que se amontonan en los despachos de jueces y magistrados, además de la cantidad de plazos que se deben respetar para la vista y resolución de los distintos recursos de las partes; el hecho es que, desde que se inicia una causa hasta que se produce la sentencia o el archivo de la misma, pueden llegar a pasar varios años; de modo que, aún en el caso, muy frecuente por cierto, de que el procesado fuera declarado inocente, a la vista de quienes ya lo habían juzgado desde la prensa, las TV, las radios o las tertulias, ya no tiene interés y nadie se ocupa de reivindicar la imagen de aquella persona perjudicada, siendo inocente. Incluso, nos atreveríamos a afirmar, que el propio interesado, en muchas ocasiones, es el primero que prefiere que no se vuelva a divulgar su problema con la justicia, si se tiene en cuenta que, en la mayoría de los casos, ya ha sido olvidado por los ciudadanos.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, estamos convencidos de que, aparte de todos estos inadaptados sociales, verdaderas lacras de la sociedad, lumpen y escoria de cualquier nación; vamos a tener ocasión de constatar, una vez más, la capacidad de doblez, hipocresía y fingimiento de muchos, de su propio partido y de los del resto del arco parlamentario, que la estuvieron machacando y pidiéndole que renunciara a su escaño y, ahora, se van a deshacer en halagos hacia su persona. Sic transit gloria mundi.
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