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Opinión
Etiquetas | Rita Barberá | Política

Santa Rita, Rita, Rita, lo que se da no se quita

Entre todos la mataron y ella sola se murió
Mario López
jueves, 24 de noviembre de 2016, 00:01 h (CET)
Me pregunto por qué la muerte de Rita Barberá ha tenido un impacto tan formidable en los medios. Si Rita Barberá se hubiera muerto después de perder las elecciones municipales y ser postergada a un escaño del Senado, sin estar relacionada con ningún caso de corrupción, tengo para mí que su fallecimiento habría ocupado mucho menos espacio mediático.

Me pregunto cómo es posible que sus compañeros del PP, que hace pocas fechas la echaron del partido y le hicieron el vacío ahí donde ella fuera, ahora van llorando, con el moco colgando.

Se improvisa un minuto de silencio en el Congreso en homenaje a la difunta. Unidos Podemos entiende que no es razonable hacer un homenaje, en sede parlamentaria, a una persona que ha estado cuestionada por su posible implicación en un caso de corrupción que ha afectado a la ciudad de Valencia durante más de veinte años y que ha llevado a todo su gobierno municipal a los tribunales. Tirios y troyanos han arremetido contra la formación morada, acusándola de cometer una falta de respeto.

Me pregunto qué cosa es el respeto. El PP ha apartado a Rita Barberá de su entorno, le ha hecho el vacío y ahora, ya difunta, la quiere rescatar para el partido como al Cid Campeador (que, por cierto, murió en Valencia) para vencer, una vez muerta, lo que en vida hubiera sido una inconveniencia. Los dirigentes del PP que, hasta hace 24 horas no querían saber nada de Rita Barberá, ahora la lloran e inculpan a los medios de comunicación de acosarla hasta hacerla morir. Eso me parece que, como mínimo, es una falta de respeto a la inteligencia del común de los humanos. En ningún momento se han planteado lo que la hicieron sufrir al echarla del partido y retirarle la palabra.

Me pregunto cuándo estos conservadores se van a decidir a mostrar un gesto de humanidad (y no me refiero a las lágrimas de cocodrilo a las que son tan proclives). Santa Rita, Rita, Rita, lo que se da no se quita.

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Censura. No la juzgo como una práctica muy denostada en estos días. Por el contrario, se me antoja que tiene más adeptos de los que, a priori, pudiéramos presumir. Como muestra de ello, hay un sector de usuarios que están abandonando cierta red social para migrar a otra más homogénea, y no con el fin de huir de la censura, sino por la ausencia o supresión de la misma en la primera de ellas.

Vivimos agazapados sobre los detalles mínimos a nuestro alcance y llegamos a convencernos de que esa es la auténtica realidad. Convencidos o resignados, estamos instalados en esta polémica de manera permanente; no aparece el tono resolutivo por ninguna parte. Aunque miremos las mismas cosas, cada quien ve cosas con matices diferentes y la disyuntiva permanece abierta.

El nombramiento de Teresa Ribera huele que apesta, aunque el Partido Popular y el Gobierno han escenificado perfectamente su falso enfrentamiento. Dicen en mi tierra que entre hienas no se muerden cuando no conviene o, si lo prefieren, entre bomberos no se pisan la manguera. El caso es que el Gobierno y sus socios ya celebran por todo lo alto ese inútil e inesperado nombramiento.

 
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